miércoles, 22 de enero de 2014

Un trabajo de García de Paz con referencia a los Mendoza

Hemos encontrado un trabajo más de José Luis García de Paz, esta vez en formato digital, que no queremos dejar en el olvido añadiéndolo a los hasta aquí publicados con el fin de completar lo más exhaustivamente posible su obra menor dispersa.

CORTIJO OCAÑA, Antonio (ed.), eHumanista. Journal of Iberian Studies. Spanish and Portuguese Medieval and Early Moderns Literatures and Cultures. Department of Spanish and Portuguese University of California. Santa Bárbara. USA.
http://www.ehumanista.ucsb.edu/volumes/index.shtml

46.- “Notas para un soneto contra las casas de Mendoza, Ibáñez de Segovia y Velasco”, n.º 2 (2002), pp. 259-263.

El soneto en cuestión lleva por título Al feliz consorcio de los excelentísimos señores Condes de Tendilla y se conserva en la Biblioteca Nacional de Lisboa, inventariado en la Bibliografía de Poesía Áurea (BIPA) realizada por DiFranco y Labrador Herraiz gracias al apoyo de la National Endowment for the Humanities y las Universidades de Denver y Cleveland, y dice así:

   Diósse Ibáñez un baño de Velasco
para elevar la casa de Tendilla,
y una condesa en su nupcial morcilla
a su sangre le ha dado Bravo Charco.
   El paño de Segovia es ya Damasco,
más que un Tusón cada cordero brilla
gracias al condestable de Castilla
que es hombre que de nada hizo asco.
   ¡Albricias!, pues, señores rabadanes,
que ya unidos, casados y pastores,
con pastores alternan capitanes.
   equívocos al mundo sus blasones,
para heróicos y rústicos afanes
se fabrican doseles de vellones.

El lector se dará cuenta de la cantidad de insultos que contiene este poema satírico-burlesco típico del siglo XVII, aunque posiblemente copiado en el siguiente, en el que se hace referencia a cuernos, paños virginales, posible homosexualidad, intereses monetarios, etcétera.
Mediante el presente trabajo García de Paz intenta explicar el porqué de tan agresivo contenido a la vista de la historia de los condes de Tendilla y marqueses de Mondéjar.
Los condes de Tendilla, marqueses de Mondéjar, pertenecían a la casa de los Mendoza y fueron Grandes de España desde 1556. Hasta la muerte de quien llevaba el título de marqués, era costumbre que el hijo mayor -y heredero- tomase el título de conde de Tendilla.
La muerte, en 1604, del cuarto marqués -Luis Hurtado de Mendoza y Mendoza- sin sucesor, fue causa de un sonado pleito entre su hermano, el viudo Almirante de Aragón Francisco de Mendoza y Mendoza, y su sobrino Íñigo López de Mendoza, hijo de su otro hermano, el embajador del mismo nombre que fue catedrático de Prima de Cánones en Alcalá que había sido privado de la legítima por su padre a causa de su matrimonio, habido con una dama de dudoso pasado: María Rafaela Villaverchi, que tomó el nombre de María de Mendoza.
En dicho pleito debieron salir a la luz los “trapos sucios” de la familia, incluida la vida de soltera de la tal María Rafaela, pero como el mencionado Almirante de Aragón no tuviera hijos, los jueces fallaron a favor de su sobrino Íñigo López de Mendoza, que logró el título de quinto marqués de la casa de Mondéjar.
A su vez este Íñigo, que casó con Ana de Cabrera y Vargas, tuvo un hijo y sucesor, el sexto marqués, Íñigo López de Mendoza y Vargas, que murió sin sucesión en 1656, por lo que la herencia pasó a su hermana María de Mendoza y Vargas, muerta, igualmente, sin sucesión y, así, la casa de Mondéjar pasó a la rama del segundo hijo varón del antes mencionado catedrático y embajador (el casado con la difamada Villaverchi), que llevaba por nombre Jorge de Mendoza, primer marqués de Agrópoli, quien tuvo una hija-sucesora, María de Mendoza, que se casó con Nuño de Córdoba y Bocanegra, nacido en México e hijo del marqués de Villamayor.
Las hijas de María y Nuño adoptaron inmediatamente y en primer lugar el apellido Mendoza.
La primera de ellas, Francisca Juana, fue la heredera de la casa de Mondéjar y Tendilla a la muerte de María de Mendoza y Vargas, pero como los Mendoza querían que sus bienes “quedaran en familia”, no tuvo más remedio que casarse con el conde Galve, hermano del duque de Pastrana, que en 1677 murió sin hijos, por lo que sus bienes pasaron a su hermana menor, María Gregoria de Mendoza y Córdoba, que heredó el título de marquesa de Agrópoli, y estuvo casada con el erudito Gaspar Ibáñez de Segovia Peralta y Cárdenas, caballero de Alcántara, futuro marqués de Corpa y señor de Peralta, quien pronto añadió el Mendoza a sus apellidos, uniendo los bienes de ambos cónyuges.
Estos hechos, indica García de Paz, pudieron ser el motivo que sirvió para escribir el verso: “a su sangre le ha dado un bravo charco”.
El mencionado Gaspar, huérfano a temprana edad, fue nombrado en 1661 superintendente de la Casa de la Moneda de Segovia, lo que unido a los intereses y cargos de los Ibáñez de Segovia en la Mesta, bien pudieran explicar la alusión del soneto: “más que un toisón cada cordero brilla.”
Este mismo Gaspar casó en segundas nupcias, en 1654, con María Gregoria de Mendoza, que tras la muerte de Francisca Juana, heredó numerosos bienes y la Grandeza de España, permitiéndole añadir un primer título a sus cuantiosos bienes materiales.
El primogénito de Gaspar y María Gregoria fue José de Mendoza Ibáñez de Segovia, que con el tiempo sería el duodécimo conde Tendilla y décimo marqués de Mondéjar. Había nacido en Segovia y en 1687 casó con María Victoria de Velasco, hija de Francisco Baltasar Fernández de Velasco, marqués de Jódar, y de María Catalina Carvajal, hija de Miguel de Carvajal y María Enríquez de Mendoza, cuyo tío -hermano mayor del padre de María Victoria- era el octavo Condestable de Castilla, quien murió sin descendencia de varón, por lo que pasó a heredar los títulos su sobrino -hermano de María Victoria- José Fernández de Velasco y Carvajal, octavo duque de Frías, conde de Haro y, tras la muerte de su tío, noveno y último Condestable de Castilla.
Este enlace explicaría el “dióse Ibáñez un baño de Velasco” del soneto, puesto que los Ibáñez de Segovia mejoraron ostensiblemente su estatus social al convertirse en Grandes de España y enlazar un hijo con la familia del Condestable, destacando posteriormente en la corte de Carlos II.
Los precitados José y María Victoria tuvieron varios hijos, siendo el mayor Nicolás Luis Íñigo Ibáñez de Mendoza (1688-1742), futuro heredero de la casa de Mondéjar.
Así, apunta García de Paz, con estas notas genealógicas considera haber explicado suficientemente las alusiones contenidas en el soneto, indicando la importancia y la necesidad de hacer estas rebuscas para desentrañar los numerosos poemas de circunstancias y de vena satírico-personal que tanto abundaron en la literatura del siglo XVII y que, a su vez, constituyen un caudal inexplorado a la hora de conocer las costumbres de la época, los círculos literarios del momento y una gran parte de la lírica que, el erudito Rodríguez Moñino pedía que se recogiera y catalogara para tener un mejor conocimiento de corpus lírico completo de la época.
Esperamos, como se dijo al comienzo, que estas reseñas hayan servido para conocer mejor la “opera minor” de este gran amigo y compañero que fue José Luis García de Paz, indicando que tal vez en otra ocasión procedamos al estudio de los numerosos trabajos y artículos que nuestro divulgador dio a la prensa provincial, más dispersos.

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