jueves, 8 de marzo de 2012

Más de Tapices


BUNES IBARRA, Miguel Ángel de, “Las empresas africanas de las monarquías ibéricas en las tapicerías reales”, en CHECA CREMADES, Fernando y GARCÍA GARCÍA, Bernardo J. (Eds.), Los Triunfos de Aracne. Tapices flamencos de los Austrias en el Renacimiento, Madrid, Fundación Carlos de Amberes, 2011, pp. 224-247.

Una serie de trabajos llevados a cabo por el Grupo de Investigación Consolidado Santander-Universidad Complutense de Madrid, “Arte, arquitectura y civilización de corte en España (siglos XV-XVIII) y los Proyectos de Investigación del MICINN, “Las colecciones de los Austrias III. Inventarios reales de la Familia de Felipe II”, dirigidos por Fernando Checa Cremades, así como los Proyectos de Investigación del MICINN, “Cultura política y mecenazgo artístico entre las cortes de Madrid, Viena y Bruselas (1580-1715)”, dirigido por Bernardo J. García García, constituye la base de los estudios que se incluyen en el presente libro, que consta de tres partes:


I. Tapicería y pintura. Teoría y modelos de las artes figurativas (cuatro trabajos),

II. Cultura humanista y memoria simbólica (cuatro trabajos) y

III. Colección, herencia suntuaria y retórica de la magnificencia (siete trabajos).

Además de  la exposición Tapices flamencos para los duques de Borgoña, el emperador Carlos V y el rey Felipe II, que se presentó en la Kunsthal Abadía de San Pedro de Gante (del 20 de noviembre de 2008 al 29 de marzo de 2009), y su segunda versión ofrecida en colaboración con el Mobilier National y la Sociedad Estatal para la Acción Exterior (SEACEX) sobre Tesoros de la Corona de España. Tapices flamencos en el Siglo de Oro, en la Galerie des Gobelins de París (del 14 de abril al 4 de julio de 2010), sin olvidar la monografía que las acompaña, han contribuido eficazmente a la puesta en valor -recuperación historiográfica y revalorización cultural- del arte de la tapicería, que en España cuenta con importantes conjuntos manufacturados en Flandes durante el Gótico final y el Renacimiento.
Pues bien, dentro del segundo grupo de los estudios más arriba mencionados, centrados en la influencia que la cultura humanista de este periodo tuvo en los palacios de la nobleza y en las instituciones eclesiásticas, se incluye el trabajo de Miguel Ángel de Bunes Ibarra (C.S.I.C.), que estudia aquellas tapicerías que narran acontecimientos, entonces recientes, como las campañas norteafricanas llevadas a cabo por los reyes lusitanos entre 1458 y 1571 (Alcazarseguer, Arcila y Tánger) y por Carlos V en 1535 (Túnez), comparando el significado que dichas empresas alcanzaron en el contexto de las políticas que las provocaron, analizando detalladamente su recreación cronística, es decir, destacando aquellos aspectos más sobresalientes recogidos por las crónicas de dichos sucesos, y figurativa, como hechos heroicos de alto contenido simbólico, como vehículo de propaganda, cara a una mayor gloria de las dinastías de la Casa de Avís y Habsburgo.
“La utilización de este tema en las tapicerías que adornaban las estancias cortesanas o que se empleaban para embellecer calles y pabellones en ocasiones destacadas tiene como fin crear una imagen de una dinastía que recupera territorios controlados por los infieles al otro lado del Mediterráneo y el Atlántico”.
Por ello era muy importante que estos paños se vieran públicamente e incluso se hicieran copias, dado su alto valor simbólico.
Para no llevar a cabo un trabajo meramente teórico, Bunes se basa en dos series, las más conocidas, al menos en su aspecto, que tratan de la conquista de Alcazarseguer (1458), el asedio y toma de Arcila y ocupación de Tánger (1471), y la empresa de La Goleta y conquista de la ciudad de Túnez, en 1535.
Dos series cuyas características son completamente diferentes, tanto por la época de su realización como por su estilo artístico, lo que viene a dificultar su estudio comparativo como piezas artísticas, aunque sí permitan llevar a cabo una serie de reflexiones acerca de la visión que los propios sujetos de tales conquistas -los príncipes- quieren dar de sí mismos, de su personalidad y de las dinastías que representan.
En realidad se trata de dos “empresas” totalmente diferentes, ya que las realizadas por Alfonso V de Portugal son el resultado de una política de expansión, previamente planificada para asegurar el dominio de Ceuta, controlando las demás ciudades costeras del norte de África con el fin de vigilar el tráfico mercantil por el Estrecho y limitando los daños que los corsarios pudieran causar a la flota cristiana, además de buscar bases de aprovisionamiento para sus barcos, que rodeaban el continente. Una política que encontró continuidad en el tiempo, mientras que la campaña de Carlos V fue un suceso aislado, basado en las acciones esporádicas de un rey que buscaba más “encabezar un ejército por primera vez en su vida y que aspira a cumplir el ideal de “príncipe” que lleva leyendo libros desde que naciera en Gante”.
A pesar de todo, lo que iguala ambos conjuntos es que fueron encargados por los propios reyes o por su círculo de poder más allegado, por lo que representan empresas que conceden la mayor importancia a las huestes que combaten, destacando sus arreos, banderas y estandartes, como muestra de su poder sobre las fortalezas que asedian, el armamento, etcétera, que hablan del protagonismo de cada monarca en la expansión contra el Islam, quedando igualmente retratados los nobles que llevaron a cabo algunos hechos destacables, así como sus príncipes sucesores.
Los hechos que se narran en los tapices son verídicos y contemporáneos, lo que contribuye a su mayor eficacia propagandística. Además, señala Bunes, “la calidad de su diseño y ejecución, junto al tema descrito,  permitieron que estas telas sobrepasaran los acontecimientos que describen para transformarse en los propios símbolos de la Monarquía, o por lo menos en una de sus señas de identidad, como fueron sentidas y apreciadas por las diferentes generaciones que los contemplaron a lo largo de la Edad Moderna, e incluso en tiempos más recientes”, como prueba la copia que de los tapices de Carlos V que mandó realizar Felipe V, o el archiduque Carlos durante la Guerra de Sucesión, además de otras copias que se harán de los tapices de Pastrana para conservarlas en Portugal (en la actualidad en Guimarâes).
A partir de aquí se analizan los tapices a través de una serie de apartados. El primero es una pregunta: “La conquista del Magreb: ¿ideal de caballeros o empresa de cruzados?”. Aunque alguno de los escasos estudios recientes (principios y mediados del siglo XX) que acerca de las empresas representadas en la serie de la colegiata de Pastrana se refiere a los tapices como expresión de Cruzada, más parecen resultado de cierto “ideal caballeresco” que, en aquel momento impregnaba a toda la sociedad hispana, es decir: dichas empresas fueron motivadas por necesidades de carácter político antes que religioso, a pesar del gran número de veces que la cruz de San Jorge aparece representada en los tapices, puesto que éstas deben interpretarse como símbolos “del ensalzamiento nacional y de legitimación de la dinastía reinante más que como la lucha por la defensa de un ideario religioso”.
Los paños son también representación del valor del monarca como príncipe cristiano y contribuyen con ello a crear una simbología del héroe siempre alentando a sus hombres en los momentos más difíciles: “El Rei com a cara mui segura como suo real coraçâo era sempre nos peligros” (Rui de Pina, Crónica de el Rei D. Afonso V, Lisboa, 1902).
Sigue: “El paso a África: la creación de la imagen del héroe y la vinculación del valor de la nación”, en que se analiza la mayor disparidad existente entre las dos series de tapices, y que estriba en el diferente papel que se otorga a sus protagonistas, por un lado Alfonso V, como cabeza de un reino en expansión que requiere nombrar nuevos caballeros -a los que se retrata y menciona en cartelas- y el control de sus ansias bélicas, y la intención, totalmente distinta, de Carlos V, al que se representa en un segundo plano, para dejar protagonismo a sus soldados, procedentes de diferentes tierras de su amplio imperio.
Y, finalmente, “Las tapicerías de Arcila y Túnez, un símbolo e imagen de poder y respeto”, puesto que -como se ha dicho antes- a pesar de quedar la imagen del emperador en un segundo plano, dejando el primero a sus tropas, las cartelas -en castellano, que no en latín- destacan la participación de Carlos V y los principales nobles que lo acompañan en las acciones más destacadas, además de que el mismo hecho de que las cartelas estén escritas en castellano vincula los sucesos representados a la nación española.
De hecho, los propios tapices que comentamos sirvieron en alguna ocasión para comprobar la veracidad de algunos sucesos, así el intento de apropiación por parte de Carlos V de los que tuvieron lugar en Túnez, que tanto malestar provocó en las otras naciones que intervinieron en ellos y de donde surgieron las diferencias entre Paulo Giovio y el emperador, por lo que puede decirse que dichos tapices se convirtieron en algo “vivo”, en la representación de la dinastía que los mandó fabricar, amén de servir como objeto de validación de la propia historia que narran, al igual que sucedió con los paños portugueses.
Un trabajo muy interesante, cargado de sugerencias, que nos habla del significado simbólico de esa magnífica colección de paños que conocemos como los “Tapices de Pastrana”.

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