Aunque nunca ha estado considerado como profesión u ocupación de riesgo, el “alcarreñismo” militante tiene sus peligros. Puede acarrear la muerte, incluso. Y si alguien no lo cree, aquí van tres ejemplos, por abreviar, de los muchos que podrían ponerse.
Valfermoso de las
Monjas
Es el día 9 de noviembre de 1969, y en el monasterio
benedictino de San Juan Bautista, en Valfermoso
de las Monjas, se vive una inusitada actividad. Llegan coches
negros a sus puertas, las monjas andan nerviosas y con prisas por los pasillos,
algunos periodistas han venido. ¡Hasta José Antonio Ochaita, el gran poeta de
la Alcarria, ha venido, porque no quiere perderse el acontecimiento. Se trata
de una exaltación del alcarreñismo en su vertiente monacal: sor María Felisa de
San José De Calasanz cumple ese día 100 años de su vida. Y convocados por el
Núcleo “Pedro González de Mendoza” acuden al valle del Badiel muchos alcarreños
de pro, entre ellos, Mariano Pérez Pardo, presidente de la Diputación
Provincial, y Laureano Castán Lacoma, obispo de la diócesis. José de Juan-García,
director de “Nueva Alcarria”, también está. Y
Angel Montero, presidente del Núcleo..
Tantas emociones juntas, tantas felicitaciones, misa tan
solemne, poemas tan arrebatados, crónicas tan laudatorias, vienen a causar tan
honda emoción en la monjita que ese mismo día fallece, con el corazón a
reventar de sustos, agradecimientos y traspasos. Una víctima (involuntaria por
parte de todos) del alcarreñismo más intenso y militante.
Vega del Henares
A mediodía del 12 de octubre de 1933, y con objeto de comer en
Guadalajara con el matrimonio Camarillo, para ir preprando fotos, textos y
estructuras del libro que ha terminado dedicado a los “Castillos de
Guadalajara”, el matrimonio formado por Francisco Layna
Serrano y Carmen Bueno Paz
se montan en su coche y se dirigen hacia la capital de la Alcarria.
En la vega del Henares, a la altura de la finca de La Aceña, un mínimo percance les hace detenerse, y ella es arrollada por un camion, que la empotra contra un árbol, muriendo poco después. Siendo enterrada al día siguiente en el cementerio de Guadalajara, bajo la frase que mandó poner su marido: “Aquí descansa Carmen Bueno Paz. Laborando por enaltecer la Alcarria, halló esta dama la muerte”. Él se quedó lastimado de un ojo de por vida. Y con el corazón siempre dolorido por la pérdida.
En la vega del Henares, a la altura de la finca de La Aceña, un mínimo percance les hace detenerse, y ella es arrollada por un camion, que la empotra contra un árbol, muriendo poco después. Siendo enterrada al día siguiente en el cementerio de Guadalajara, bajo la frase que mandó poner su marido: “Aquí descansa Carmen Bueno Paz. Laborando por enaltecer la Alcarria, halló esta dama la muerte”. Él se quedó lastimado de un ojo de por vida. Y con el corazón siempre dolorido por la pérdida.
Es esta una muerte casi heroica, porque el joven matrimonio,
entusiastas de su tierra, él médico y escritor, ella muy culta, preparan en sus
viajes el hallazgo de edificios, de documentos, de fiestas y aconteceres que le
dén sentido a esa palabra del alcarreñismo, como un viaje hacia la hondura de
sus raíces. En ese inicio de un viaje que pormetía ser largo, y provechoso,
ella muere en el ejercicio de esa pasión por Guadalajara. Otra vida que se
cobra el alcarreñismo.
Pastrana en la noche
En la noche del 17 de julio de 1973, celebrando los “Versos a medianoche” en el atrio de la Colegiata de
Pastrana, sobre un entarimado y tras un micrófono inestable,
después de haber cenado con parquedad, a convite del Núcleo “Pedro González de
Mendoza”, anfitrión del evento, se juntan y suceden diversos poetas para
recitar loas a la Alcarria. Allí están Carlos Murciano, Rafael Duyos, José Antonio Suárez de Puga,
Paco Cortijo (que es además el alcalde pastranero), Manolo Revuelta, Baldomero
García Jiménez y, por supuesto, el alma perenne de cualquier reunión
alcarreñista, José
Antonio Ochaita. Todos se afanan en declamar sus poemas, apasionados,
medidos, sonoros, en loor de la Alcarria y de sus gentes. Les late el corazón
aprisa. Pero al final, cuando recita con emoción contenido “Tengo la
Alcarria entre las manos”, a Ochaita le falla el órgano vital y cae
desplomado al suelo. Está muerto. Un final que nadie preveía, tan solo él, que
poco antes del acto nos dijo, emocionado, que a él como le gustaría morir sería
recitando versos sobre un escenario. Y vaya si se cumplió el anhelo!!!
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