sábado, 30 de mayo de 2015

Conversaciones en Alcalá de Henares

VELA, Fidel, Conversaciones en la ciudad de Alcalá de Henares, Madrid, Letras de Autor, abril 2015, 286 pp. (ISBN: 978-84-16362-76-9).

Fidel Vela, seguntino de corazón, de cuya obra he escrito y hablado en ocasiones anteriores, ha escrito un nuevo libro en el que las conversaciones surgen espontáneas (por eso lo ha titulado Conversaciones en la ciudad de Alcalá de Henares -que es la ciudad en la vive desde hace años su merecida jubilación-) puesto que el camino ayuda a ello y, la tarde soleada, acompaña al grupo de amigos que dialogan amistosamente y que, a través del diálogo pretenden encontrar “su” luz, la luz que, al tiempo, es la de todos los demás, los que solemos leer a primeras horas de la mañana la prensa recién escrita.
Por eso supongo al lector enterado de casi todo lo que viene acaeciendo diariamente en esta partícula que llamamos Tierra, aunque, en muchas ocasiones, acaso demasiadas, no sea más que una “bola” en la que pretendemos sobrevivir, junto a los otros -los demás, esos que están a nuestro lado, pero lejos- a los múltiples y diversos hechos que, queramos o no, acaecen a pesar de o gracias a nosotros mismos.
Un grupo de amigos se junta en una ciudad -Alcalá de Henares, en este caso-  para pasear tranquilamente e intercambiar argumentos polifacéticos con los que tratar de autoconvencerse de que su paso por la mencionada “bola” tiene cierta importancia, aunque en realidad, quizá no la tenga y no sea para tanto, puesto que el Hombre (así, con mayúsculas), es capaz, según dicen, de las mayores aberraciones, pero también de las mayores grandezas…
Y me viene a la memoria uno de los más bellos poemas pindáricos: “Bendito el que con celeridad de pie y fortaleza de espíritu consigue con su esfuerzo las más altas cumbres”.
Los dialogantes, peripatéticos donde los haya -a pesar del mal cardiaco de uno de ellos-, me recuerdan aquellos programas de cuando la televisión era en blanco y negro que, según creo recordar, llevaban un título genérico que aludía nada menos que a Séneca, el maestro de Nerón.
En aquellos programas, breves pero serios, se hablaba de todo lo divino y humano que el franquismo permitía. Aquí, por comparación, sólo por comparación, repito, me he encontrado con un grupo de personas que hablan entre sí de todo, especialmente de lo que la prensa, la radio, la televisión y los demás medios quieren que se sepa, porque cuando se dice alguna cosa acerca de “algo”, se oculta mucho de ese “algo” o de otros “algos” colaterales o coyunturales.
Tres amigos jubilados que “gastan” su tiempo, afortunadamente, dando cuenta de sus distintas formas de pensar, de sus pareceres. Esto es lo que los griegos consideraban algo fundamental para la cultura y para el desarrollo de su sociedad, de la de entonces, adaptada a las coordenadas espacio-temporales entonces reinantes.
Es un tema que aparece con frecuencia en el libro que comento, porque la historia, los hechos, el pasado, no debe juzgarse con ojos actuales, por eso, los conversadores, dialogantes, discutidores o como queramos denominarlos, van aportando sus granitos de arena al desarrollo de la historia que no llegaron a vivir, pero también de la que les ha tocado vivir, desde distintos puntos de vista; unos, basados en textos antiguos, más o menos cercanos en el tiempo, y otros, vividos personalmente e in situ.
En el libro se habla de todo, o casi de todo: profundamente se entra en el mundo de la religiosidad y de las religiones que, en consecuencia, poco o casi nada tiene que ver con “dios”, con el dios concepto del intelectual que no existe porque para que exista se necesitaría otro dios superior a él y, por lo tanto dejaría de serlo.
Quizá algún lector pudiera dejar a un lado el presente libro, pensando que está repleto de barbaridades ateas o carentes de sentido. Nada más lejos. Hay que pensar, además que estos discursos representan años de trabajo y fueron recogidos poco a poco, sin orden ni concierto, a-cronológicamente, y que no son muestras de ciertas ligerezas: extra-filosóficas y extra-culturales, que tanto parecen brillar en la actualidad en los foros multitudinarios. Hoy, precisamente, que la cultura no sirve para mucho y se la ha convertido en un mero espectáculo de masas.
Hay, me gustaría mucho que lo comprobase el lector por sí mismo, un aspecto a destacar. Las historias que se narran, que se sacan a relucir, son generalmente pasadas, pero siempre hay un hoy, un hecho manifiesto, público, con el que se pueden comparar con otras de la actualidad, lo que viene a decirnos que la evolución no ha sido demasiada, a pesar de que, en muchas ocasiones, los contertulios convengan en que, tal o cual cosa, por mala que haya sido, con el paso del tiempo se ha magnificado y dignificado, por ejemplo la religión católica o la democracia, a pesar de sus graves faltas.
Eso lleva al trío “de filósofos” (pues que de ello se trata), a considerar los aspectos más variados de la vida: el mundo musulmán, la esclavitud, el feminismo, la ciencia y la fe… y, ¡claro está! siempre hay una contraposición y una comparación entre la leyenda “rosa” de los “progres” y la leyenda “negra” tradicional y del pasado, que la mayor parte de las veces nada tuvo que ver con la Historia de España y de los españoles, como así se demuestra en multitud de ocasiones con datos suficientes y fehacientes; así, el no-racismo de los españoles, o la consideración de que la expulsión de los judíos no se debió a los Reyes Católicos, sino a la obligación de éstos de acatar las órdenes del papado, puesto que se trataba de reyes que acataban la religión de Roma, algo que, debidamente actualizado, se podría comparar con algunas de las propuestas lanzadas por la canciller alemana Angela Merkel hacia los países que actualmente componen la Unión Europea, si es que desean seguir perteneciendo a este grupo.
Por eso y por todo lo anterior, tengo que decir que este libro, Conversaciones en la ciudad de Alcalá de Henares, me gusta y me atrevo a recomendar su lectura, porque en él cada cual aporta su punto de vista y lo discute sin llegar nunca al grito estridente y maleducado de los participantes en los debates televisivos.
Temas modernos, universales y cotidianos que el hombre de la calle va sacando a colación cuando llega el momento oportuno, o cuando se lo permite la “moda” (que ya dejó de ser “la máxima frecuencia de un suceso aleatorio”, porque precisamente dejó de ser aleatorio), o cuando los medios de comunicación de masas, los mass media, quieran que aparezca públicamente, para así evitar otros más complicados y comprometidos.

José Ramón López de los Mozos

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