viernes, 21 de marzo de 2014

Guadalajara en el exterior

Contiene siete ponencias y veintiuna comunicaciones (tres sobre Guadalajara).

Actas de las X Jornadas de Castilla-La Mancha sobre investigación en archivos. España en el Exterior: Historia y Archivos. Guadalajara, 9-11 de noviembre de 2011. Archivo Histórico Provincial de Guadalajara, Guadalajara, Asociación de Amigos del Archivo Histórico Provincial de Guadalajara, 2013, 616 pp.


España en el Exterior: Historia y Archivos, es el título genérico de las Actas de las X Jornadas de Castilla-La Mancha sobre investigación en archivos, última de las celebradas en el Palacio del Infantado de Guadalajara -sede antigua del Archivo Histórico Provincial de Guadalajara-, entre los días 9 y 11 de noviembre de 2011, tal como recuerda Manuel Martín Galán, Presidente de la citada Asociación y Profesor Titular del Departamento de Historia Moderna de la Universidad Complutense de Madrid en el primero de los prólogos con que comienza la andadura de estas Actas. Unas Jornadas en las que participaron conjuntamente archiveros e investigadores de reconocido prestigio, con el fin de analizar pormenorizadamente las relaciones internacionales españolas cuyos documentos, correspondientes al periodo comprendido entre finales del siglo XV y el momento actual, se custodian en los Archivos Generales de Simancas, Indias y Administración.
Han pasado más de dos años entre aquella X Jornada y la puesta a punto de la edición que comentamos, que ha visto la luz gracias a la colaboración de la Asociación de Amigos del Archivo Histórico Provincial de Guadalajara y el propio Archivo, en la que se dan a conocer siete ponencias y veintiuna comunicaciones, de entre las cuales tres corresponden a trabajos relacionados con la historia y las gentes de la provincia de Guadalajara.
* La primera de ellas titulada “La política exterior de Felipe II en el reino de Nápoles según las Instrucciones dadas al virrey Don Íñigo López de Mendoza de 1575”, fue presentada por Aurelio García López y abarca las páginas 203 a 222.
En ella, dada la singularidad del documento -inédito- que se estudia, el autor ofrece un breve comentario acerca de las Instrucciones, conservadas en la sección de Nobleza del Archivo Histórico Nacional (Toledo), de las que hasta el momento se carecía de referencias documentales.
Parte el trabajo con la elección del virrey, cargo que solía recaer en alguna persona experimentada en las tareas de gobierno y que, al mismo tiempo, hubiera sido gestor militar y diplomático en diversos lugares de la monarquía, de ahí que una de las personas mejor preparadas fuera Don Íñigo López de Mendoza, quien, como se indica en el preámbulo de las Instrucciones, era un hombre ampliamente experimentado y que, como sus antepasados, había prestado grandes servicios al rey:
“Considerando pues en vos, la casa de donde venís, y la lealtad de vuestros pasados, que nos da firme esperança, que siguiendo sus pisadas haréis siempre lo que conviene a nuestro servicio, y a vuestra honra, e con la fee e vuestra seguridad que soys obligado, considerando assimismo el cuydado y diligencia, con que vos habéis governado, en los demás cargos que habéis tenido, y que conforme a ello, os develaréis en governar y defender aquellos nuestros súbditos, usando del valor, y prudencia, que siempre se ha conoscido en vuestra persona”.
García López recuerda al lector los hechos más destacados de los antepasados del Mendoza, así como los de él mismo, para entrar de lleno en el análisis de “Las Instrucciones al virrey de 1575”, tercero de los ocho virreyes de Nápoles nombrados por Felipe II, que fueron firmadas en Toledo el 4 de mayo de 1575 y se componen de ciento noventa y un capítulos en los que se detalla minuciosamente cómo debía gobernar el virrey.
Capítulos que, por otra parte, constituyen una importante fuente de información, técnica y descriptiva, de la vida administrativa y política a la hora de conocer la evolución y las pautas de gobierno de la monarquía hispánica en el reino de Nápoles.
Lo cierto es que se conocen otras Instrucciones otorgadas por Felipe II, al duque de Alcalá (1559) y al duque de Osuna (1581) y por Felipe III, a los VI y VII condes de Lemos, (1599) y (1603), respectivamente, en las que puede observarse como, con el paso del tiempo, fueron documentos que desde principios del siglo XVII se iban repitiendo, aunque con escasas variaciones en su contenido.
Las que analiza García López, las de 1575, se pueden dividir en dos partes: una primera, que se refiere al gobierno y la administración de justicia (hasta el capítulo 114) y una segunda, desde el capítulo 116 hasta el 119, donde se trata “la conservación y defensión del reino”, que constituyen la materia de los siguientes capítulos, hasta llegar a un brevísima conclusión a modo de pregunta: ¿Cuál fue el control que ejerció el rey sobre el virrey de Nápoles?
Según García López debió ser “grande y considerable”, puesto que al rey parece preocuparle todo, por nimio que parezca, especialmente todos aquellos asuntos relacionados con el mantenimiento de la fe católica derivados de Trento, para con la implantación de la Contrarreforma conseguir un reino confesional, donde el virrey era un subordinado cuya misión era servir a la monarquía para lograr el buen gobierno y la paz de sus súbditos.
* La segunda comunicación, firmada por Amparo Donderis Guastavino, “Las relaciones exteriores en el Archivo Municipal de Sigüenza: los expedientes de hermanamiento”, ocupa las páginas 411 a 429.
En su comunicación, Amparo Donderis se refiere al caso concreto de Sigüenza, en cuyo archivo ha sido posible localizar fuentes para el estudio de las relaciones internacionales y, además, conocer a través de las mismas el complejo mundo de la diplomacia gracias a los expedientes de hermanamiento. Para ello ofrece un seguimiento de los acontecimientos históricos más destacables, desde la Edad Media a nuestros días, centrado, fundamentalmente, en la historia de las relaciones exteriores gracias a los obispos franceses que ocuparon la sede en los primeros tiempos, hasta el surgimiento del municipalismo, siguiendo las pautas establecidas en la Constitución Española que, en su artículo 137, establece la organización territorial del Estado en municipios, provincias y comunidades autónomas y, en el 140, el principio de autonomía de los municipios, por lo que su gobierno y administración corresponde a los propios municipios.
Gracias a esa idea de municipalismo se comenzaron a producir los primeros hermanamientos con el fin de establecer lazos de unión y cooperación entre municipios, por encima de idiomas y fronteras.
Donderis da a conocer la metodología de estos hermanamientos, que han de seguir cinco pasos: la búsqueda de un personaje emblemático con lazos comunes a ambas ciudades (por ejemplo, Santa Librada), la visita de protocolo, la declaración formal de los municipios como ciudades hermanas, el facultar al alcalde para que suscriba los documentos necesarios y comunicar el acuerdo plenario al municipio con el que se quiere establecer el hermanamiento.
Después concreta los datos anteriormente expuestos en dos claros ejemplos: los hermanamientos con Sainte Livrade sur Lot (Francia) y Vila Viçosa (Portugal), para terminar el trabajo con las series documentales originadas gracias a estos hermanamientos: especialmente en las secciones de Gobierno y de Servicios.
* Finalmente, la tercera aportación corresponde a Sergio Sanz Pérez, que escribe acerca de “Julián de Arce y Dorado: historia de un arriacense ejemplar en tierras de ultramar”, páginas 431 a 439.
Un trabajo que, apoyándose en la historia de un particular, uno de aquellos desconocidos “médicos titulares”, sirve para entrar a conocer aspectos relacionados con la historia de España y las Islas Filipinas, una de sus últimas colonias de Ultramar, previos a su independencia en 1898.
Pues, bien, Julián de Arce y Dorado fue uno de estos “médicos titulares”. Nacido en Guadalajara, se graduó como cirujano en la Universidad de Madrid, desempeñando durante la primera parte de su vida su trabajo en Madrid y Navarra, puesto que durante la segunda quiso cambiar su rumbo vital haciendo algo más “útil para la sociedad”, por lo que decidió cambiar la comodidad provinciana por algo más arriesgado viajando a la provincia de Ylocos-Sur en las Islas Filipinas.
Su trabajo social pronto se vio truncado, ya que no tardó muchos años en enfermar y pedir su regreso a España en busca de la curación a sus males…
Se cree que murió en su tierra natal en los albores del siglo XX, sin que se le hubiese concedido su ingreso en la Orden de Beneficencia.



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