José
Luis García de Paz. Versión a 28 de diciembre de 2007.
El 21 de noviembre de 2007 se
presentó en Toledo el libro “Cultura en Castilla-La Mancha en el siglo XX”, coordinado por Alfonso González-Calero.
Es el número 13 de la Biblioteca Añil
de Ediciones Almud (Ciudad Real), editado con el patrocinio de Junta de
Comunidades y de la Caja de Castilla-La Mancha. Su objetivo es dejar constancia
y analizar la Cultura en las provincias de Toledo, Ciudad Real, Cuenca,
Guadalajara y Albacete, antes y después integrarse en nuestra Comunidad
Autónoma, en los campos de Patrimonio, Arquitectura, Fotografía, Edición,
Prensa, Cine, Teatro, Música, Antropología y Filosofía.
Este libro culmina, pero no finaliza
pues tiene otros libros en prensa o en proyecto, el esfuerzo de esta editorial en
contribuir a llenar el vacío existente en la temática sobre la Comunidad de
Castilla-La Mancha, tanto en campos de Geografía y Humanidades como en una
Historia global en varios volúmenes de esta Comunidad, así como determinados
aspectos de estos campos. Guadalajara está presente en muchos volúmenes de la
Biblioteca Añil, así como en la colección de Biografías.
Además del coordinador
(responsable de la Introducción y Cronología) participan diecisiete autores,
entre ellos el autor y periodista alcarreño Pedro Aguilar. En algunos apartados
el contenido es desigual, pues al estar encomendado a diferentes autores, éstos
han dado más o menos extensión a sus textos. El libro acaba con una Bibliografía
actualizada y una excelente Cronología, pero se echa de menos un índice
onomástico ante la cantidad de nombres que aparecen en este denso libro. Se
indica que, por motivos ajenos a los editores, los textos se redactaron en 2001
y 2002 aunque no han sido impresos hasta 2007. El libro deja constancia de una
gran mejora en el nivel y dotación cultural desde 1900 a 2000, con tiempos de
destrucción y tiempos de crecimiento siguiendo los avatares de España durante
el siglo XX. Estos momentos punteros de renovación y mejora coinciden con los
primeros años treinta, desde finales de los cincuenta y los años 80. También se
presta atención al deterioro debido a la Guerra Civil y el exilio.
El objetivo de este libro no es
hacer una historia de la literatura o de la pintura de las provincias
integradas en Castilla-La Mancha en el siglo XX. Como su nombre indica, es la Cultura, en general, el objeto de este
volumen. El análisis de su evolución deja constancia, como se indica en la
contraportada, “de la inexistencia de unacultura que pueda calificarse como regional” sino más bien de una cultura
que ha evolucionado compartimentada en provincias y cuyos autores más
destacados intentaban emigrar a (o colaborar con) centros como Madrid
(especialmente), Valencia o Sevilla. Se echa muy en falta el motor cultural de
una universidad, inexistente hasta 1985, por lo que ha sido más importante el
esfuerzo realizado por el profesorado que encontró su medio de vida en los
Institutos de Enseñanza Media (esfuerzo y labor aún muy poco estudiados) y
desde las Diputaciones Provinciales o los Ayuntamientos de las capitales de
provincia, así como Ateneos y Academias. Lo mismo podemos decir acerca de los
Museos, situación que ha cambiado muy para bien en los últimos 30 años. La
ciudad de Toledo descuella culturalmente sobre las demás en el siglo XX,
especialmente en su primera mitad.
En el libro hay una gran
profusión de nombres, índice objetivo de que no nos faltan o han faltado buenos
artistas y autores, pero también se indica que los más importantes no son
necesariamente autores castellano-manchegos sino sólo que han nacido en
poblaciones de la Comunidad y que “no han
repercutido en ella” en muchos casos, o si lo han hecho no ha sido más que
en el resto de España. Ejemplos señeros de “emigración
cultural” son el dramaturgo Antonio Buero Vallejo, nacido en Guadalajara y
el pintor Antonio López García, natural de Tomelloso.
El excelente compositor de
zarzuelas Jacinto Guerrero o los escritores Angel María de Lera y Federico
García Pavón marcharon a Madrid, aunque éste volviera a Tomelloso e hiciera a
su personaje Plinio policía en esta
localidad. Miguel Fisac ha dejado su huella arquitectónica por toda España.
Pero aún no podemos quitarnos el “estigma” de que los más conocidos a nivel
nacional sean Sara Montiel, Pedro Almodóvar (que se reconoce a sí mismo como
“manchego” pero que es un icono e impulsor de la “movida madrileña”), Santiago Bernabeu y Federico Martín Bahamontes,
dicho con todos los respetos, pues descuellan cada uno en su campo y la
“cultura deportiva” es parte evidente de nuestra sociedad.
El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra, que yo
mismo, a mi modesto nivel y con dos abuelas alcarreñas y un abuelo toledano,
encontré mi trabajo en Madrid y desde aquí hoy les escribo aunque, como el
conde de Romanones pero a otro nivel evidentemente, vaya en fin de semana y
vacaciones a Guadalajara.
El adjetivo de “denso” que aplico
a este libro, también significa que hay que saber mucho de cada tema para poder
y saber resumir, como es el caso de los autores de este libro. Algunos títulos
de capítulos incluyen la palabra “breve”,
“panorama” o “apuntes” pues cada capítulo podría dar lugar a un nuevo libro. El
estudio de las Artes Plásticas ocupan 47 páginas y es difícil resumir lo que ya
se expresa necesariamente de modo resumido, baste decir que creo difícil se
haya dejado algún artista sin mencionar adecuadamente.
La historia del cuidado de
nuestro Patrimonio la escribe la profesora Esther Almarcha, que menciona la
contribución a su deterioro tanto de la guerra de 1936-39 como de la “destrucción pacífica” en tiempo de paz,
desgraciadamente peor la segunda que la primera a pesar de que pudiera parecer
lo contrario. Desde las primeras declaraciones de Monumentos, esfuerzos de las
Comisiones Provinciales y creación de Museos, hasta los modernos Bienes de
Interés Cultural y la labor de la Junta de Comunidades, son resumidos en 29
densas páginas, sin olvidar la legislación existente en cada momento. Concluyen
que “los procesos de conservación,
recuperación y tutela del patrimonio … presentan en general las mismas virtudes
y deficiencias que el conjunto nacional”, indicando el retardo de las leyes
en articular los adecuados mecanismos y el problema económico. Precisa que debe
fundamentarse en “la definición de
criterios y límites realizados por verdaderos técnicos y no por recién llegados”.
La misma densidad de contenido e
importancia la encontramos en el capítulo dedicado a la Arquitectura y en el de
la Edición, separados por dos textos de menor extensión sobre Fotografía y Fotógrafos,
entre los que descolló Casiano Alguacil, natural de Mazarambroz (Toledo), y se
menciona a la Agrupación Fotográfica de Guadalajara. La Edición se separa en subcapítulos
uno para cada provincia de la Comunidad, con diferente autor. El de Guadalajara
ocupa cinco páginas. El autor del capítulo sobre la historia de la Prensa
escrita es Isidro Sánchez, En el dedicado al Cine se da noticia de las salas de
exhibición “históricas” en cada provincia, de las películas más importantes
rodadas, y de actores, actrices, productores y directores. El de Teatro da
noticia de los existentes, los Festivales teatrales o el teatro de calle, y su
autora Concha Vázquez biografía a los más importantes, entre ellos Antonio Buero
Vallejo y Francisco Nieva. La Cultura Musical y la Filosofía y sus corrientes
ocupan otros dos capítulos.
En el dedicado a la Antropología,
se reconoce que la Región es una “invención
política”, que no tiene porqué ser mala, inexistente antes de 1982 por lo
que esta fecha divide el enfoque antropológico hecho en el siglo XX en dos
partes. El perfil de la primera mitad del siglo es de publicaciones más bien
“costumbristas” y “locales”. Referido a Castilla-La Mancha, el autor, Javier
García, indica que se han publicado estudios donde “no hay análisis de antropología, muy poca etnología y algo de
etnografía”, aunque ahora nuestras comarcas despiertan ya el interés de los
investigadores. Destaca la influencia del espacio geográfico de La Mancha sobre
el resto de la Comunidad.
González-Calero indica que en los
últimos treinta años ha habido una apuesta por la creación de infraestructuras
culturales locales, repartidas por los más de 900 municipios, levantando nuevos
Museos, teatros, Casas de Cultura y Bibliotecas, pero no se ha apostado por
grandes acontecimientos internacionales “que
atrajeran interés foráneo”. La gran exposición Carolus en el Museo de Santa Cruz (Toledo, 2000) fue organizada por
la Sociedad Estatal para la Conmemoración
de los Centenarios de Felipe II y Carlos V con la colaboración de la Junta
de Comunidades. Fue muy publicitada y con una gran asistencia de público
lugares distintos de todo el Estado e, incluso, turistas.
El Museo de Santa Cruz no ha
dejado de emplearse posteriormente y de modo continuo para exposiciones, muchas
excelentes como “Celosías” en 2007,
organizada por la empresa pública Don
Quijote de la Mancha S.A. y en ella participaron profesores miembros del
Centro de Estudios de Castilla-La Mancha y de la Universidad de Castilla-La
Mancha. No es la única que se ha hecho desde Albacete a Toledo. Pero no han
recibido la suficiente publicidad a nivel estatal o de comunidad, o al menos no
ha he podido yo apreciar desde Guadalajara o Madrid. Frente a Santa Cruz he escuchado
a visitantes sorprenderse de encontrar una buena exposición de la que no sabían
nada. ¿Quién conoce en Guadalajara las exposiciones anuales “Herencia Recibida” en las que se exponen
las piezas restauradas por la Junta en la Comunidad? En la efectuada en
diciembre de 2005 fue la primera vez que se pudieron ver los “Ángeles de
Tartanedo”.
Esa publicidad sí se ha hecho
repetidamente, y con calado, respecto a la excelente Red de Parques
Arqueológicos. Lo que hecho en falta es, valga el ejemplo, conocer en
Guadalajara los actos culturales de Toledo o Cuenca, que animen a los
habitantes de la primera provincia a viajar a las otras a conocerlos.
Evidentemente, los vecinos de Guadalajara acuden a actos culturales en
Guadalajara (o en Madrid), pero en mucho menor medida a otras provincias de la
Comunidad, y este intercambio es lo que formaría conciencia de una cultura
regional, que ahora no existe.
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