MAÑUECO, Juan Pablo, Viaje a Brihuega y las primeras cincuenta castellanas. Donde se narra la segunda salida de Alcarriante, Guadalajara,
Aache ediciones, 2016, 194 pp. [ISBN: 978-84-92886-93-7].
El libro que comentamos es,
por así decir, la continuación de otro anterior titulado Viaje a la Alcarria, versión XXI (2016) que Mañueco escribió al
cumplirse el setenta aniversario de la edición del Viaje… que escribiera C.J.C. Su autor indicaba entonces que no “iba
a seguir las huellas de nadie -aunque sí podía seguir la misma dirección-, en
un viaje ajeno perteneciente a otra época, donde no hay personajes de relieve
que bus car y donde además se refleja una Alcarria antigua, anacrónica,
desfasada, trasnochada y rancia”.
Claro está que en la obra de
Cela no aparece personaje alguno de la importancia literaria de un Don Quijote
de la Mancha y Sancho, su escudero, que jamás morirán.
Es cierto también que Mañueco
reconoce que aquella Alcarria que describió más arriba como antigua y
anacrónica, de postguerra, ha ido cambiando a pasos agigantados con el paso del
tiempo, pero no debe olvidarse que tanto Don Quijote como Sancho, tampoco dejan
de ser meros personajes de ficción y que los que mueve Cela en su narración
fueron personajes literarios en algunos casos, pero que el resto, un gran resto,
fueron seres humanos como usted y como yo, sujetos a las mismas o parecidas
pasiones, herederos de una Alcarria de autosubsistencia, por lo que Cela, como
su autor que fue, no insufló a tales personajes el toque mágico de la inmortalidad
ya que “solo recoge o se inventa sus nombres y su pasar por las líneas de la
novela. Sin más ni más…”.
Habría mucho que hablar
acerca de este concepto. Pensemos en primer lugar que el Quijote fue escrito a
comienzos del siglo XVII (1605, la primera parte) y 1615 (la segunda) y que, a
pesar de los pesares, en la obra cervantina se mueven personajes vivos, de
carne y hueso, que representaron la vida cotidiana a través de sus trabajos y
cometidos: el barbero es barbero, el cura lo es y ejerce, la sobrina y la criada
no son personajes ficticios y, hasta el mismo Sancho pasó de labrador y
destripaterrones a escudero, en contraposición al sujeto de la obra, un Don
Quijote que ha perdido la cabeza de tanto leer libros de caballerías, cuyas
hazañas quiere imitar en todo.
Algo parecido ocurre con lo
que sucede en el Viaje a la Alcarria
de Cela, aunque salvando las distancias que, en general, no son tantas si se
analizan en profundidad. Cela, es cierto, no dotó a sus personajes o a alguno
de ellos, del don de la persistencia en el tiempo, pero tampoco tenía la
obligación de hacerlo, y es que, en efecto, sus personajes viven las vivencias
propias de 1os años anteriores a 1946… mal que le siente a Mañueco.
Luego surgen una serie de
preguntas: “¿Qué queda en el momento presente de aquellos personajes del año 46
si el contexto ha cambiado y ya murieron?”, “¿Es bueno promocionar la Alcarria
actual a partir de una tierra subdesarrollada?”. Quien esto escribe piensa que
una cosa nada tiene que ver con la otra y que, a lo mejor, es bueno que el
lector de Cela parta en la lectura de su libro de aquella tierra que Mañueco
llama, quizás con razón, basta y burda. Pero ahí está el quid de la cuestión, que es necesaria
esa partida para poder establecer una comparación con el momento actual.
Eso puede verse
clarísimamente en el Segundo Viaje a la
Alcarria, un libro escrito, así nos lo parece, de mala gana, con elementos
actuales que, en muchas ocasiones, figuran ser más bastos y burdos que los de 1946. Es cierto que el tiempo cambia las
cosas, pero las cosas que son mudables, por lo que es más difícil que cambie la forma de ser y de
pensar del ser humano, en este caso del alcarreño de hoy, en algunos aspectos
más basto que el del año 46, aunque ahora, en este tiempo, en 2017, haya formas
de información, educación y cultura que contribuyan a que esta gente, la de
ahora, pueda adquirir una educación general mucho más amplia y selectiva que
aquella, y que, aunque los medios existan, no se quieran utilizar como es
debido.
Pero no nos desviemos del
tema que comentamos. Cierto que los personajes de Cela no representan
arquetipos de nada. Pero no se trata de eso ni era eso lo que posiblemente
pretendiera Cela a lo largo de su viaje.
Y añade después que al
desaparecer físicamente sus personajes, ya no pueden ser entrevistados acerca
de si vieron o no pasar al novelista que habló de ellos y dejó su huella en las
páginas de sus cuadernos de notas, previa al viaje… Pero eso tampoco puede
hacerse con los personajes del Quijote, a pesar de que nuestro buen amigo
Mañueco no quisiera interesarse por conocer la ruta geográfica de la obra, ni
por las presuntas personas reales en que Cervantes pudiera haberse inspirado y
que contienen cierta hondura, cosa que, según Mañueco, no sucede en el libro de
Cela donde los personajes carecen de vida propia.
Lo cual no deja de ser una
exageración, ni mirar para otro lado, empecinándose en querer olvidar algo que
es una verdad de tomo y lomo. Y ni siquiera la Alcarria de Cela ha perdurado.
Pero, insistimos, eso también ha pasado con el Quijote. Por eso, concluye, el Viaje a la Alcarria es de Cela, suyo
propio, personal, mientras que el viaje de Mañueco sería un libro totalmente
distinto, suyo e intransferible y, por eso, quiere abandonar aquella ruta para
penetrar en la Alcarria por otros caminos diferentes.
Ese “abandono” surgió
precisamente en Brihuega, donde su viaje se separa de la ruta matriz y busca
propios y distintos rumbos a seguir, aunque para ello tenga que reincidir y
volver a la carga anticeliana, que dibuja una Guadalajara “llena de mulas,
asnos, carros, moscas, chinches, malas posadas, peores caminos, alcaldes
maulas, delatores, miradas de recelo y de sospecha y usuarios de destartalados
autobuses vomitando en el coche de línea sobre el pasajero de enfrente”, una
Guadalajara que tampoco ha perdurado, afortunadamente”. O sea, una Guadalajara
desfasada y enterrada por el tiempo que “¿Qué puede aportar a los lectores del
siglo XXI?”. Quien reseña su obra, piensa que Mañueco se deja llevar por conceptos
distintos que nada tienen que ver unos con otros, y piensa también que,
simplemente, sin meterse en berenjenales, Cela describe lo que ve, es decir, lo
que había, al igual que un libro de viajes de cualquier señorito británico
recoge en sus páginas otros aspectos, los que había y los que vio, pongamos por
caso en la Andalucía de 1789, cuando los “curiosos impertinentes” hacían su
periplo europeo siguiendo la moda burguesa del momento.
Quiero decir, que una cosa
nada tiene que ver con otra y que el Viaje…
de Cela puede aceptarse o no, pero es lo que había, no hay invento alguno. Hay
descripción. Por eso, cuando los chicos del bachillerato leen la obra
consideran que es aburridísima “en este libro no pasa nada”. Pero, ¿qué es lo
que tiene que pasar? Pasa lo que pasó y eso es lo que quiere Cela que pase,
nada y por eso, no obliga a nadie a que lea su obra, esta obra concreta.
Después completa su visión
con el “Cela genial” a quien considera el tercer mejor prosista en castellano
de todos los tiempos, aunque no sea en los libros de viajes donde esta faceta
quede más patente, por lo que el Viaje a
la Alcarria no es genial, sino imitable y por eso se le ocurrió escribir
este otro Viaje a la Alcarria, a cuyo
título añadió la coletilla de “versión
XXI”, no para perderse en comentarios sobre lo que ya no existe, sino para
dar cuenta de lo eternal de la Alcarria: sus valles, vegas, villas, pueblos,
caseríos, sus paisajes, algo de su historia y de su arte, etcétera, algo, en
líneas generales que viene a caer en lo que antes criticó, en dejar huella de
lo que, simplemente, se ve, aquello que, cuando su libro sea leído dentro de un
siglo o mucho menos, será a su vez comentado y podrán oírse comentarios en voz
alta tal vez como los que siguen: “¿Hay que ver qué cosas escribía el tal
Mañueco este? Porque si os dais cuenta no dice nada de su cosecha propia y sí
de lo que anotó en su libreta, acerca de una Guadalajara inexistente, pasada,
muerta, olvidada”. Es el ciclo de la existencia llevado a la Literatura.
Mañueco comenzó a escribir su
versión XXI el 28 de abril y, a mediados de junio estaba ya lista para su
publicación. Evidentemente aparece en ella una Alcarria tecnológica y
contemporánea. Es decir, en el momento en que nos encontramos. ¿Su contenido?
Dos viajes literarios en un mismo libro; uno en prosa, otro en prosa y verso,
que se completan con los pueblos de las alcarrias de Cuenca y Madrid. Y dos
novelas breves intercaladas: La novela de
Tórtola de Henares y La novela de
Torija, en las que sí se recogen algunos diálogos de los ya pasados años 50
y 80.
El Viaje a Brihuega y las primeras cincuenta castellanas es una
continuación exacta de la primera parte del libro: comienza físicamente en la
hora y el lugar donde concluyó: en un bosque entre Fuentes de la Alcarria, Trijueque
y Brihuega donde, camuflados los protagonistas y Alcarriante, contando con la
ayuda de un dron para llevar a cabo un experimento científico cuyo alcance
todavía no han podido evaluar. Después de la villa de “los andaluces de la
Alcarria” siguen camino hasta Villaviciosa de Tajuña (aquí se rompe con el Viaje… celiano), pensando en ir hacia
donde ya se verá, cuando la novela que ahora se abre conozca su tercera parte,
por lo que Mañueco pide al lector de la obra que comentamos que, de momento,
tendrá que conformarse con ver lo que les acaece a Pedro Bernardo Castillo
Pastor-Palencia y al escribidor cuando llegan a Brihuega tras contactar con sus
habitantes, representados por Manuel Torija Martínez, y que servirá para
ponerle en antecedentes de los que muchos sucesos que todavía están por llegar.
En el último capítulo mezcla la prosa y el verso, como ya se dijo, puesto que
Alcarriante sorprende con ello a sus compañeros de gira. El verso consiste en
una composición denominada “castellana”, inéditas y cuyo empleo se puso de
manifiesto en un libro digital titulado Saetas
a las Semanas Santas de España. Alguna de estas “castellanas” va encabezada
por “aria” según se hizo en Donde el
Mundo se llama Guadalajara (2015), indicando con ello que son las de lectura
recomendada por su autor.
Sea por tanto bien recibida
esta nueva entrega, este nuevo Viaje…
de Juan Pablo Mañueco, que tantas cosas buenas está aportando a la literatura
de Guadalajara y queden atrás las discusiones literarias previas, que a casi
nada conducen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión sobre este libro nos interesa. Escríbela aquí.