sábado, 21 de enero de 2017

El melonazo

DOMINGO ANDRÉS, Gabino, El Melonazo, Madrid, El Autor, 2015, 134 pp. [ISBN: 978-84-608-4243-9].
El libro que comentamos es, antes que nada, un divertimento, un libro para pasar un rato agradable ya que se presta para ser comentado en alguna reunión con los amigos. Gabino Domingo tiene desde hace años voluntad de escritor y, la verdad sea dicha, es que no hace mal. Ya son media docena los libros que ha escrito, generalmente sobre su pueblo, Membrillera, -Membrillera (2003), Membrillera en la poesía (2008), La casa tradicional de Membrillera (2008), 100 cantares de ronda de Membrillera (2009)- y sobre su ocupación en la Freiduría de Gallinejas de Embajadores, -Las Gallinejas, en colaboración con David Sanz (2011)- de la capital de España, aparte de  El Melonazo y de Treinta mesas, treinta historias, por el momento sus últimos trabajos publicados.
El Melonazo, aunque no lo parezca, es un personaje existente en la vida real, -si nos paramos a pensar son muchos los melonazos que nos encontramos a lo largo de la vida, unos con más gracia que otros-, un personaje de verdad, de carne y hueso, especialista en soltar a los cuatro vientos las ocurrencias más descabelladas como, por ejemplo, meter los dedos en la sartén para saber si el aceite está hirviendo, cosa que para él es lo más normal del mundo y así hasta casi medio centenar de anécdotas que Gabino Domingo ha ido anotando cuidadosamente y que ahora ha reunido en este libro, de ahí “El increíble mundo de un Melonazo descomunal, un personaje que no necesita caminar porque cuando termina de hablar, está al final de la senda”.
Evidentemente nuestro querido autor se guarda muy mucho de dar el nombre del tal Melonazo, pero eso es lo de menos ya que lo que verdaderamente interesa al lector es conocer suficientemente al personaje como para tener una idea cabal del mismo y el autor cumple este cometido a las mil maravillas añadiéndole la chispa y el gracejo correspondientes, porque no conviene olvidar que Gabino Domingo es un señor con cierta retranca y un alto grado de ironía, que no suelen pasar desapercibidas para quienes conversan con él de forma desenfadada, es decir, fuera del trabajo, por eso pide al lector que sea optimista y tenga sentido del humor para iniciar la lectura del libro.
Gabino Domingo describe en el prólogo al Melonazo. Dice de él que
“Es un personaje híbrido, tiene un poco de todas las humanidades, desde la calma chicha hasta la metafísica de los indios, es como Dios, pero de barrio. Es un santo que siempre ve más de los demás y dice algo diferente; lo que a nadie se le ocurre lo tiene guardado en la chistera. Tiene en cada momento un almacén de contestaciones eléctricas, preparadas en la punta de la lengua para cualquier pregunta o interrogante de los tertulianos. En caso de que nadie pregunte no importa, él contesta y propone de todas maneras”
y añade que dice y hace cosas increíbles: igual pela una gallina con los pies, que capa  un perro con unas tenazas y muchísimas otras lindezas que lo definen.
Las obras son su punto débil y cuando compra huevos quiere saber si son de gallina vieja; da consejos a los podadores y a los médicos, de modo que está muy bien dotado para solucionar cualquier problema -incluso aquellos que no existen-.
Cuando explica sus extravagancias, quien las escucha puede llegar a descerebrarse. Podría ser -añade Gabino Domingo- un pariente de Don Quijote, una mezcla actual de dicho caballero y de su escudero Sancho, aunque tampoco falta quien piense que bien pudiera tratarse de un extraterrestre.
En lo que se refiere a sus comienzos, o sea, a su nacimiento, muchos sabios han visto la posibilidad de que pudo tratarse de un naufragio que el Melonazo provocó dando patadas en el interior del vientre de su madre.
Alguna de sus hazañas fueron investigadas por los chicos de la prensa y una de las pistas les condujeron hasta Membrillera, un pueblecito de la provincia de Guadalajara, donde conocieron a doña Eulalia, una santa que les dijo:
“Hijos míos no hagáis caso de lo que cuentan por ahí… Yo sé lo que pasó, soy vecina de la Tomasa, la que parió como buenamente pudo a ese al que ustedes llaman Melonazo. Era una buena mujer, ¡Dios la tenga en la gloria! Decir que había nacido en el mar o en la selva, ¡nada de eso! Son trolas muy gordas que les cuentan a ustedes. Ese calabazón o Melonazo, como quieran llamarle, nació en este pueblo, el niño era un borrico y no le dio tiempo a su madre a llegar a casa. Tuvo que parirle como las cabras ¡en el monte! Pero ese es castellano, como Don Quijote. Aunque a este pájaro habría que llamarle Panza-Quijo porque tiene más de Sancho que de Hidalgo y es más burro que Rucio. Esa es la verdad. ¡Lo otro son gaitas! Decir que nació en África, ¡qué cosas hay que oír! Cuando todos los del pueblo sabemos que es hijo de la Tomasa. Esa sí que pasó un purgatorio hasta que nació. Era como un toro y mejor hubiera sido que lo hubiera atado con una cadena a la higuera que tiene en el corral”.
Perdónesenos la extensión de la cita copiada más arriba, pero es que es casi la única forma que hay para que el lector vaya haciéndose una idea de quién es y cómo es el protagonista del libro.
Lo curioso del caso es que el pavo nació el día 31 de febrero de un año del siglo XX y, al poco de nacer, su familia se fue a vivir a Madrid, donde durante mucho tiempo se le perdió la pista, puesto que no se sabe a ciencia cierta en qué lugar moraron, ya que estaba entre Pinto y Valdemoro, de ahí las dudas surgidas acerca de su lugar de nacimiento…
El libro, no muy extenso (134 páginas) -a pesar de las discrepancias surgidas entre el autor y su secretaria- y consta de cuarenta y seis capítulos, generalmente breves, en los que se dan a conocer detenidamente algunas hazañas del Melonazo, todas de lo más variado y con las que, sin duda, el lector se reirá o, al menos, esbozará una sonrisa comprensiva o, tal vez, algo triste. 
José Ramón López de los Mozos

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