viernes, 30 de diciembre de 2011

Una exposición de temas populares



EL SONIDO A GOLPES. Instrumentos musicales populares de ronda y tradición oral, Azuqueca de Henares, Castilla-La Mancha, 2011, s. p. (pero 20). Exposición en el Centro Cultural del 26 de Abril al 11 de Mayo de 2011.

En alguna ocasión anterior hemos dicho que “las palabras vuelan y los hechos permanecen”. Pues bien, el folleto que hoy comentamos es una buena muestra de lo dicho, ya que es el resultado, lo que actualmente queda o permanece, de una exposición que tuvo lugar en fechas pasadas. La exposición fue visitada por muchísima gente… pasó el tiempo y tras ser desmontada hoy sólo queda este recuerdo, es decir, lo efímero y temporal llega a dejar huella de su corta vida a través de este, a modo de catálogo, que lo trasciende y lo sitúa en unas coordenadas “históricas”.
Se trata de un sencillo folleto, bien diseñado por Christian Gajete Matías, que consta de varios apartados, todos breves -dada la extensión del soporte (16x15 centímetros)-, interesantes desde el punto de vista etnográfico y muy válidos pedagógicamente hablando, cara al posible visitante de la muestra.
No es, por lo tanto, un catálogo ad hoc, es decir, uno de esos catálogos en los que se consignan todos y cada uno de los objetos que se exponen mediante sus correspondientes fichas.

La atractiva fotografía de una botella de anís y una cuchara sirve de portada al folleto y da la bienvenida a su contenido: otra fotografía, esta vez añeja, atractiva, de la antigua ronda azudense y una “Introducción” en la que se insiste en que “los instrumentos musicales que podemos ver en esta exposición, no son simplemente objetos que producen música, son también signos que al observarlos nos devuelven a un tiempo apenas pasado, ligado a lo rural…”, pues no conviene olvidar que hasta hace relativamente pocos años, Azuqueca era un pueblo de economía más agrícola que ganadera y que, esos instrumentos musicales, que unos tocaban y otros escuchaban, formaban parte esencial del devenir del pueblo, de su alegrías y de sus tristezas… de su cotidiana existencia. Pero que hoy consiguen nueva vitalidad en las manos de los componentes de la actual Ronda de Azuqueca, “formando parte importante de esa cultura tradicional, que no se puede perder porque su herencia es en gran medida la que posibilita proveer de significado otras invenciones, otras músicas y otras maneras de imaginar, de crear y de vivir en la actualidad”.
El grueso del catálogo lo constituye un grupo de trabajos acerca de “La música popular”, “Los instrumentos”, “Música popular en Azuqueca”, “La Ronda recorría Azuqueca”, “Recuperación de la Ronda”, “Los mayos en Azuqueca”, “La jota de Azuqueca” y “El pasodoble de Azuqueca”, para finalizar con una larga serie de “Agradecimientos”.
Veamos ahora cada uno de los apartados arriba dichos.
En el apartado de la música popular se hace referencia a los primeros estudios de una nueva ciencia nacida a partir del año 1920, la etnomusicología, que determina dos tipos de música: la culta y la de tradición oral que, en realidad, con más bien características propias de cada una de ellas, y añade: “La música de tradición oral es la creación colectiva de las clases populares. No existe por su belleza sonora, sino porque tiene un significado para el pueblo que la crea, y se transmite por imitación mediante la observación directa de los intérpretes a través de la memoria, siendo el pueblo entero quien la interpreta”. Además, se enmarca siempre en determinadas actividades humanas directamente relacionadas con el calendario y, por lo tanto, también con las festividades cristianas, de ahí que existan variedades entre los distintos ciclos: de invierno (con la l Navidad y sus villancicos, pidiendo el aguinaldo de casa en casa, organizándose las tradicionales Rondas de Nochebuena, que solían interpretar canciones religiosas y profanas), de primavera (con la celebración de las fiestas de “mayos”, típicas del galanteo, tan extendidas por la provincia de Guadalajara, con sus variantes: a la Virgen y a las mozas), y último ciclo, considerado como doble, correspondiente al verano/otoño (en que tienen lugar la mayor parte de las fiestas patronales de nuestros pueblos, con rondas y bailes y con las ya casi desaparecidas canciones de pastores, esquiladores, segadores, colmeneros y olivareros).
Los instrumentos eran tocados casi exclusivamente por varones, mozos o casados que, sin conocimientos musicales -tocaban “de oído”- y solían ser los constructores de sus propios instrumentos: zambombas, cañas, huesos, rabeles, flautas, pitos... además de usar otros “instrumentos” utilitarios y ocasionales como botellas, almireces, sartenes o tapaderas, entre otros muchos, que por sus características encuadran dentro de cuatro grandes grupos suficientemente conocidos, idiófonos -almireces, castañuelas, cencerros, hierros-, cordáfonos -guitarras, bandurrias, guitarrillos-, membranófonos -tambores, panderetas- y aerófonos -gaitas o pitos, dulzainas, flautas-.
La música popular en Azuqueca es la propia de la Baja Campiña del Henares, muy parecida a la de la Vega del Jarama, y sus cambios han sido muy profundos con el transcurso del tiempo, de tal forma que en la actualidad es casi total su pérdida, a lo que sin duda alguna ha contribuido la gigantesca explosión demográfica sufrida de algunos años a esta parte y la consiguiente conversión del pueblo -de características plenamente rurales, pues de una economía agrícola y ganadera ha pasado a ser industrial-, aunque parece haber cierto empeño en recuperar aquella tradición gracias a la Ronda de Azuqueca.
En cuanto a la Ronda que recorría la localidad cabe decir que era la tradicionalmente conocida en otros tantos lugares. Para su descripción, ciertamente romántica, siguen los comentarios de Aragonés Subero: “... en el medio rural alcarreño, el amor o la declaración de tal llega por el camino de la fuente, el lavadero o por la ronda. El baile, contra lo que aparentemente se supone, no es lugar de arranque para el noviazgo; es el noviazgo mismo (...) En la ronda, nadie es más que nadie; todos se sienten protegidos por el grupo, y además, aunque la insinuación sea pública, casi siempre se hace con nocturnidad, o a la distancia que da la casa, la calle y la ventana cerrada, aunque se tenga la certeza de que pegada a ella está la novia en potencia, pretendiendo escuchar hasta la última copla”.
Como suele ocurrir con tantas rondas, tampoco se sabe ciertamente cuando comenzó a recorrer las por entonces escasas calles del pueblo, aunque todo parece apuntar a los años cuarenta del siglo XIX, sabiéndose, en cambio, cuando dejó de salir, que lo fue hacia mediados de los sesenta del siguiente.
Había dos rondas: la de los “solteros” y la de los “casados”, que era la más importante y salía en fechas determinadas: el último fin de semana de abril, para cantar los “mayos”; en san Isidro, con el consiguiente “pique” entre los rondadores, tras copa y copa; en las fiestas patronales, que tenían lugar el tercer domingo de septiembre; con carácter especial había ronda de “quintos” el día que entraban en “quintas”, solicitando comestibles, licores y dineros para hacer una merienda de despedida (como rito de paso del mundo civil al militar, además de otros), y por Navidades, pidiendo el aguinaldo. Normalmente utilizaban guitarras, laúdes, bandurrias, triángulos y botellas, pero en Navidad se añadían zambombas, panderetas, panderos y otros, casi siempre de percusión.
Afortunadamente la idea de recuperar la ronda surgió por parte de un grupo de entusiastas. Uno de esos impulsores fue Jesús de la Cruz Basanta que, en las Navidades de 1997, aglutinó una docena de amigos interesados en la música y en las antiguas tradiciones populares, buscando ayuda en la existente Rondalla El Vallejo, que ya llevaba algunos años cantando los mayos a la Virgen de la Soledad.
Recogieron multitud de letras de los mayores, que colaboraron gustosa y desinteresadamente, de entre las que podemos citar la “Jota de Azuqueca”, “Los Diez Mandamientos”, el “Romance de la Loba Cana” (“La Loba Parda” de otros lugares), además de numerosos villancicos tradicionales y un pasodoble dedicado a Azuqueca, hasta el momento actual en que son diecisiete los miembros que componen la Ronda.
El canto de “los mayos” en Azuqueca parece que data del siglo XVIII, al menos una parte del que se canta a la Soledad. Se cantaban el último sábado del mes de abril y tras la declaración  como fiesta el 1 de mayo, se cantan la noche del 30 de abril. La parte religiosa se cantaba a coro delante de la ermita, mientras que a las mozas se les cantaba individualmente o por delegación y su transmisión o aprendizaje se lograba  escuchándolos repetidamente.
Hoy se cantan a las doce en punto de la noche del día 30 de abril, en el pórtico de la ermita de la Virgen de la Soledad, y después se hace una recreación de la antigua ronda de los mayos, que tienen la siguiente forma:

Buenas noches nos de Dios
de San Felipe y Santiago
vengo a decirle Señora
que ha llegado el mes de mayo.

Mes de mayo, mes de Abril
mes de los recios calores
cuando las cebadas granan
y los trigos echan flores.

Cuando los enamoradosregalan a sus amores,unos les regalan frutasotros se regalan flores.

(Fragmento recuperado gracias a Luz, la de Félix “el Mocho”, que como vemos mezcla los mayos a la Virgen con los de las mozas).
La “Jota de Azuqueca”, que según informaciones recibidas se supone de finales del siglo XIX, se tocaba por la ronda “de los casados” durante las fiestas patronales de septiembre y dejó de interpretarse en los años sesenta del siguiente, como queda dicho. Uno de sus componentes -Nicolás Rojo- fue quien pasó la letra a la actual Ronda: “Desde aquella esquina aquí / he venido a la carrera / por ver si podía / mi jotica la primera. // Porque he llegado el primero / el primero canto yo / porque he llegado el primero / por ver si podía ver / tu pelito en ese velo // Porque he llegado el segundo / el segundo canto yo / porque he llegado el segundo / quién más te quiere en el mundo // Salir mocitas salir / y salir a la ventana / que los quintos de Azuqueca / van a sortear mañana”, donde, también se trasluce cierta mezcolanza entre canciones de ronda tradicional y canciones “de quintos”.
También se ofrece la transcripción del “Pasodoble de Azuqueca” cuyo autor fue el médico de la localidad don Jesús López, que data de 1946 y solía interpretar el coro parroquial que dirigía Lola Lafont.
Finaliza este sencillo y atractivo folleto con una tanda ingente de agradecimientos en los que mezcla la alegría y la broma ingenua.
Folletos de este tipo son necesarios para dejar constancia de los acontecimientos culturales que, de una forma sencilla y no muy costosa, constituyen una huella permanente de lo que día tras día forma la esencia de los pueblos.
José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión sobre este libro nos interesa. Escríbela aquí.