CASTELLOTE, Eulalia y PEDROSA,
José Manuel, La mujer del pez y otros
cuentos tradicionales de la provincia de Guadalajara, Guadalajara, Palabras
del Candil (Colección Tierra Oral, n.º 1), 2008, 260 pp. (ISBN:
978-8461216260).
La mujer del pez… es el primer libro de una colección, Tierra Oral,
que Pep Bruno creó en su día a través de Palabras del Candil, como indica en la
presentación del libro que comentamos, para “…acercar la oralidad al territorio
de lo escrito” y muy en especial “los cuentos que durante siglos se han contado
y escuchado en las casas, las calles, los campos, las escuelas. Cuentos que han
sobrevivido a generaciones de narradores espontáneos y que, a pesar de los
grandes cambios que afectan a nuestra sociedad, siguen vivos”.
Lástima que esto último ya no se
cumpla casi del todo, puesto que en los tiempos que corren es muy difícil
encontrar en los pueblos de Guadalajara alguien que nos relate un cuento tal y
como se hacía en los años setenta y ochenta, es decir, recreándose en su
narración, gesticulando, cambiando el tono de la voz cuando la ocasión lo
requiera, dándole la extensión necesaria, refiriendo detalle a detalle todas
las fases de que consta…
Entonces había más de eso que
llamamos tiempo y no estábamos tan afectados por tantos “medios de
comunicación”, que tanto nos incomunican y aislan (y si no que se lo pregunten
a tantísimos niños presos, encadenados, a su ordenador).
Entonces, el abuelo, sentado en
el escaño -frente a la lumbre baja donde chisporroteaban unos leños-, con su
nieto sentado en las rodillas, contaba un interminable cuento al que daba la
entonación debida, al tempo
correspondiente, procurando que los ojos del niño se abrieran más y más ante la
sorpresa esperada a cada momento.
Hoy, ya no hay fuegos de leña y
el abuelo está viendo la tele en solitario porque al nieto lo de los cuentos le
importa un pito y está más atento al “chateo” con sus amiguetes que a los
“cuentos” del pasado.
Los tiempos cambian, cosa que es
normal.
Pero si los tiempos cambian, también
los cuentos se adaptan a estos tiempos y se narran de otra forma, mucho más
abreviada, mucho más sincopada, quedando apenas unos trazos, unas escuetas
pinceladas de aquel cuento origen que, en ocasiones, cuesta reconocer.
Precisamente, hace unos días,
hablábamos de esto Eulalia Castellote, coautora de este libro, y yo.
A pesar de todo la idea de Pep
Bruno no deja de ser estupenda, ya que los cuentos quedan registrados y así
podrán ser leídos por quienes nos sigan.
La colección de cuentos que contiene
este libro comenzó a fraguarse a finales de los setenta, cuando Eulalia
Castellote llevaba a cabo diversas encuestas etnográficas, necesarias para
completar su tesis doctoral, labor que posteriormente fue continuada por
algunos alumnos suyos pertenecientes a la Escuela Universitaria de Magisterio
de Guadalajara y de la Universidad de Alcalá, así como también por parte de
otros alumnos, en este caso de José Manuel Pedrosa, pertenecientes a la misma
Universidad; encuestas que llegaron hasta el tiempo presente.
El resultado es quizá un
repertorio de cuentos un tanto irregular y heterogéneo según indican sus
autores, que sin lugar a dudas creemos que ha contribuido a “impedir que se
pierdan en el olvido, y para lograr que queden como testigos, ya sin duda muy
tardíos y epigonales, pero enormemente valiosos, de una tradición oral, la de
la provincia de Guadalajara, que debió ser riquísima, pero que hoy puede darse
por muy aminorada…” teniendo en cuenta, además, que la mayor parte de los
informantes ya han desaparecido.
Como hemos dicho, la recopilación
comenzó con las correspondientes encuestas y su trascripción, que corrió a
cargo de un grupo de alumnas, labor que después completarían los editores del
libro -Castellote y Pedrosa- custodiando debidamente las mencionadas encuestas
como fuentes escritas y buscando en ellas los textos narrativos más destacables
para trascribirlos, comentarlos e interpretarlos con el fin de destacar sus
valores literarios y culturales.
Queda patente en el epílogo, que
en realidad se trata de un profundo estudio de algunos relatos de esta
colección, realizado por José Manuel Pedrosa, que ocupa las páginas 185 a 254 y
del que pueden extraerse algunas conclusiones principales:
* La dificultad de reunir una colección como esta, tan
importante tanto por la cantidad de cuentos, como por la extensión de los
mismos.
* La posibilidad de apreciar en los mismos cantidad de aspectos antropológicos, sociales y psicológicos que nos permiten un mayor acercamiento tanto al imaginario, como a la mentalidad de nuestros antepasados, y
* El reconocimiento de que no estamos solos en el mundo, puesto que muchos de estos cuentos son conocidos en otros países, lo que les confiere un aspecto de universalidad que debe ser tenido en cuenta.
* La posibilidad de apreciar en los mismos cantidad de aspectos antropológicos, sociales y psicológicos que nos permiten un mayor acercamiento tanto al imaginario, como a la mentalidad de nuestros antepasados, y
* El reconocimiento de que no estamos solos en el mundo, puesto que muchos de estos cuentos son conocidos en otros países, lo que les confiere un aspecto de universalidad que debe ser tenido en cuenta.
Todo lo anterior indica que los
cuentos recopilados no son meras ruinas del pasado, sino que, además de sana
diversión, sirven para que la humanidad se respete mutuamente.
El libro consta de noventa y
cinco cuentos, de los que cuatro son de animales; nueve, maravillosos; uno religioso;
cinco se pueden catalogar como cuentos-novela; treinta y seis satíricos; tres
formulísticos, y treinta y siete corresponden a leyendas e historias de
carácter local (siguiendo la conocida clasificación de Aarne/Thompson: The types of the folktale: a Classification
and Bibliography (2.ª revisión, Helsinki 1981), actualizada por Uther: The types of Internacional Folktales: A
Classification and Bibliography,
Helsinki 2004).
No quisiéramos finalizar sin
dejar constancia, a modo de ejemplo, de uno de ellos. Concretamente hemos
elegido “La mujer del pez”, que fue contado por Amalia G. R., de Alpedrete de
la Sierra, nacida en 1943, que forma parte del título de la presente
compilación, y que dice así:
“Eran tres hermanas. Entonces resulta que iban de merienda a un lago. Y
una de ellas, pues se entretenía en echarle el bocadillo a un pececito.
Entonces, tó los días que iba allí,
le echaba la comida. Y el pececito tó
los días salía. Entonces, ella le puso Lucifer, al pez. Resulta que las
hermanas ya la observaron que no se comía ningún día la merienda, y dijeron,
dice:
- Bueno, pues ¿qué hace esta muchacha con la merienda?
Resulta que la estuvieron oservando,
y ya, pues la vieron que lo guardaba y se iba luego al lago. Entonces, llegaba
allí al lago, y decía:
- ¡Lucifer!
Y salía el pez, le echaba la comida y se volvía a marchar. Entonces
resulta que fueron un día las hermanas, y le llamaron:
- ¡Lucifer!
Y salió Lucifer, y le mataron, al pez. Entonces, resulta que luego que
ella [fue] a ver al pececito. Y, al llegar, pues le llamó. Pero el pez no
salía. Resulta que luego, por la noche, la pusieron de cenar pescao. Y ella ya se lo figuraba de que
había sido de Lucifer.
Las espinas resulta que ya las cogió tó las espinas, y las sembró. Las sembró, y salió un árbol
precioso. Cuando pasaba ella, pos tó
las flores y tó las ramas se echaban
al suelo. Y, cuando pasaban las hermanas y querían cortar una rosa, todas
subían para arriba. No podían, no alcanzaban.
Y colorín colorado, este cuento se [ha] acabado.”
Un libro ameno, de los que ya van
quedando pocos, en el que se conjugan las narraciones populares con el ejemplar
estudio del epílogo.
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