Villa de
Torrejón del Rey. Una mirada al pasado, Guadalajara, Ayuntamiento de Torrejón
del Rey y Ediciones La Ergástula, 2009, 232 pp. (ISBN: 978-84-936732-4-6).
El
libro que hoy sacamos hoy de nuestro Baúl
de libros se editó el año 2009, dentro del programa “Los Legados de la
Tierra” que tanto bien hizo para el conocimiento de la fotografía antigua, y
hasta cierto punto olvidada, de los pueblos de Guadalajara.
Básicamente
el libro, cuya edición no escatimó medios: buen papel, encuadernación con tapa
dura, fotografías en color…, consta de dos partes principales: la primera
destinada a conocer la Historia de Torrejón del Rey, y la segunda, que
constituye el Catálogo de Imágenes, que a su vez se encuentra distribuido o
subdividido por temas: El pueblo y sus parajes, fiestas populares, fiestas
religiosas, la infancia, la escuela, labores del campo, retratos, tiempo de ocio,
tradiciones y vida social, fotografías que en muchas ocasiones han permanecido
guardadas amorosamente como verdadero patrimonio heredado de los mayores y que
muchas veces, al echarles un vistazo de tarde en tarde, han podido provocar más
de una leve sonrisa al recortar tales o cuales momentos pasados, o quizá
también más de una lágrima.
Fotografías
que pueden “verse” desde distintos puntos de vista, pero fundamentalmente desde
dos principales: como recuerdos familiares que son y que como tales pasaron a
integrar el patrimonio de lo íntimo, o como documentos del pasado del pueblo.
En ambos casos su valor es incalculable y no solo por su contenido sino por su
cantidad, puesto que para la realización del catálogo se registraron más de
2.000 fotografías, como señala Carmen de Mora-Granados Sáez, Archivera
Municipal, en la introducción, y que abarcan un espacio temporal situado entre
los años 1870 y 1960.
Y
eso es lo que en parte viene a decirnos el alcalde de Torrejón del Rey, Mario
San Martín García, en la presentación del libro, añadiendo al documento gráfico
que es la propia fotografía, ese otro dato, que es el histórico, y que en
tantas ocasiones sirve para desmitificar algunos aspectos mantenidos a macha
martillo por el pueblo como verdad de “tiempo inmemorial” que tantas veces no
se corresponde con la realidad, como venía sucediendo, pongamos por caso, con
la denominada “Casa Grande”, que ocupa uno de los laterales de la plaza Mayor,
que desde siempre ha venido considerándose como lugar de descanso y veraneo del
rey Pedro I “El Cruel” o “El Justiciero”, cosa que no pudo ocurrir de ninguna
manera puesto que la dicha casa aún no se había construido en aquella fecha.
Cuestión meramente cronológica.
Aspectos
que se explican y desmitifican en esa primera parte del libro que corresponde a
“Su historia”, cuyo texto fue escrito por Enrique Daza Pardo, Gonzalo
López-Muñiz Moragas, José Ángel Salgado Carmona y Elena Vega Rivas,
historiadores ampliamente conocidos a través de otros muchos trabajos, que
ocupa las páginas 18 a 70, desde “Los orígenes de Torrejón del Rey y Alcolea de
Torote”, hasta “El abastecimiento de aguas de Torrejón del Rey” y la
construcción de “El puente de la carretera N-320”, pasando por la “Evolución
histórica de la villa” y los distintos elementos singulares, como su escudo, la
iglesia parroquial de San Julián y Santa Basilisa o la “Casa Grande” antes
mencionada. Todo ello amplificado con una buena bibliografía, que los autores
consideran “básica” (una treintena de títulos selectos), y un anexo documental
que incluye la “Autorización firmada por el rey Felipe III para que la villa de
Torrejón del Rey se pueda vender al secretario Real Don Alonso de Muriel y
Valdivieso” (1606, 20 de Agosto. San Lorenzo del Escorial. Archivo Histórico de
Protocolos de Madrid, notario Francisco Testa, legajo 2.626) y las “Respuestas
Generales al Catastro de Ensenada”, además de dos inscripciones latinas
pertenecientes a otras tantas estelas funerarias romanas localizadas en las
ruinas del despoblado de Alcolea a mediados del siglo XIX y estudiadas por Juan
Manuel Abascal Palazón.
El
catálogo fotográfico es muy amplio y de su contenido son de destacar las
imágenes correspondientes al templo parroquial y a la “Casa Grande”, gracias a
las que podemos conocer su estado hacia 1960; la fiesta de agosto con sus
tradicionales encierros y capeas (de hacia 1920), entrar en detalle en el “refresco”
del día de “Candelas” y, en especial, la subasta de “la Rueda”, a cargo del
“Padre de los Mozos” (años 60-70), -fiesta que por fortuna ha llegado hasta
nuestros días y es considerada de Interés Turístico Provincial-.
De
gran interés gráfico e histórico es una fotografía de hacia 1900 que representa
al Cristo del Socorro en su fiesta de la Cruz de Mayo, así como otra, esta vez
firmada por el conocido fotógrafo de Guadalajara, Mari, de la Virgen de las
Candelas (1915), de la que también se incluyen dos imágenes más, realizadas en
los años 1917 y 1920, de autor desconocido, amén de algunas otras más tomadas a
lo largo de su procesión.
En
las correspondientes a las labores del campo es digna de reseñarse la foto de
unos “Bueyes tirando de una carreta”, de hacia el año 30.
De
mayor interés son los “Retratos”, puesto que algunos aparecen debidamente
firmados y datados: por ejemplo el de Victoriana López, de 1890, realizado en
el estudio madrileño del fotógrafo C. P. López (C/. Bola, 11), el de 1893 de
una niña con muñeca, también realizado en Madrid, en el mismo estudio que la
anterior, pero por López y Ariza, además de otros muchos, anónimos,
cronológicamente datados entre 1875 y 1900.
Dentro
del apartado de las fotografías sobre aspectos del ocio hay una de 1928
titulada “De caza con el macho de perdiz” que destaca o “Rondando a Josefina…”,
de 1944.
El
apartado de “Tradiciones” está representado únicamente por fotografías de
aspectos religiosos: la Peregrinación de la Virgen de Fátima, las procesiones
de San Isidro y del Corpus, las Misiones populares…, si excluimos una acerca de
la matanza del cochino.
Un
conjunto que, como verá el lector, da suficiente idea de la evolución
experimentada por el pueblo en cuanto a la vida de sus habitantes se refiere,
puesto que allí pueden apreciarse nítidamente las modas en el vestir de mujeres
y hombres, los peinados según épocas, el adecentamiento de los caminos, los
medios de transporte y la evolución de los aperos de labranza; las fuentes y el
abastecimiento, que tanto trabajo ahorraron al elemento femenino; los propios
niños del colegio; las fiestas y su celebración en aquellos bares donde solo se
servía vino y mucho después cerveza y tantas otras cosas más que cada cual
puede ir viendo detalladamente según sus gustos, apetencias o intereses.
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