DONDE EL AUTOR DE LA PRESENTE RESEÑA RECUERDA CON CARIÑO LA LECTURA DE
ESTE LIBRO EN SU TODAVÍA NO LEJANA MOCEDAD.
Antonio Herrera Casado, que
sabe mucho de libros y de ediciones, -pues no en vano es el alma madre de
Aache-, acaba de ofrecer al interesado un “libro” de lujo, pero puesto al día
no solo en su forma de edición, que es en formato en CD, sino también en su
adaptación a los tiempos que corren.
Confieso, así, en primera
persona, que tengo un gran amor hacia este libro, un amor diferente al que
profeso a otros muchos de Guadalajara -o sobre Guadalajara- que conservo en mi
biblioteca. La razón no es anecdótica y responde a una vivencia personal que,
si me permiten, les contaré.
Andaba yo entonces por una edad
cercana a los dieciocho años y acababa de llegar de tierras valencianas, donde
había vivido algo más de un par de años. Recordaba mi “patria chica” y
procuraba leer sobre ella; su historia, sus monumentos, sus fiestas... y,
¡cosas que suceden en la vida sin que uno llegue a comprenderlas!, de buenas a
primeras en la no muy amplia biblioteca de abuelo paterno encontréme con este
libro, totalmente desencuadernado, pero legible.
Se lo pedí y me enzarcé en su
lectura, que se me hizo más breve de lo normal, puesto que vivía lo que iba
leyendo, y eso me animó a recorrer más tarde esos pueblos y profundizar en sus
entresijos culturales, cosa que pude llevar a cabo poco a poco gracias a mi
padre, que tanto me ayudó a conocerlos en vivo.
Aquel libro desencuadernado, de
hojas ajadas por el uso, aquel vejestorio fatigado que más bien merecía la
papelera como castigo a sus desarreglos, que tanto me enseñó y que todavía
conservo, ha sido nuevamente editado, aunque esta vez con otra cara más
moderna, más actualizada.
Yo sigo conservando en el
recuerdo aquellas fotografías en blanco y negro, algunas, muchas, algo borrosas
-la tecnología de finales de los años veinte, fecha en que se editó por primera
vez el libro de Sáinz de Baranda y Cordavias era bien distinta a la actual- e
incluso alguna que otra vez repaso lentamente sus páginas y lo toco y lo sopeso
e incluso lo huelo con auténtico cariño, con cierta parsimonia calculada, yo
diría que con callado e íntimo agradecimiento y quizá de una forma un tanto
fetichista, cuasi erótica.
Dejemos que los tiempos sigan
su curso.
Aquel libro, que sigue siendo
el mismo en su contenido -quiero decir en su texto-, acaba de ser publicado por
Aache con el nuevo formato que he comentado, en CD-ROM, y numerosas nuevas
fotografías a todo color e inmejorable calidad, además de alguna de las
antiguas que aún conserva su aire añejo.
¿Es este libro mejor o peor que
aquel que yo leí en mis años mozos? Ni mejor, ni peor; diferente -en parte- de
aquel otro, del que no me resisto a ofrecer su ficha bibliográfica: SÁINZ DE
BARANDA, Julián y CORDAVIAS, Luis, Gvía
Arqueológica y de Tvrismo de la provincia de Guadalajara, Guadalajara,
Taller Tipográfico de la Casa de Misericordia, 1929, 300 páginas, que sus
autores, burgalés el primero -Juez de Primera Instancia de Guadalajara- y
alcarreño el segundo -Secretario de la Comisión provincial de Monumentos-
dedicaron a la Excelentísima Diputación de Guadalajara “propulsora entusiasta
del arte, cultura en la provincia, en cuyos anhelos palpita el bienestar y
progresos de esta tierra.” (sic).
Un libro, que surgió gracias a
la celebración de la Exposición Ibero-americana, cara al posible contingente de
turistas que pudiera visitar Guadalajara, y en el que se recogen datos de unos
cuatrocientos pueblos, gracias a las gestiones de sus autores que los
solicitaron a sacerdotes y maestros y a los que les proporcionó el “Catálogo
Monumental” ya existente de don Juan Catalina García López.
La distribución del trabajo es
sencilla y ofrece al lector una síntesis de la provincia de Guadalajara a
través de los datos más interesantes concernientes a su geografía, historia,
arte y pensamiento. Sigue el mismo esquema, aunque ya centrado en cada una de
las nueve cabezas de Partido Judicial que entonces componían la provincia,
comenzando por la capital, de la que, al igual que sucede con Sigüenza, ofrece
algunos datos más extensos: como bosquejos históricos, monumentales, situación
geográfica, la Guadalajara moderna, el porvenir, etcétera, y seguir con los
pueblos más importantes de cada uno de ellos, a modo de ficha, centrándose por
lo general en los aspectos más llamativos de su historia y su patrimonio
artístico y monumental (entonces denominado arqueológico).
Queda a la vista la falta de
datos relativos al folklore y las costumbres tradicionales (tal vez porque
estaban a la orden del día) dado que son escasas las alusiones a este tema:
botargas de Majaelrayo, fiesta del Niño Perdido en Valdenuño...
Tras estas notas no faltan
otros datos de interés como las que incluye “acerca de algunos objetos de culto
existentes en las Iglesias (sic) de la provincia que han llegado a nuestro
conocimiento con posterioridad a la factura del texto” o la escueta relación de
Monumentos Nacionales de la provincia (que nada más eran el Palacio del
Infantado y la Capilla de Luis de Lucena) y de Monumentos arquitectónicos y
artísticos, que nada más los había en Mondéjar -convento de San Antonio- y
Guadalajara -los torreones de Alvarfáñez y del Alamín, y las iglesias del
Hospital civil y de San Gil (esta última en ruinas)-.
Llama la atención lo extenso de
la bibliografía (dados los tiempos que corrían) y, como no debía faltar en guía
alguna que se preciase de ello, finaliza con la lista de hoteles, fondas, casas
de viajeros y bancos existente.
El libro es una verdadera joya
-piénsese en las dificultades de la época para hacer trabajos de este tipo-
(aunque había auténticas maravillas editadas por Hauser y Menet, con unas
fotografías de lujo) y, aprovechando la ocasión, quisiera destacar las
siguientes palabras de su prólogo:
“... y si el fin que conseguimos es
facilitar el conocimiento de la provincia y servir de cicerones a los
visitantes de ella, sobradamente nos consideraremos satisfechos; pero
quisiéramos más, y es que esta guía sirviera para aficionar a las personas de
esta tierra a profundizar en su historia y arqueología, con el fin de que no
tardando mucho, pudiera hacerse el catálogo monumental de esta provincia,
suprema aspiración...”
Y, sí, está claro que conmigo
lo consiguieron y yo les quedo muy agradecido, aunque ellos no lo sepan.
Me uno a las palabras de López de los Mozos: siempre tuve, de alguna manera, a este libro como de cabecera. Está superado con mucho y por muchos, pero siempre será "el primero". Gracias por comentarlo, gracias por editarlo de nuevo.
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