Gracias a este pequeño libro de Ernestina Coello González,
Molina de Aragón y su tierra se constituye en ejemplo de cómo vislumbrar, y al
fin entender, a esa nueva población que le llega al altiplano: mujeres sobre
todo, que van a dando lo mejor de sus vidas en una tierra que esta[ba]
destinada a vaciarse. En el tema de la despoblación de la España interior, y en
uno de sus perfiles, destaca la posibilidad de nutrir la demografía con
inmigrantes. Esos a los que muchas veces acusamos de que solo quieren ir a las
grandes ciudades, al resplandor del oro. Pero es evidente, y este librito lo prueba,
que muchas vocaciones de vida llegadas desde más allá de nuestras fronteras, no
le hacen ascos a la posibilidad de latir en estos lugares lejanos y
silenciosos.
Una empresa mínima y plausible es la que ha creado Pedro
Herranz Hernández, desde su rincón penúltimo de El Pedregal, y a la que ha
puesto por nombre “Editorial Latir la Tierra”. A través de pequeños libros,
hechos entre muchos, (y con la ayuda, todo hay que decirlo, del Estado
benefactor a través del Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha), está
reuniendo voces que piden la supervivencia de la tierra molinesa. En esta ocasión, es Ernestina Coello, la que plasma sus saberes y reflexiones en “Mujeres 10 en
Tartanedo”, a través de las historias –breves– de algunas mujeres inmigrantes
que han llegado hasta los pueblos de la sesma del Campo molinés. Tuve la suerte
de pasar un rato con ella en su “Casona de los Utrera” hace unos días, saludando
al tiempo a su marido, mi buen amigo Teodoro Alonso Concha. Y viendo como esta
parcela de la España en trance se defiende y apuesta por sobrevivir a pesar de todos
los pesares (incluido el malísimo estado de la carretera CM-2107, que sube
desde Anquela del Ducado a Milmarcos).
El libro que firma Ernestina Coello, en el que ha colaborado
la Asociación “La Sabina”, es un alegato por la dignidad del trabajo, de las
ganas de superación, y de la fe en las propias acciones, de las mujeres que
venidas de otros continentes ha recalado en Tartanedo, la mayoría de ellas
ayudando a los más mayores de este lugar molinés. Son historias sencillas,
narradas a través de diálogos, como en pequeñas reflexiones que se apoyan sobre
lo que las mujeres manifiestan. Las historias de Fatom, de Julia Flores, de
Jacqueline Rojas, de Yana Hristova, de Fatima, se mezclan con las de Carmen
Estabilito, Pilar Gil Hernando y Pilar
Concha Herranz: las que han venido, y las que se fueron. Es curioso como las
vidas de todas, españolas y extranjeras, se mezclan en ese último afán que es tratar
de ser felices con muy poco en una tierra donde te dejen en paz.
Gracias a Ernestina por darnos a conocer estas historias que
en su raíz son silenciosas, porque alborotan la conciencia, y te convidan a
tomar partido. Gracia a Pedro Herranz, a quien [casi] nunca le falla el corazón
para decirnos, a través de libros tan mínimos y honrados como este, que su mayor
ilusión es forjar una sociedad de amistades y colaboraciones. Y hacerlo desde
tan remoto lugar (El Pedregal, o Tartanedo) porque en ese terruño alto y frío
sigue viva la intención de mantener a España viva, a toda ella.
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