MAÑUECO, Juan Pablo, Con Machado, esperando a Prometeo (Acción dramática en tres actos.Poemas. Relato), Guadalajara, Aache Ediciones / El Autor, 2015, 276 pp.
Con Machado,
esperando a Prometeo es un libro de esos que podríamos considerar como “raro”,
puesto que junto a una obra teatral que sirve de base, múltiple y
caleidoscópica, escrita desde ese “realismo simbólico” -que Mañueco inauguró en
2014 con Viaje por Guadalajara ¿Dónde estáis los que solíais?- se añaden aspectos lírico-poéticos y relatos
diversos. A pesar de todo se trata de una obra fácilmente comprensible para el
lector y, precisamente por ello, aconsejamos su lectura pausada.
Como señala Juan Pablo Mañueco en su breve y
explicativo prólogo, la obra teatral está concebida para ser leída, lo que
explica, precisamente, que existan algunas partes noveladas, cantadas,
recitadas e incluso cinematografiadas.
Se trata de una función unitaria en un solo escenario,
en el tiempo y en los personajes, que nos recuerda, en cierto modo, a Esperando a Godot, aunque en este caso
el hecho tenga lugar en el cementerio de Colliure (Francia), donde permanecen
enterrados los restos del poeta Antonio Machado. No así su trama, que contiene
un doble argumento, de modo que la obra podría representarse y leerse por
separado, porque cada aspecto tiene valor en sí mismo.
Dentro del texto hay un primer hilo argumental que es
“Con Machado, hablando de Castilla”, que viene a ser una especie de diálogo o
debate entre el propio Machado y Gerardo Diego, veinte años menor en edad,
acerca del paisaje humano y geográfico de Castilla, separados, claro, por
estéticas nítidamente distintas, talantes y perspectivas personales, pero,
especialmente, por la guerra. Pero ambos poetas no están solos. Así, en el
segundo acto, hay algunos engarces con el primero y el tercero, en los que
aparecen figuras señeras como Claudio Sánchez-Albornoz, Dionisio Ridruejo,
Julio Senador, Miguel de Cervantes y Francisco de Quevedo.
Por otro lado, “Esperando a Prometeo” es una acción
dramática en la que intervienen otros dos personajes: Gerardo -sin apellido, en
este caso- y el Intruso, que esperan la llegada de un tercero, que es Prometeo,
y que anuncia un Muchacho cuya fisonomía cambia en cada acto. Interviene
también Machado. Es, ciertamente, este apartado un homenaje a Samuel Beckett,
aunque aquí se espera un concepto o alguien diferente.
Trabados, nunca mejor dicho, en los actos segundo y
tercero, se incluyen unos entremeses, siempre breves, titulados Entremés de don Quijote y de las comarcas
castellanas, Entremés del mosén y del
Niño Crucificado, Entremés de los
orígenes de Castilla y Entremés de la
diversidad de tonalidades de Castilla, que pueden leerse enlazados con el
resto de la trama, a la que complementan -independientemente porque tienen
sentido por sí mismos-, o prescindiendo de ellos y seguir el hilo conductor de
la acción principal.
Además de todo lo anterior, como ya se ha dicho, el
libro contiene más un relato integrado en el segundo acto (cuya tipografía
también destaca), escrito en prosa, corto: “Los medios de incomunicación”, que
protagonizan precisamente los tres personajes principales de la obra: Antonio
Machado, Gerardo Diego y el Intruso.
Finalmente, cabe decir que los poemas, algunos
clásicos conocidos y otros inéditos, simplemente cumplen una función
explicativa.
Como hicimos anteriormente con Cuarenta Sonetos Populares le hemos preguntado a su autor acerca de
Con Machado, esperando a Prometeo:
P.- ¿Por qué ese título de “Esperando a Prometeo”,
aquél que robó el fuego de los dioses por lo que fue atado a una roca por
siempre jamás? ¿Qué simbolismo se encierra detrás del personaje mitológico?
R.- Esta es una obra de teatro que se desarrolla en el
cementerio de Colliure, ante la tumba de Antonio Machado. Allí tiene lugar una
doble acción dramática: por una parte, un diálogo entre Antonio Machado y
Gerardo Diego sobre literatura, Castilla y su paisaje o paisajes, y sobre
España a lo largo de la Historia y del siglo XX.
Por otra parte, existe sobre el mismo escenario y con
los mismos personajes principales -sólo con la variación de los secundarios,
que entran y salen de escena varias veces- otra diferente línea argumental: dos
personajes esperan a alguien, que no se sabe si vendrá o no vendrá, pero que
ellos esperan.
P.- ¿A quién esperan?
R.- A Prometeo.
P.- ¿Y a quién simboliza Prometeo?
R.- A Prometeo.
P.- Luego Prometeo es…
R.- Prometeo.
P.- Esto me recuerda mucho al comienzo del
libro de Álvaro Cunqueiro Un hombre que
se parecía a Orestes, en el que ven a un hombre que se parecía Orestes y
todos pensaron que podría ser Orestes. ¿Y quién podría parecerse tanto a
Orestes, sino el propio Orestes? Pero me parece que debemos salir de este
círculo vicioso…
R.- Así es. En la obra de teatro a la que nos
referimos ocurre algunas veces, pero finalmente los personajes salen de todos
esos ovillos.
Aquí Juan Pablo Mañueco piensa que “Esperando a
Prometeo” puede explicarse de forma práctica, de modo que el teatro se fusiona
con la propia entrevista.
P.- Pues vamos a ver si nosotros salimos de éste… ¿Te
has basado en algún antecedente para esta obra?
R.- Sí.
P.- ¿En un antecedente clásico, del mundo griego, por
ejemplo…?
R.- Conscientemente, no. Aunque hay quien dice y cobra
por decir estas cosas, que los griegos, en Humanidades, Religión y Arte, ya lo
inventaron todo. Por lo que no hay forma de no caer en alguno de sus mitos,
aunque no sea eso lo que se pretende.
P.- E incluso algunos aseguran que los griegos ya se
lo encontraron todo inventado, y que, en ese campo, todo había sido concebido
ya cientos o miles de años antes de ellos.
R.- Eso tendría que haberlo respondido yo, señor
entrevistador. Ahora se ha producido un trueque de papeles entre quien pregunta
y quien responde.
P.- Es posible.
R.- Es seguro.
P.- ¿Cómo lo sabe?
R.- Lo deduzco, por el contexto.
P.- Está bien. Me reincorporaré a mi papel de
entrevistador. Al fin y al cabo nuestra libertad en este mundo es limitada en
todo momento.
R.- ¿Y en el otro?
P.- Ahora es usted el que se ha apoderado de mi papel
de entrevistador.
R.- ¿Cómo lo sabe?
P.- No haga que me enfade. Porque usted me acaba de
formular una pregunta.
R.- ¿Está seguro?
P.- Segurísimo.
R.- ¿Cómo lo sabe?
P.- Basta con leer unas líneas más arriba.
R.- ¿Usted puede leer las líneas de este escrito?
P.- Me sigue usted preguntando.
R.- Responda, no se aparte de la cuestión esencial.
P.- ¿Qué me preguntaba usted, señor entrevistado?
R.- Que si tendremos libertad en el oro mundo.
P.- ¡Ajá!
R.- ¿Cómo que “ajá”?
P.- ¿Ha visto como sí es cierto -y usted lo admite-
que me estaba preguntando?
R.- Sí, lo admito. ¿Y qué hay con ello? ¿Es algo malo?
P.- Si es usted el entrevistado, sí. Todo tiene unas
reglas que no pueden saltarse a la ligera.
R.- Luego nuestra libertad en este mundo es muy
relativa.
P.- Eso ya no sé si le corresponde a usted o a mí
afirmarlo.
R.- Lo que sí puedo afirmar es que usted, señor
entrevistador, no responde a lo que yo le pregunto.
P.- Porque hay preguntas que no tienen respuesta y
usted formula alguna de ellas.
R.- ¿Le gustaría a usted cobrar vida propia más allá
de esta entrevista?
P.- Ya la tengo.
R.- Luego no es usted un ente de ficción.
P.- Comienzo a dudarlo.
R.- ¿Puede usted leer las líneas de más arriba de esta
entrevista?
P.- No, porque aún no está escrita.
R.- ¿Está usted seguro?
P.- Sí.
R.- ¿Cómo lo sabe?
P.- Porque tengo que escribirla yo.
R.- ¿Por qué?
P.- Porque soy el entrevistador.
R.- ¿Y aún no lo ha hecho?
P.- No
R.- ¿Cómo lo sabe? ¿En qué se basa para efectuar ese
aserto que quizá para otras personas no resulte tan axiomático, sino que lo axiomático
y lo evidente fuese lo contrario?
P.- Ya me está enfadando de verdad, porque estoy
hablando con usted y aún no sé lo que va a responderme, así que no lo he podido
escribir aún.
R.- ¿Por qué?
P.- Por una cuestión lógica, que se llama principio de
causalidad. Las cosas ocurren por una causa. Y por otra cuestión lógica que
denominamos principio de temporalidad: primero ocurre una cosa y lo siguiente
ocurre después.
R.- Eso es cierto.
P.- Claro que es cierto. La Lógica pone orden en el
mundo. En cierto modo el Logos y la Lógica son como Dios.
R.- Filosófico está el entrevistador.
P.- Y teológico, si quieres verlo así, entrevistado.
R.- Teológico, también. Es cierto de nuevo. Señor
entrevistador, usted sabe mucho.
P.- Sí, sobre todo, cuando me untan. Bueno, esto no
pega, salvo que hayamos dejado la entrevista para entrar en el campo de la
representación dramática con visos de sainete y tintes humorísticos. Pero,
sobre todo, quisiera, tengo que poner orden en este diálogo, que para eso soy
el que hace esta entrevista periodística. ¿Hasta aquí el ejercicio teatral?
Valga como la práctica antes anunciada. La praxis del absurdo, diría yo.
R.- Nadie le ha dicho que no.
P.- Pues lo parece.
R.- Es un simple ejercicio de diálogo. El diálogo es
la base de todo: de la novela, del teatro, de las relaciones sociales, de las
relaciones familiares, de las entrevistas, de la convivencia pacífica, de la
política, de la vida misma…
P.- Nadie lo duda, pero siempre, dentro de un orden.
R.- ¿Y eso quien lo impone? El orden, quiero decir.
P.- A veces lo impone alguien o algo y a veces lo
propone alguien y otro alguien lo acepta. Depende de las circunstancias.
R.- Las circunstancias, por tanto, también condicionan
el diálogo del libérrimo, o por lo menos libre, ser humano, según se nos dice
que es el ser humano. Desde el punto de vista de la política y de la religión,
por ejemplo.
P.- Desde luego.
R.- Pues ello constituye una contradicción, un
oxímoron, una paradoja.
P.- La vida entera es una contradicción continua, está
llena de oxímoros y plagada de paradojas.
R.- ¿Por ejemplo? Dígame algún oxímoron o alguna
contradicción o, a lo menos, alguna paradoja.
P.- La vida, que transita entre la nada y la muerte,
ya es una paradoja. Un oxímoron constante: aunque nos agobie, la deseamos.
R.- Es un buen ejemplo, no cabe duda. ¿Puede poner
más?
P.- Claro que puedo, ¿no le digo que quizá sea lo que
más abunda en la vida y en todo momento, la paradoja continua, la verdad que se
retuerce a mentira y la mentira que se retuerce a verdad y que, en algún
momento de ese giro, pasa por el estado de verdad y se adentra luego a
territorios de menor verdad o de falsedad plena?
R.- Ahora se ha puesto usted estupendo y profundo y ya
no le entiendo, señor entrevistador.
P.- Pero sí entenderá que, así, no podemos continuar
la entrevista, durante mucho tiempo más.
R.- ¿Cómo no vamos a poder?
P.- Preguntando el entrevistado y respondiendo el
entrevistador. El principio de la contradicción es necesario para circular por
el mundo y la sociedad.
R.- ¿El principio de no oxímoron?, ¿de no paradoja?,
¿de no contradicción?
P.- Eso es.
R.- Pero usted mismo ha dicho que la vida misma está
llena de oxímoros, de contradicciones continuas, de paradojas constantes, de
silencios elocuentes, de servidores servidos a sí mismos, de pueblos servidos
que en realidad no son servidos por sus servidores públicos, de mandatarios que
no mandan nada, de soberanía popular sin pueblos soberanos, de igualdades sin
iguales que sean iguales…, de agradables llagas, de sabores agridulces, de
ataques defensivos y de defensas ofensivas, de calmas tensas, de claroscuros…
P.- Vuelve a ser usted el que pregunta y no el que
responde y eso es un oxímoron insostenible.
R.- ¿Por qué?
P.- Porque es usted el que escribe, si no
profesionalmente, sí con afición muy adentrada en su interior, y yo le estoy
entrevistando porque usted escribe y tiene que ser el que me cuente cosas.
R.- Y usted qué va a hacer luego con las cosas que yo
le cuente.
P.- Escribirlas.
R.- Luego, entonces, después, se convertirá usted en
el escritor de lo que yo le haya referido, relatado y aportado.
P.- Así es. Así funcionan las cosas. No las he
inventado yo.
Después de muchas elucubraciones, dimes y diretes,
filosofías y otros temas bizantinos, por fin volvemos a la entrevista.
P.- ¿Cómo surgió y por qué el empleo de tres géneros
literarios dentro de la misma obra?
R.- La
literatura no sabe de géneros.
Eso son cosas
de los eruditos, de los divulgadores y de los analistas. De los autores de
manuales y de los profesores de Enseñanza primaria y secundaria.
La función de
todos ellos es poner etiquetas, tirar rayas y lindes de separación más o menos
caprichosas a lo que cualquier creador de cualquier arte sabe que simplemente
es Arte. Literatura en el caso que nos ocupa.
Y como el
movimiento se demuestra andando: acabamos de demostrarlo aquí mismo. ¿Qué es
esto que estamos haciendo? ¿Una entrevista periodística, una breve obra de
teatro, un prólogo de algún otro tipo de creación, el capítulo inicial de una
novela?
Pues depende
de en qué medio se incluya esta conversación: periódico, escenario, preámbulo,
narración…
Incluso podría
ser el inicio de un sesudo y voluminoso trabajo sobre el “realismo simbólico”
que usted y yo podríamos estar trazando en estos momentos, y que como sabe es
el estilo en el que están escritas mis últimas once o doce obras publicadas, y
otras tantas escritas, pero que están esperando su momento de publicación.
El “realismo
simbólico” está caracterizado por el uso de estrofas inéditas hasta ahora, en
poesía, y por un lenguaje realista -pero a la vez profundamente simbólico e
imaginativo-, incluso sonoro y musical en ocasiones, dentro de la prosa y de la
narración y del teatro.
P.- El que intervengan tantos personajes, antiguos
junto a modernos, algunos vivos todavía, en ConMachado, esperando a Prometeo quiere decir algo al lector. Según usted ¿qué
quiere decir?
R.- Pues que
el arte es intemporal y que dura más que la realidad, que existe pero no dura,
se transforma casi inmediatamente para ser otra cosa, incluso para extinguirse
y desaparecer. En cambio el arte perdura, aunque en su momento quizá no
existiera realmente. El arte atrapa a quien envuelve y lo convierte en
perdurable.
Cualquier arte
pinta, esculpe, dibuja, describe, narra cosas y seres actuales o cosas pretéritas
y figuras de otros tiempos. Y a todos nos parece lo más natural, dentro de
cualquier disciplina artística.
De hecho, en
la novela Viaje por Guadalajara ya
utilicé esta técnica, que en dicha narración no es tal cosa -“técnica”- sino
simplemente que la novela “atrapa” todo lo que se movía en un día de finales de
agosto de 2014 por Guadalajara. Incluso hay referencias a las noticias que
traía la prensa en dicha fecha.
Lo extraño no
son las personas con nombre y apellidos que todos conocemos y que aparecen en
sus páginas, sino los demás coprotagonistas, los personajes históricos a los
que se convoca y se menciona en ese día de agosto guadalajareño.
En Con Machado…, Machado y Gerardo Diego
mantienen un largo diálogo sobre el ayer y el hoy de España y de Castilla, en
el que una proyección cinematográfica nos trae a famosos personajes de otros
siglos: Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo, Claudio Sánchez Albornoz,
Manuel Azaña…
Estos
personajes intervienen desde su proyección cinematográfica, sin interferir en
la acción “vigente” que están realizando los actores-espectadores de la
proyección, los cuales, eso sí, atienden y comentan lo que se les dice desde la
pantalla de cine.
Más
sorprendente es que aparezca en escena Charles Louis de Secondat, Barón de
Montesquieu, pero sin interferir en la acción “actual” ya que simplemente
escucha y medita en silencio sobre lo que están comentando los actores y sobre
lo que ocurre cuando llega Prometeo, después de ser repetidamente anunciado por
uno o varios de sus heraldos, que es quizá el momento culminante de la acción
dramática.
En cuanto a la
aparición en escena de personajes o personas vivas… significa que la acción
transcurre en nuestros días, a principios del siglo XXI. Nada extraño, pues.
La excusa
dramática que desencadena la acción es un homenaje a Machado que celebran un
par de grupos de españoles que acuden al cementerio de Colliure, y eso es algo
que ocurre muy frecuentemente. Es lo “realista” de la acción.
La aparición
de figuras pretéritas o el propio diálogo, tan amistoso, que mantienen Machado
y Diego, cuya amistad sólo separó la guerra, constituye la acción “simbólica”
de la acción dramática, pero también muy apegada a la realidad, como salta a la
vista. De hecho, la parte de la obra que podríamos acotar como “Con Machado”
(que podría representarse por sí misma), es un canto a la paz, en general, a la
paz entre españoles, en particular, y al entendimiento entre las partes,
siempre. Un tema eterno, intemporal, y al mismo tiempo un tema de muy vigente actualidad
en nuestro país en estos momentos.
Curiosamente
quienes más empeño ponen por reclamar la paz son dos grandes republicanos
moderados, y, por tanto, aterrados ante los excesos que estaban perpetrando los
extremismos de ambos bandos durante II República y después durante la Guerra
Civil: Manuel Azaña y Claudio Sánchez Albornoz.
Precisamente
es la frase que Azaña pronunció en su discurso de 1938, en plena guerra, cuando
aún quedaba mucha sangre española por derramar, pidiendo al otro bando “Paz, piedad y perdón”, la que hace
aparecer en escena a Machado redivivo para abrazarse a su amigo y compañero de
versos Gerardo Diego.
P.- Hay algo
de espera desesperanzada, de espera que no llega en Con Machado, esperando a Prometeo… ¿Llegará Prometeo o permanecerá
atado a la roca?
R.- Ahora te
refieres a la otra parte de la misma obra de teatro, porque no olvidemos que
sobre el escenario ocurren dos obras de teatro alternas y distintas, con los
mismos actores, y cinco entremeses cervantinos intercalados, que pueden
leerse/representarse o saltarse, según se señala en el libreto. Te refieres a
“Esperando a Prometeo”.
Esta parte u
obra -que también podría extraerse de un libro tan plural como el que estamos
comentando-, constituye, desde el propio uso del gerundio, un homenaje al
Beckett de Esperando a Godot.
La diferencia
esencial es que aquí Prometeo sí llega.
Al contrario, no hay desesperanza, como en la obra de Beckett. Prometeo,
finalmente, sí acude a la cita que llevaba tiempo siendo anunciada y que
estaban esperando los dos protagonistas principales.
¿Quién es
Prometeo y qué mensaje viene a dar y da, en efecto…? Eso ya es lo esencial, el
tuétano de la obra, que no debemos desvelar aquí, ya que le corresponde al
lector averiguarlo.
P.- ¿Cree que
los actuales son tiempos de simbolismo, cuando apenas se lee?
R.- El
simbolismo es simplemente el aditamento o adorno de mi literatura, la belleza
añadida, el estilo, pero mis temas son profundamente realistas. Y lo de leer
poco, es relativo. Puede que se venda poco, y que se lea poco… en papel.
P.- Una última
pregunta. ¿Qué temas son los que más le atraen a la hora de incluir en sus
trabajos literarios?
Todo tema es
atractivo si se hace bien y espantoso si se hace mal. La literatura española
está llena de bellezas impresionantes a las bondades de una simple morcilla o a
lo grata que puede ser una comilona que termina en borrachera, y de fracasos
sonados en temas excelsos. Lo importante es el estilo, no el tema.
A mí, por
citar algunos de los temas que más me han ocupado en los últimos tiempos, pero
sólo por esto, son los siguientes: Guadalajara en cualquiera de sus paisajes,
monumentos y gentes, como hice en Donde
el Mundo se llama Guadalajara; España en sus costas y paisajes, que traté
en España, mareas de tus tres mares;
la literatura española de cualquier región, a cuyas figuras literarias ensalzo
o censuro razonadamente y en versos con nuevas estrofas y sonoridades; la
Historia de la Iglesia, desde Jesucristo hasta nuestros días, que estoy
tratando en la trilogía La conversión del
papa Francisco, de la que ya está publicada la primera parte, la novela La ciudad de Dios; la Edad Media
española preferentemente… que traté en mi novela de 2015 La Virgen de las Batallas, cuya acción transcurre entre Guadalajara
y Sevilla; las leyendas universales y sobre Guadalajara, que acabo de publicar
hace unos días, sólo digitalmente (lo cual representa mi estreno en este mundo
digital) con el libro La leyenda de la
Noche de Ánimas de Guadalajara y otras leyendas de Mañueco, y próximamente
va a salir otro libro digital que se titulará 25 villancicos y canciones religiosas de Mañueco.
En fin, todos
estos temas, y más, los estoy tocando en prosa, verso y teatro en mis últimos
libros.
Muchas gracias
por su amabilidad al responderme a las preguntas que le hecho. Si le parece
bien quedaremos para próximas ocasiones.
El entrevistador y el entrevistado se dan la mano y salen del café comentando la
entrevista… Ya es de noche.
José Ramón López de los Mozos
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