viernes, 20 de julio de 2012

Fuentelsaz, en Molina


UN ESTUDIO PROFUNDO Y RIGUROSO DE LAS OBRAS DE ARTE MÁS DESTACADAS DE FUENTELSAZ.

MARCO MARTÍNEZ, Juan Antonio, Fuentelsaz, Arte y Religiosidad, Guadalajara, Aache Ediciones, 2011, 170 pp. (I.S.B.N. 978-84-92886-66-1).

Juan Antonio Marco Martínez escribe con claridad. Es uno de esos escritores al que da gusto leer, porque uno se entera de todo. Y es que, después de haber investigado hasta el más mínimo detalle, traslada al papel lo más importante a la hora de que el lector reciba una idea más completa posible de lo que se analiza y describe.
Este libro es un buen ejemplo de lo que acabo de decir. Primero por su estructura. Si es un libro en el que se habla de Arte y Religiosidad, lo más lógico es que se empiece por el principio, es decir, por la iglesia que, casi siempre es el centro donde se reúnen las manifestaciones artísticas más importantes.
Así, pues, el primer apartado corresponde a la iglesia, al edificio religioso más importante de Fuentelsaz. En él habla de su primitiva orientación, lo que indica la existencia de un templo más antiguo, románico, que se amplió en el siglo XVI y que siguió sufriendo variaciones a lo largo del tiempo. Por ejemplo, con la incorporación de nuevas bóvedas en 1700, debidas a Blas Colás, además de otras  actuaciones.
Los capítulos siguientes, 2, 3 y 4, tienen como sujeto las distintas obras de arte que se custodian en la iglesia: los retablos, la platería y el órgano.
Señala Marco que no son muchos los datos que existen acerca de estos retablos pero que, afortunadamente, se conserva un documento, datado en 1736, que ofrece una visión global de dichos retablos. Se trata del legajo que lleva por título Los hermanos de la cofradía de N. S. de el Rosario de la vª de Fuentelsaz con los de la 3ª orden / Sobre asignación del altar pª dicha Cofradía de el Rosario.
La colección de retablos que conserva la iglesia de Fuentelsaz es magnífica; especialmente destacaría a nivel artístico el mayor, quizás debido a la autoría de Miguel Herber, natural de Fuentes de Jiloca, que hacia 1730 debió trabajar como oficial de Francisco Alambra, y los dos colaterales, el de Santa Ana, patrona de la villa, y el del Cristo de la Expiración, gemelo del anterior cuya imagen llegó desde México en 1644 donado por Miguel Romero de Celada, escribano de su Majestad, como así consta en los legajos: Fuente el Saz 1644 / Dotacion que ace Miguel Romero de Zelada natural del lugar de Fuente el Saz de una sepultura en la en la yglª del dicho lugar para el y para quien el quisiere, que se conservan en el Archivo Diocesano, Sección Beneficial, 797, 11 y Fuente el Saz beneficial año 1658 / Fundacion de la capellania jure patronatos laycorum que en el lugar de Fuente el Saz fundo Miguel Romero de Zelada vezº que fue de la villa de Madrid y natural del dicho lugar / Y ansi mismo esta aquí intentada por parte del fiscal a los herederos del dicho difunto ciertos bienes (299, 18), el último de los cuales contiene el Testamento de Miguel Romero, entre otros documentos de notable interés para el conocimiento del arte que se conserva en la iglesia de Fuentelsaz.

Junto a los anteriores destacan los de Nuestra Señora del Rosario y el de San Pascual Bailón.
Iconográficamente es interesante la imagen de medio bulto de San Mamés, que se conserva en el banco del actual retablo dedicado a la Virgen del Pilar, aunque levantado hacia 1730 por la cofradía de Nuestra Señora de la Natividad, que “Presenta a San Mamés rodeado de ovejas, tumbado y con sus vísceras en la mano, elemento este último que alude al modo en que fue martirizado. Según la tradición popular este santo habría sido uno de los pastores que acudieron a la cueva de Belén para adorar al Niño Jesús recién nacido, lo que explica su presencia en un retablo dedicado [en sus orígenes] a la Natividad”.
El capítulo dedicado a la platería se divide en dos apartados en los que se analizan las piezas que se conservan actualmente y las que hubo, es decir, las que se perdieron como “préstamo forzoso” en los años 1810 y 1811, durante la invasión napoleónica, pero de las que se conocen algunos datos a través del único Libro de Fábrica conservado en el archivo parroquial que contiene varios inventarios, uno de los cuales corresponde a las “alhajas de plata” y que va de mediados del siglo XVII a comienzos del siguiente.
El primer apartado, cuyo estudio fue realizado por Natividad Esteban López en su tesis Orfebrería de Sigüenza y Atienza, abarca un conjunto de dieciséis piezas, situadas cronológicamente entre los siglos XVI y XIX, de las que, solamente dos, llevan marca: una sacras, de Barcelona, y unas vinajeras con salvilla, de Madrid, que se han localizado atendiendo a sus rasgos tipológicos. Del segundo, hay datos en la Relacion de la plata de la yglª de Fuente el Saz entregada a Dn Juan Antonio Lopez Pinilla, de 27 de julio de 1811, cumplimentada por el entonces cura párroco don Andrés Bustillo.
Terminan los capítulos destinados al estudio y análisis de las obras de arte con el que se dedica, íntegramente, al órgano, obra de Miguel López datada en 1776, por el que se pagó la cantidad de 6.300 reales, que fue recompuesto en 1807 por Bernardo Verdalonga y que en la actualidad se conserva en mal estado, faltándole parte de la tubería.
La segunda parte del libro que, además de tratar los aspectos artísticos podría relacionarse más directamente con la tradición popular de Fuentelsaz, comienza con un breve recorrido por las cuatro ermitas: de la Soledad y San Miguel, anteriores al siglo XVII, que ya existían según la “visita” de 1680, y las de Santa Bárbara y San Roque, que fueron construidas en la segunda mitad del XVIII.
Siguen las cofradías, que como en casi todos los pueblos, fueron muy numerosas: de Nuestra Señora del Rosario (fundada en 1635), Natividad de Nuestra Señora, Santísimo Sacramento, Vera Cruz y Sangre de Cristo, San Roque y San Pascual.
Entre las fundaciones de carácter benéfico da amplia noticia del hospital, que entonces tenía un cometido semejante al de un albergue para pobres y transeúntes; la Cámara de Misericordia o Montepío, para el préstamo de grano para siembra, y la obra pía del Doctor Don Juan Domínguez, racionero de la catedral de Sigüenza y fundador del “Colegio Teólogo de San Martín” de dicha ciudad, cuyo fin consistía en proporcionar alimentosa los estudiantes a la que dedica el capítulo octavo.
Tampoco pasa desapercibida la figura del sacristán, del que se señalan sus obligaciones generales, entre las que destacaba la de servir de maestro de niños, así como su asistencia los oficios religiosos.
Concluye el libro con otro aspecto que, para quien haya visitado Fuentelsaz, no habrá pasado desapercibido: los vítores de la facha de la iglesia, correspondientes a diversos “hijos del pueblo” destacados por sus conocimientos y fundadores de capellanías, entre los que hubo tres obispos y un cardenal. Y, junto a ellos, un músico -José Alonso López, perteneciente a la capilla Real de Sevilla-, un escultor -Juan Ruiz Amador, “maestro de escultura de la Real Academia de la Corte”- y un maestro de obras -Antonio Bernal Colás-.
Libro este de gran interés por la cantidad y calidad de los datos que aporta, cuya lectura recomendamos a quienes quieran conocer en profundidad los pueblos del Señorío y, más en concreto, Fuentelzaz.

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

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