viernes, 16 de enero de 2015

Un canto a Castilla, su historia y su literatura


MAÑUECO, Juan Pablo, Castilla, este canto es tu canto. Parte I: La historia, la literatura, el futuro, Guadalajara, El Autor / Aache ediciones, 2014, 154 pp. (I.S.B.N.: 978-84-15537-54-0).

Dice Antonio Herrera Casado, Cronista Oficial de la provincia de Guadalajara y editor del texto que comentamos, que:

“En este libro se rinde el merecido homenaje que nuestra tierra, Castilla, esperaba. Lo hace un poeta que ha caminado las sendas y los valles, las pueblas y los montes, escuchando la voz antigua de nuestra nación. Y de ella surge, por su mano, este  torrente de versos, esta catarata de ideas, esta belleza continuada de mensajes y palabras”.

Juan Pablo Mañueco (Madrid, 1954), ha escrito numerosas obras, pero recordaremos ahora y aquí “Guadalajara, te doy mi palabra”, que inició una serie de trabajos que iremos comentando paulatinamente.

El presente libro consta de dos partes y no tiene prólogo alguno, aunque sí epílogo.

El autor, además de poeta de medido verso al estilo clásico, se convierte por arte de magia en historiador. El lector no sabe si está ante un poeta, un historiador o un juglar que, al modo medieval, fuera recorriendo plazas y mercados haciendo sonar su voz y su música para conocimiento y general regocijo de los oyentes -hoy lectores-.

Parte la obra, su cuarto poemario, a modo de comentario de la epopeya castellana, desde que el agareno llega a las tierras sureñas haciendo que sus habitantes se tuviesen que desplazar a zonas más al norte donde poder asentarse sin tanto temor a las escaramuzas bélicas, hasta 1499, en que se publica La Celestina,  ya con un lenguaje más asentado y maduro que Castilla utilizaba con normalidad para dar a la luz obras maravillosas y ejemplares en el mundo de la cultura y que, después, con la conquista de América, epopeya castellana en su totalidad, se expandiría por la mayor parte del planeta.

Consta este primer volumen, bellamente dedicado “A Castilla, mi tierra, mi cultura, mi palabra. [Pero también] A mi hija, María Victoria”, de tres partes, que, a su vez, se subdividen en otras ocho, la primera titulada: “El nacimiento, la historia, la literatura”, que es la más extensa; “El hoy y el mañana”, la segunda, y un “Epílogo”.

Así, el primer apartado se centra en “El nacimiento (siglo VIII). Antiguo clan que octavo a nuevo adujo” y que consta de “Introito”:

“Aún no oyes juglares / por este lugar calmo y sosegado / tañendo sus cantares; / pero, al bosque abrazado, / silba un idioma naciente, / que ha llegado. // Ni escuchas las canciones / de amor, de amigo, de gesta y alborada, / más nutre tus rincones / voz recién aflorada / que pronto entone copla bien rimada”.

 “La invasión musulmana” y “Un pueblo nuevo”, que bien podría servirnos como ejemplo del contenido del resto del mismo, que se extiende por el nombre de Castilla en el siglo IX. -“Bardulia, que ahora llamamos Castilla”-, que consta de otros tres poemas: “El nuevo nombre”, “La denominación geográfica suple al anterior nombre de gentes” y “Los cartularios de Valpuesta”, “Los escritos (siglo X). Idioma inaugural, que reidor, balbuciente” (“Glosas emilianenses y silenses”) y “Las jarchas”.

El apartado IV trata de “Los sentimientos (siglo XI)”, sobre la lírica que comenzaba a destellar en aquel momento y continua con otras jarchas más: “Lloran las jarchas”, tan bellas como aquellas conocidas que dicen así:
“Vieni la Pasqua e vieni sin elu (él) / ¿ay, como arde mío coraçón por elu”.

O esa otra que tanto llega al corazón:
“Tanto amare, tanto amare, / habib, tanto amare, / ¡enfermaron ojos antes sanos / y duelen tan male!”.

El lector ve cómo crece progresivamente el sentido poético de Juan Pablo Mañueco, al tiempo que el libro se va convirtiendo en un compendio de la historia de España escrito en verso. Por eso siguen a los capítulos anteriores otros más, hasta llegar al apartado V. “La épica (siglo XII). Para gestas, sobra el grano y abunda el compañero”, donde se habla de “Los siete infantes de Salas o Lara”, de “Bernardo del Carpio”, del “Poema de Mío Cid” y del “Auto de los Reyes Magos”, comienzo del teatro en castellano, para continuar con (VI).- “El Mester de Clerecía (siglo XIII)”, donde no podía faltar la figura de Gonzalo de Berceo, el Poema de Fernán González, Alfonso X el Sabio y otros hechos significativos en la cultura de Castilla: Como reina de los mares, rumbo a Sevilla, o hacia el Mediterráneo y el Canal de la Mancha, además de la norma del idioma castellano y la fundación e importancia de la Universidad de Salamanca.
Y con ello se llega nuestro poeta al apartado séptimo: “Lírica y Didáctica (siglo XIV)”, que es el siglo de Juan Ruiz arcipreste de Hita, del canciller don Pero López de Ayala, de don Juan Manuel, y también, del Romancero Viejo, de la lírica popular y de la culta, que poco más tarde desembocarán en un prerrenacimiento que significará la madurez de la lengua y la literatura con el Marqués de Santillana, Juan de Mena, Jorge Manrique… Una Lírica cancioneril, las novelas sentimentales y de caballerías, la Historia en prosa y el Teatro, con la tragi-comedia -¿cómo es posible que una tragedia sea a la vez comedia?- de Calixto y Melibea que situaron a Castilla en las más altas cumbres de la cultura universal.

Después vienen unas “Seguidillas de las comarcas castellanas (el, la, los y las, y no hay más que hablar)”:
“De Castilla a la Mancha / no va distancia, / Que la Mancha es comarca. // De Castilla a la Mancha / tan sin distancia / que Castilla se ensancha / desde la Mancha. // De Castilla a la Jara / nula distancia, / que la Jara es comarca, / como la Mancha. // De Castilla a la Sagra / sobra distancia / que viera quien mirara / misma sustancia. // Desde el Valle de Alcudia / no hay lejanía, / a Castilla separa / de Andalucía. // Cervantes lo dijera / en Rinconete, / que en val de Alcudia ubica / su Molinete. // Los Montes de Toledo / …”

Eso es, Mañueco, hace un excelso canto, amplio, a su Castilla, a la Castilla de todos, a la Castilla universal, a esa Castilla que se pierde por entre las discusiones de otras comunidades y que ya no es capaz de ofrecer sus ubres, ahora vacías, a otras provincias, comunidades, gentes, que tanto la exprimieron. Juan Pablo Mañueco hace un canto universal a esta tierra castellana que le vio y nos vio nacer, y no crítica a los demás sino que ensalza las cualidades de su madre tierra patria. Surge aquí la necesidad de utilizar el lema mendocino: “Dar es señorío; recibir servidumbre”.

Es el poema que nos cuenta esa amplia peripecia vital de la Castilla amplia y generosa, maternal, que a través de los tiempos, desde su “pequeño rincón” -aquel donde naciera-, fue transformándose en la tierra más poderosa de Europa, que fuera tanto como serlo del orbe total.

La parte final es un epílogo que se conforma en homenaje a la Lírica medieval, cuya lectura recomiendo al interesado, puesto que habla de aspectos particulares, realizados por el propio poeta, a semejanza de otros que sirven de ejemplo y dan idea de su forma de ser y de su composición.
Son, desde mi punto de vista, poemas didácticos con los que aprender las viejas rimas y saber más a fondo del mundo de la poesía universal, que es la española (o si se quiere, castellana), de aquella época.

 José Ramón López de los Mozos

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión sobre este libro nos interesa. Escríbela aquí.