viernes, 12 de septiembre de 2014

Tres mujeres que entraron por la puerta grande de la historia

VAQUERIZO MORENO, Francisco, Tres mujeres. Teatro, Guadalajara, Aache, 2014, 152 pp. (ISBN: 978-84-15537-51-9).

Francisco Vaquerizo, que es el autor de este libro, nos recuerda que estos tres trabajos, estas tres obras de teatro, representaciones como se hacían en la antigüedad para recreo del pueblo cristiano al modo de los “autos religiosos”, iban a quedar olvidadas en cualquiera de sus muchas carpetas de trabajos originales, y pensó que lo mejor que podía hacer era darlas a la imprenta, en un solo volumen, para regocijo de los lectores. De modo que de esta forma pudieran ser leídos y no olvidados, -también representados- por quienes puedan y quieran, especialmente por aquellas asociaciones de carácter cultural que realizan todo tipo de actividades a lo largo de los meses del verano, puesto que durante el invierno no hay nadie en los pueblos.
Francisco Vaquerizo da noticia en su libro de tres mujeres, para él muy apreciadas y queridas: dos santas y una mártir o, como dice, víctima de esa agresividad, mal llamada “de género” (¿masculino, femenino o neutro?) en los tiempos que corren: Santa Bertila Boscardín, Santa Ángela de Mérici y Doña Blanca de Borbón, tan distanciadas cronológicamente pero tan unidas en muchos otros aspectos humanos.
Tres mujeres, que sirvieron como ejemplo de humanidad, y con las que nuestro autor, Francisco Vaquerizo, ese “clérigo de buenas letras”, como dijera de él nuestro Nobel Camilo José Cela, quiere homenajear a las Hermanas Doroteas, a las Ursulinas y a Sigüenza, la bellísima ciudad episcopal cuyo castillo sirvió de prisión a Doña Blanca de Castilla, repudiada por Pedro I “el Cruel” o, más bien, “el Justiciero”, además de a la Iglesia y a la Historia, pues que “Tal ha sido mi intención”, según hace constar en el preámbulo.
El primer “auto”, por así decir, lleva por título “Palabra de amor” y es un drama histórico en tres actos sobre la figura de Santa Bertila Boscardín, de las Maestras de Santa Dorotea, Hijas de los Sagrados Corazones de Vicenza. Una santa que vivió en Bréndola donde nació en 1888 y murió en Treviso en 1922, cuya beatificación tuvo lugar en 1952, y su posterior beatificación en 1961. Su dramatis personae consta nada menos que de 22 figurantes.
Durante el primer acto, cuadro I, los actores se van levantando poco a poco, presentándose al público. La luz es escasa y una música suave suena de fondo. Inés Coriano, amiga de la Santa, recuerda que Anita no era muy amiga de bailes y zarandajas, así como otras amigas hablan recordando la juventud de la santa; el segundo cuadro, en su escena primera, se desarrolla en la casa rectoral de Bréndola, donde aparecen es escena Teresa, María (maestra), Antonio (sacristán) y Amelia (criada del párroco), que discuten acerca de la reprimenda que don Emidio había echado a Anita y de lo que le ocurrió al decir misa, cuando oyó una voz que le decía que “los conventos no están solo para las eminencias; en los conventos, como en la Casa de Dios Padre, hay muchas mansiones”.
La escena II es una irrupción del sacristán en la que, alocadamente, dice que “tenemos una criatura dotada de un espíritu capaz de convertir en gracia de Dios toda contrariedad, todo sufrimiento”. Las monjas lo toman por loco, pero en la tercera escena, departe con otras monjas compañeras que piensan que en verdad merece la pena escuchar a Anita, quien les recuerda un sueño que ha tenido:
- “Y les he contado que apenas he dormido esta noche tratando de encontrar una razón”.
- ¿Y la has encontrado?
- No y sí. He encontrado que no hay por qué encontrar lo que se busca si la voluntad de Dios es que no lo encontremos.
El acto segundo comienza con la profesión de Ana -ya no se trata de la niña Anita- y continua en el segundo con una acción que se desarrolla en el tren que conduce a Brianza a los heridos y enfermos del hospital de Treviso, que por razón de seguridad está detenido en Piacenza, entre Parma y Milán. El capitán Palotti va al frente de la comitiva. Las hermanas duermen sobre unas mantas son sacos de hierba por cabecera. En el vagón de Bertila hay sólo otra hermana -Justina Marotti- y la Superiora, Mónica del Monte, que lleva alimentos.
El cuadro tercero se sitúa en un rellano de las escaleras del hospital de Treviso, avanzada la noche, cuando sor Bertila sube apresuradamente para atender a un enfermo y cae súbitamente desmayada y su Ángel de la Guarda le dice:
- No te rindas, muchacha, no te rindas, que ya estás alcanzando las alturas.
Se remueve, se queja, vuelve a derrumbarse.
El acto tercero también discurre en el hospital de Treviso, aunque en la tercera planta. El doctor Rubinato y la Madre Superiora, Luisa Coppettino aparecen es escena. El doctor habla de la beatitud y también de la enfermedad de Bertila: el cáncer, por lo que dice a la Superiora que debería bajarla a su planta para que deje de trabajar tanto, pero de todas formas “Pasa las noches velando a sus enfermos graves y luego se duerme en la oración. No pone interés alguno en cuidar su salud, lo que significa inutilizarse para sí y para los demás. Cuando se le pregunta algo, responde con monosílabos, de manera que una no termina de saber nada a ciencia cierta. Reza como dejándose llevar de un dulce sopor, que enciende en su rostro una sonrisa misteriosa, de origen y naturaleza desconocidos. Le encanta separar la ropa de los enfermos infectados, a la que nadie era obligado y menos ella, tan propensa a arcadas y vómitos. Estando como está, no para de subir y bajar escaleras para complacer a sus enfermos”. ¿Qué le parece?
El acto tercero recoge su muerte, en cuya escena cuarta llega al final.
El segundo “auto” está basado en la peripecia vital de Santa Ángela de Mérici, que fue la fundadora de las Madres Ursulinas (nacida en Desenzano, Italia, en 1470 y fallecida en Brescia, en 1540), y cuya representación corre a cargo de un presentador, diez actores y la momentánea presencia de otras diez muchachas. No vamos a describirlo con tanta precisión como el anterior, pero sí diremos que el Presentador comienza con una especie de romance indicando la procedencia y hechos más importantes de la Santa, que se teatralizan en los tres cuadros siguientes, a los que sigue un epílogo, situado cronológicamente en el año 1540, amaneciendo en Brescia, cuando agoniza la Santa, hecho que recuerda el presentador:

El veintisiete de enero
de mil quinientos cuarenta
La Madre Ángela de Mérici
muere en la ciudad de Brescia.

En el templo de Santa Afra,
piadosamente la entierran
y allí sigue su cadáver,
incorrupto por más señas,
visitado por los fieles
que, piadosos, la veneran
y sienten, al venerarla,
un alivio en su conciencia.

...   ...   ...   ...   ...   ...   ...

Pero además, tras finalizar la obra, nuestro autor, Francisco Vaquerizo, incluye un “Romancero de las MM. Ursulinas”: 1. A la muerte de Venicia; 2. Desenzano; 3. Brescia (Ante el sepulcro de santa Ángela de Merici); 4. Las Ursulinas en Molina; 5. Las Ursulinas en Sigüenza, y 6. Memoria del Colegio (Poema de la alumna que volvió a visitar el Colegio después de muchos años).
El tercer y último “auto” lleva por título “Prisión y muerte de Doña Blanca de Borbón. Drama en prosa y verso”, en el que aparecen en escena seis personajes (la propia doña Blanca de Borbón, reina de Castilla; don Pedro, rey de Castilla; don Diego García de Padilla; doña Leonor de Aragón; doña Beatriz, camarera de la reina, y un juglar-ballestero, además de una voz en off), cuya acción transcurre en Valladolid (1353), Toledo (1353), Toro (1354), Sigüenza (1355) y Medinasidonia (1361).
El juglar va introduciendo el tema de que se trata en cada caso: las bodas; el traslado a Toledo, prisionera; la entrevista de Toro; la conquista de Toledo con leales de Burgos y Segovia; el movimiento de la causa de su prisión en la curia de Aviñón, etcétera:

Después de varios años prisionera,
después de tanto encono y tanto olvido,
ya no tiene la mínima esperanza
de que se haga luz en su camino.
Cierto que en Aviñón mueven su causa,
pero el momento no es nada propicio
porque las tropas de su dulce Francia
acaban de sufrir un buen castigo
en Poitiers, y no están en condiciones
de acometer hazañas de este tipo.
¡Qué mal le sale todo a doña Blanca!
¡Qué fatal y qué adverso es su destino!

El cuadro sexto finaliza en Medinasidonia, en 1361, con la muerte de doña Blanca, encargada por el rey a un ballestero.
Ella se prepara para recibir a Dios y expirar.
Un libro que se echaba en falta, puesto que el futuro lo agradecerá como actualmente agradecemos aquellos papeles volanderos, aquellos cuadernos en que el “fiel de fechos” o el “registro” de muchas cofradías y grupos de danzantes recogían las piezas teatrales que representaban cada año.
Un libro de fácil y amena lectura, emocionante en ocasiones, bien escrito y que nos viene a recordar y en algunos casos a dar a conocer de nuevas aquellas vidas honorables de las tres mujeres retratadas en estos sencillos esquemas teatrales.

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS


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