MAÑUECO, Juan Pablo, Castilla, este canto es tu canto. Parte I:
La historia, la literatura, el futuro, Guadalajara, El Autor / Aache
ediciones, 2014, 154 pp. (I.S.B.N.: 978-84-15537-54-0).
Dice Antonio Herrera
Casado, Cronista Oficial de la provincia de Guadalajara y editor del texto que
comentamos, que:
“En este libro se rinde el
merecido homenaje que nuestra tierra, Castilla, esperaba. Lo hace un poeta que
ha caminado las sendas y los valles, las pueblas y los montes, escuchando la
voz antigua de nuestra nación. Y de ella surge, por su mano, este torrente de versos, esta catarata de ideas,
esta belleza continuada de mensajes y palabras”.
Juan Pablo Mañueco (Madrid,
1954), ha escrito numerosas obras, pero recordaremos ahora y aquí “Guadalajara,
te doy mi palabra”, que inició una serie de trabajos que iremos comentando
paulatinamente.
El presente libro consta
de dos partes y no tiene prólogo alguno, aunque sí epílogo.
El autor, además de
poeta de medido verso al estilo clásico, se convierte por arte de magia en
historiador. El lector no sabe si está ante un poeta, un historiador o un
juglar que, al modo medieval, fuera recorriendo plazas y mercados haciendo
sonar su voz y su música para conocimiento y general regocijo de los oyentes
-hoy lectores-.
Parte la obra, su cuarto
poemario, a modo de comentario de la epopeya castellana, desde que el agareno
llega a las tierras sureñas haciendo que sus habitantes se tuviesen que
desplazar a zonas más al norte donde poder asentarse sin tanto temor a las
escaramuzas bélicas, hasta 1499, en que se publica La Celestina, ya con un
lenguaje más asentado y maduro que Castilla utilizaba con normalidad para dar a
la luz obras maravillosas y ejemplares en el mundo de la cultura y que,
después, con la conquista de América, epopeya castellana en su totalidad, se
expandiría por la mayor parte del planeta.
Consta este primer
volumen, bellamente dedicado “A Castilla,
mi tierra, mi cultura, mi palabra. [Pero también] A mi hija, María Victoria”, de tres partes, que, a su vez, se
subdividen en otras ocho, la primera titulada: “El nacimiento, la historia, la
literatura”, que es la más extensa; “El hoy y el mañana”, la segunda, y un
“Epílogo”.
Así, el primer apartado
se centra en “El nacimiento (siglo VIII). Antiguo clan que octavo a nuevo
adujo” y que consta de “Introito”:
“Aún no oyes juglares / por
este lugar calmo y sosegado / tañendo sus cantares; / pero, al bosque abrazado,
/ silba un idioma naciente, / que ha llegado. // Ni escuchas las canciones / de
amor, de amigo, de gesta y alborada, / más nutre tus rincones / voz recién
aflorada / que pronto entone copla bien rimada”.
“La
invasión musulmana” y “Un pueblo nuevo”, que bien podría servirnos como ejemplo
del contenido del resto del mismo, que se extiende por el nombre de Castilla en
el siglo IX. -“Bardulia, que ahora llamamos Castilla”-, que consta de otros
tres poemas: “El nuevo nombre”, “La denominación geográfica suple al anterior
nombre de gentes” y “Los cartularios de Valpuesta”, “Los escritos (siglo X).
Idioma inaugural, que reidor, balbuciente” (“Glosas emilianenses y silenses”) y
“Las jarchas”.
El apartado IV trata de
“Los sentimientos (siglo XI)”, sobre la lírica que comenzaba a destellar en
aquel momento y continua con otras jarchas más: “Lloran las jarchas”, tan
bellas como aquellas conocidas que dicen así:
“Vieni la Pasqua e vieni sin
elu (él) / ¿ay, como arde mío coraçón por elu”.
O esa otra que tanto
llega al corazón:
“Tanto amare, tanto amare, /
habib, tanto amare, / ¡enfermaron ojos antes sanos / y duelen tan male!”.
El lector ve cómo crece
progresivamente el sentido poético de Juan Pablo Mañueco, al tiempo que el libro
se va convirtiendo en un compendio de la historia de España escrito en verso.
Por eso siguen a los capítulos anteriores otros más, hasta llegar al apartado
V. “La épica (siglo XII). Para gestas, sobra el grano y abunda el compañero”,
donde se habla de “Los siete infantes de Salas o Lara”, de “Bernardo del
Carpio”, del “Poema de Mío Cid” y del “Auto de los Reyes Magos”, comienzo del
teatro en castellano, para continuar con (VI).- “El Mester de Clerecía (siglo
XIII)”, donde no podía faltar la figura de Gonzalo de Berceo, el Poema de
Fernán González, Alfonso X el Sabio y otros hechos significativos en la cultura
de Castilla: Como reina de los mares, rumbo a Sevilla, o hacia el Mediterráneo
y el Canal de la Mancha, además de la norma del idioma castellano y la
fundación e importancia de la Universidad de Salamanca.
Y con ello se llega
nuestro poeta al apartado séptimo: “Lírica y Didáctica (siglo XIV)”, que es el
siglo de Juan Ruiz arcipreste de Hita, del canciller don Pero López de Ayala,
de don Juan Manuel, y también, del Romancero Viejo, de la lírica popular y de
la culta, que poco más tarde desembocarán en un prerrenacimiento que
significará la madurez de la lengua y la literatura con el Marqués de Santillana,
Juan de Mena, Jorge Manrique… Una Lírica cancioneril, las novelas sentimentales
y de caballerías, la Historia en prosa y el Teatro, con la tragi-comedia -¿cómo
es posible que una tragedia sea a la vez comedia?- de Calixto y Melibea que
situaron a Castilla en las más altas cumbres de la cultura universal.
Después vienen unas
“Seguidillas de las comarcas castellanas (el, la, los y las, y no hay más que
hablar)”:
“De Castilla a la Mancha / no
va distancia, / Que la Mancha es comarca. // De Castilla a la Mancha / tan sin
distancia / que Castilla se ensancha / desde la Mancha. // De Castilla a la
Jara / nula distancia, / que la Jara es comarca, / como la Mancha. // De
Castilla a la Sagra / sobra distancia / que viera quien mirara / misma
sustancia. // Desde el Valle de Alcudia / no hay lejanía, / a Castilla separa /
de Andalucía. // Cervantes lo dijera / en Rinconete, / que en val de Alcudia
ubica / su Molinete. // Los Montes de Toledo / …”
Eso es, Mañueco, hace un
excelso canto, amplio, a su Castilla, a la Castilla de todos, a la Castilla
universal, a esa Castilla que se pierde por entre las discusiones de otras
comunidades y que ya no es capaz de ofrecer sus ubres, ahora vacías, a otras
provincias, comunidades, gentes, que tanto la exprimieron. Juan Pablo Mañueco
hace un canto universal a esta tierra castellana que le vio y nos vio nacer, y
no crítica a los demás sino que ensalza las cualidades de su madre tierra
patria. Surge aquí la necesidad de utilizar el lema mendocino: “Dar es señorío;
recibir servidumbre”.
Es el poema que nos
cuenta esa amplia peripecia vital de la Castilla amplia y generosa, maternal,
que a través de los tiempos, desde su “pequeño rincón” -aquel donde naciera-,
fue transformándose en la tierra más poderosa de Europa, que fuera tanto como
serlo del orbe total.
La parte final es un
epílogo que se conforma en homenaje a la Lírica medieval, cuya lectura
recomiendo al interesado, puesto que habla de aspectos particulares, realizados
por el propio poeta, a semejanza de otros que sirven de ejemplo y dan idea de
su forma de ser y de su composición.
Son, desde mi punto de
vista, poemas didácticos con los que aprender las viejas rimas y saber más a
fondo del mundo de la poesía universal, que es la española (o si se quiere,
castellana), de aquella época.
José Ramón López de los Mozos
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