viernes, 10 de mayo de 2013

Heteróclitos


HETERÓCLITOS, 13-31 mayo 2010. espacio de arte antonio pérez. centro san josé. Guadalajara, Cuenca, Diputación de Guadalajara. Servicio de Cultura, 2010, 72 pp. Catálogo de la exposición (ISBN: 978-84-92502-14-1) (19x19 cm.).

A veces es importante volver la vista atrás y ver con otros ojos, siempre renovados, aquello que pasó y que ahora puede verse a través de esos otros “ojos” que son los catálogos. Tal es el caso de la exposición que comentamos.
Habrá quien piense que el arte es el de siempre y que las “cosas” que se llaman “modernas” son tan sólo intentos, ensayos de laboratorio más o menos pasajeros.
Uno quiere pensar que no y que a pesar de ello muchos de esos llamados intentos son muestras de arte verdaderamente logrado que, ciertamente, podrá o no, gustar más o menos… y a pesar de ello todavía en pleno siglo XXI volverá a surgir la preguntita de marras de si se entiende o no, al igual que suele surgir también la de quien no entiende de libros y que al saber que fulano o mengano tiene una biblioteca bien surtida por numerosa, siempre pregunta: ¿Y se los ha leído usté todos?
Los textos del catálogo que comentamos, breves como corresponde a una publicación de tales características, fueron escritos por Mónica Muñoz y se editaron al cumplirse un año de la inauguración del Espacio de Arte Antonio Pérez que la Diputación de Guadalajara dedicó al polifacético y caleidoscópico seguntino.
Como todos sabrán, que para eso están los diccionarios, lo heteróclito es aquello que está fuera del orden establecido, lo irregular, lo que se sale de la norma, cosa que se cumple a rajatabla a través de los elementos que compusieron la exposición homónima: fotografías, pinturas, objetos encontrados y obra gráfica absolutamente dispares unidos por Antonio Pérez en su Fundación, pero que cobran sentido propio en “su” lugar correspondiente: que la propia Fundación, con sede en la artística ciudad de Cuenca, y obras de Oscar Lagunas, El Manchas, Adrián Moya, Rafa Miranzos, Jesús Ortega, Jesús Otero Iglesias, Victoria Santesmases y Santiago Torralba Pérez; la obra gráfica, con su sede en de San Clemente (Cuenca) y obras de Corneille y Lucebert; el museo del objeto encontrado, también en San Clemente, con piezas de lo más dispar reunidas y “encontradas” por Antonio Pérez a partir de los años cincuenta y, finalmente, en el museo de la fotografía, instalado en Huete (Cuenca) que contiene imágenes de Ricky Dávila, Jean-Marie del Moral, Rosell Meseguer, Isabel Tallos y Santiago Torralba Hernáiz.
Espacios que aunque separados componen los fondos de la Fundación Antonio Pérez, fundada en 1988 tras haber sido donada a la Diputación de Cuenca con el fin de ampliar la oferta cultural de dicha ciudad a través de las más de tres mil obras con que cuenta.
No se trata por tanto de obras “aisladas”, sino de obras que forman parte de un espacio que las acoge y que a su vez complementan.
No sería lo mismo la obra sin ese espacio ni el espacio sin la obra.
No un espacio cualquiera ni una obra cualquiera, sino un espacio especial que contrasta con la “modernidad” de la obra, que forma el contrapunto que se busca y lo consigue, para no sólo constituir un elemento meramente visual más o menos impactante sino para hacer pensar en otras posibilidades artísticas, puesto que el arte muchas veces puede encontrarse en cosas, a través de objetos, en los que apenas ha intervenido el hombre.
A veces tras la destrucción llega el arte y ese resultado, los objetos resultantes de esa posible violencia humana o natural, son los que busca y encuentra Antonio Pérez en un desconchón en la pared de una casa en ruinas, en un bote de Coca Cola aplastado por un camión, en una vertedera de tractor desgastada o acaso en una señal de tráfico oxidada que sirvió de diana a un cazador sin pieza…
Ver exposiciones de este tipo eleva la moral, pero verlas separadamente junto a otras muestras como las que se exhiben en el Museo de Arte Abstracto o los más modernos Espacio Torner en la antigua iglesia de San Pablo o en la sede de la Fundación Antonio Saura -la Casa Zavala- es todo un placer que se acrecienta cuando además se callejea por el barrio alto, que a su vez se convierte en continente de ese contenido que son los propios espacios artísticos, continentes a su vez de otras manifestaciones artísticas. La obra de arte en su espacio artístico dentro del conjunto total.
La colección de Antonio Pérez dándose la mano con la del amigo Saura y todas bailando entre la mágica arquitectura conquense, entre conventual y medio burguesa, con las arpilleras negriblancas de Manolo Millares, con la tenue y difuminada línea de Fernando Zobel, con las trepidantes y dinámicas rectas coloristas de Sempere o con las masas de Pablo Sebastián y los hierros, ahora madera, de Eduardo Chillida -Avesti gógora saludándonos a la entrada-, asomándose a la barranquera del Huécar desde los ojos saltones de sus Casas Colgadas, sobresaliendo por entre los ocinos y los cipreses que elevan su delgadez inmaculada al eterno azul tenue apenas salpicado de nubecillas juguetonas, si el día acompaña.
Un catálogo que mezcla un perfecto colorido con un blanco y negro mate, diseñado por artetinta, que dan idea de la colección de arte que atesora la Fundación Antonio Pérez en sus diferentes sedes, y de la que tuvimos la oportunidad de disfrutar a lo largo de una amplia selección.

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