jueves, 12 de abril de 2012

Caro Baroja, habitante en la Alcarria


En memoria de Julio Caro Baroja, que tuvo casa en La Alcarria
José Luis García de Paz. 17 de enero de 2006.
En 2005 hicieron diez años del fallecimiento del investigador Julio Caro Baroja  (Madrid 1914- Vera de Bidasoa 1995), miembro de una familia culta en la que destacó su tío el escritor Pío Baroja (1887-1956). Su relación con Guadalajara comienza cuando su madre, Carmen Baroja y Nessi (1883-1950), compró una casa y tierras de labor en Tendilla. Aunque mínima en comparación con su ingente labor como historiador, etnólogo y arqueólogo, estudió algunos instrumentos tradicionales agrícolas y las botargas de Guadalajara.
La mayor parte de su vida transcurrió entre Madrid y la casa familiar Itzea, en Vera de Bidadoa (Navarra). Entre sus viajes por España o al extranjero, destacaré el que (tras una extensa labor preparatoria) hizo al Sahara español en 1952-53, que daría lugar a sus “Estudios Saharianos” (1955) que son la única descripción auténtica de un pueblo obligado a emigrar, y quizá llamado a desaparecer, a partir de 1975. Ingresó en la Real Academia de la Historia (1963) con un discurso dedicado a “La Sociedad Criptojudía en tiempos de Felipe IV”. Desde 1986 perteneció a la Real Academia Española.

Supo prestar atención y asociar la “gran historia con la historia chica”, nunca desdeñando (al contrario) la arquitectura y tecnología populares. “Tenía una forma muy especial de observar”, de hecho él se definía como un “historiador descriptivo”. Autor de algunas pinturas al óleo y autoretratos, era buen dibujante descriptivo, como muestran sus cuadernos de campo. En las sesiones de la Academia a que asistía, sin dejar de estar atento, realizaba numerosos dibujos festívos y satíricos.
Su labor investigadora fue tanto de biblioteca y archivo como de trabajo de campo. Julio estuvo alejado del ambiente universitario, no se reconocía dentro de los límites que impone la supervivencia dentro de un departamento universitario, y más si era en la universidad de los años 50. Tampoco estuvo a gusto como Director del Museo del Pueblo Español, harto de que los trajes y material que recopilara se estropeara embalado en sus sótanos, o como asesor de la naciente televisión autonómica vasca, de dónde dijo que los consejos que se le solicitaban iban directamente a la papelera. Amigo de sus amigos, creo que se encontraba más a gusto trabajando sólo. Permaneció soltero. La mayoría de los premios que recibiera fueron durante el reinado de Juan Carlos I, como el Príncipe de Asturias (1983) o el Príncipe de Viana (1995).
Con motivo del décimo aniversario de su muerte, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales ha organizado una exposición en Madrid, “Memoria de Julio Caro Baroja”, del 2 de diciembre de 2005 al 15 de enero de 2006. Junto con los materiales expuestos, se proyectaban películas, una de ellas dirigida por él sobre Navarra. La excelente exposición queda recogida en un catálogo muy extenso, evidentemente sin las películas pero con buenos textos sobre su vida, obra y ambiente que le rodeaba. Entre las muchas piezas dedicadas a Cádiz, Huelva, Granada, Navarra (especialmente), Madrid y sus ambientes populares, el Sahara y los saharauis, Extremadura o el País Vasco, de Guadalajara sólo podemos encontrar un único dibujo a puntos de la botarga de Montarrón, recuerdo de este investigador que hace ya años “saliera a la caza de botargas”.
Hay fotos familiares, con sus amigos, en viajes, los premios que recibiera, cuadros y dibujos de su mano (unos satíricos, los más casi fotografías de la realidad que vió), y ejemplares de diversas ediciones de varios de sus libros, como “Los Vascos. Etnología” (1949), “Los moriscos del reino de Granada” (1957), “Los judíos en la España contemporánea” (1961), “Los Pueblos de España” (1966), “Las brujas y su mundo” (1968),“Estudios sobre la vida tradicional española” (1968), “Estudios vascos” (1973), “La casa en Navarra” (1982), “Tecnología Popular Española” (1986) o “Las falsificaciones de la Historia (en relación con la de España)” (1991). Asimismo la exposición muestra algunas indumentarias tradicionales (como un traje de maragata y joyería maragata) procedentes del Museo del Pueblo Español. También aparece “Los Baroja” (1972) en que relata la historia familiar y el porqué su madre invirtió un dinero en Tendilla, así como que dejó de ir por allí debido a los tristes recuerdos de su madre fallecida de cáncer.

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