EL SONIDO A GOLPES. Instrumentos
musicales populares de ronda y tradición oral, Azuqueca de Henares, Castilla-La
Mancha, 2011, s. p. (pero 20). Exposición en el Centro Cultural del 26 de Abril
al 11 de Mayo de 2011.
En alguna ocasión anterior hemos
dicho que “las palabras vuelan y los hechos permanecen”. Pues bien, el folleto
que hoy comentamos es una buena muestra de lo dicho, ya que es el resultado, lo
que actualmente queda o permanece, de una exposición que tuvo lugar en fechas
pasadas. La exposición fue visitada por muchísima gente… pasó el tiempo y tras
ser desmontada hoy sólo queda este recuerdo, es decir, lo efímero y temporal
llega a dejar huella de su corta vida a través de este, a modo de catálogo, que
lo trasciende y lo sitúa en unas coordenadas “históricas”.
Se trata de un sencillo folleto,
bien diseñado por Christian Gajete
Matías, que consta de varios apartados, todos breves -dada la extensión del
soporte (16x15 centímetros)-, interesantes desde el punto de vista etnográfico
y muy válidos pedagógicamente hablando, cara al posible visitante de la
muestra.
No es, por lo tanto, un catálogo ad hoc, es decir, uno de esos catálogos
en los que se consignan todos y cada uno de los objetos que se exponen mediante
sus correspondientes fichas.
La atractiva fotografía de una
botella de anís y una cuchara sirve de portada al folleto y da la bienvenida a
su contenido: otra fotografía, esta vez añeja, atractiva, de la antigua ronda
azudense y una “Introducción” en la que se insiste en que “los instrumentos
musicales que podemos ver en esta exposición, no son simplemente objetos que
producen música, son también signos que al observarlos nos devuelven a un
tiempo apenas pasado, ligado a lo rural…”, pues no conviene olvidar que hasta
hace relativamente pocos años, Azuqueca era un pueblo de economía más agrícola
que ganadera y que, esos instrumentos musicales, que unos tocaban y otros
escuchaban, formaban parte esencial del devenir del pueblo, de su alegrías y de
sus tristezas… de su cotidiana existencia. Pero que hoy consiguen nueva
vitalidad en las manos de los componentes de la actual Ronda de Azuqueca, “formando parte importante de esa cultura
tradicional, que no se puede perder porque su herencia es en gran medida la que
posibilita proveer de significado otras invenciones, otras músicas y otras
maneras de imaginar, de crear y de vivir en la actualidad”.
El grueso del catálogo lo constituye un grupo de trabajos
acerca de “La música popular”, “Los instrumentos”, “Música popular en Azuqueca”,
“La Ronda recorría Azuqueca”, “Recuperación de la Ronda”, “Los mayos en
Azuqueca”, “La jota de Azuqueca” y “El pasodoble de Azuqueca”, para finalizar
con una larga serie de “Agradecimientos”.
Veamos ahora cada uno de los
apartados arriba dichos.
En el apartado de la música
popular se hace referencia a los primeros estudios de una nueva ciencia nacida
a partir del año 1920, la etnomusicología, que determina dos tipos de música:
la culta y la de tradición oral que, en realidad, con más bien características
propias de cada una de ellas, y añade: “La música de tradición oral es la
creación colectiva de las clases populares. No existe por su belleza sonora,
sino porque tiene un significado para el pueblo que la crea, y se transmite por
imitación mediante la observación directa de los intérpretes a través de la
memoria, siendo el pueblo entero quien la interpreta”. Además, se enmarca
siempre en determinadas actividades humanas directamente relacionadas con el
calendario y, por lo tanto, también con las festividades cristianas, de ahí que
existan variedades entre los distintos ciclos: de invierno (con la l Navidad y
sus villancicos, pidiendo el aguinaldo de casa en casa, organizándose las
tradicionales Rondas de Nochebuena, que solían interpretar canciones religiosas
y profanas), de primavera (con la celebración de las fiestas de “mayos”,
típicas del galanteo, tan extendidas por la provincia de Guadalajara, con sus
variantes: a la Virgen y a las mozas), y último ciclo, considerado como doble,
correspondiente al verano/otoño (en que tienen lugar la mayor parte de las
fiestas patronales de nuestros pueblos, con rondas y bailes y con las ya casi
desaparecidas canciones de pastores, esquiladores, segadores, colmeneros y
olivareros).
Los instrumentos eran tocados
casi exclusivamente por varones, mozos o casados que, sin conocimientos
musicales -tocaban “de oído”- y solían ser los constructores de sus propios
instrumentos: zambombas, cañas, huesos, rabeles, flautas, pitos... además de
usar otros “instrumentos” utilitarios y ocasionales como botellas, almireces,
sartenes o tapaderas, entre otros muchos, que por sus características encuadran
dentro de cuatro grandes grupos suficientemente conocidos, idiófonos
-almireces, castañuelas, cencerros, hierros-, cordáfonos -guitarras,
bandurrias, guitarrillos-, membranófonos -tambores, panderetas- y aerófonos
-gaitas o pitos, dulzainas, flautas-.
La música popular en Azuqueca es
la propia de la Baja Campiña
del Henares, muy parecida a la de la Vega del Jarama, y sus cambios han
sido muy profundos con el transcurso del tiempo, de tal forma que en la
actualidad es casi total su pérdida, a lo que sin duda alguna ha contribuido la
gigantesca explosión demográfica sufrida de algunos años a esta parte y la
consiguiente conversión del pueblo -de características plenamente rurales, pues
de una economía agrícola y ganadera ha pasado a ser industrial-, aunque parece
haber cierto empeño en recuperar aquella tradición gracias a la Ronda de
Azuqueca.
En cuanto a la Ronda que recorría
la localidad cabe decir que era la tradicionalmente conocida en otros tantos
lugares. Para su descripción, ciertamente romántica, siguen los comentarios de
Aragonés Subero: “... en el medio rural
alcarreño, el amor o la declaración de tal llega por el camino de la fuente, el
lavadero o por la ronda. El baile, contra lo que aparentemente se supone, no es
lugar de arranque para el noviazgo; es el noviazgo mismo (...) En la ronda,
nadie es más que nadie; todos se sienten protegidos por el grupo, y además,
aunque la insinuación sea pública, casi siempre se hace con nocturnidad, o a la
distancia que da la casa, la calle y la ventana cerrada, aunque se tenga la
certeza de que pegada a ella está la novia en potencia, pretendiendo escuchar
hasta la última copla”.
Como suele ocurrir con tantas
rondas, tampoco se sabe ciertamente cuando comenzó a recorrer las por entonces
escasas calles del pueblo, aunque todo parece apuntar a los años cuarenta del
siglo XIX, sabiéndose, en cambio, cuando dejó de salir, que lo fue hacia
mediados de los sesenta del siguiente.
Había dos rondas: la de los
“solteros” y la de los “casados”, que era la más importante y salía en fechas
determinadas: el último fin de semana de abril, para cantar los “mayos”; en san
Isidro, con el consiguiente “pique” entre los rondadores, tras copa y copa; en
las fiestas patronales, que tenían lugar el tercer domingo de septiembre; con
carácter especial había ronda de “quintos” el día que entraban en “quintas”, solicitando
comestibles, licores y dineros para hacer una merienda de despedida (como rito
de paso del mundo civil al militar, además de otros), y por Navidades, pidiendo
el aguinaldo. Normalmente utilizaban guitarras, laúdes, bandurrias, triángulos
y botellas, pero en Navidad se añadían zambombas, panderetas, panderos y otros,
casi siempre de percusión.
Afortunadamente la idea de
recuperar la ronda surgió por parte de un grupo de entusiastas. Uno de esos
impulsores fue Jesús de la Cruz Basanta
que, en las Navidades de 1997, aglutinó una docena de amigos interesados en la
música y en las antiguas tradiciones populares, buscando ayuda en la existente
Rondalla El Vallejo, que ya llevaba algunos años cantando los mayos a la Virgen
de la Soledad.
Recogieron multitud de letras de
los mayores, que colaboraron gustosa y desinteresadamente, de entre las que
podemos citar la “Jota de Azuqueca”, “Los Diez Mandamientos”, el “Romance de la
Loba Cana” (“La Loba Parda” de otros lugares), además de numerosos villancicos
tradicionales y un pasodoble dedicado a Azuqueca, hasta el momento actual en
que son diecisiete los miembros que componen la Ronda.
El canto de “los mayos” en
Azuqueca parece que data del siglo XVIII, al menos una parte del que se canta a
la Soledad. Se cantaban el último sábado del mes de abril y tras la
declaración como fiesta el 1 de mayo, se
cantan la noche del 30 de abril. La parte religiosa se cantaba a coro delante
de la ermita, mientras que a las mozas se les cantaba individualmente o por
delegación y su transmisión o aprendizaje se lograba escuchándolos repetidamente.
Hoy se cantan a las doce en punto
de la noche del día 30 de abril, en el pórtico de la ermita de la Virgen de la
Soledad, y después se hace una recreación de la antigua ronda de los mayos, que
tienen la siguiente forma:
Buenas noches nos de Dios
de San Felipe y Santiago
vengo a decirle Señora
que ha llegado el mes de mayo.
Mes de mayo, mes de Abril
mes de los recios calores
cuando las cebadas granan
y los trigos echan flores.
Cuando los enamoradosregalan a sus amores,unos les regalan frutasotros se regalan flores.
(Fragmento recuperado gracias a
Luz, la de Félix “el Mocho”, que como vemos mezcla los mayos a la Virgen con
los de las mozas).
La “Jota de Azuqueca”, que según
informaciones recibidas se supone de finales del siglo XIX, se tocaba por la
ronda “de los casados” durante las fiestas patronales de septiembre y dejó de
interpretarse en los años sesenta del siguiente, como queda dicho. Uno de sus
componentes -Nicolás Rojo- fue quien pasó la letra a la actual Ronda: “Desde aquella esquina aquí / he venido a la
carrera / por ver si podía / mi jotica la primera. // Porque he llegado el
primero / el primero canto yo / porque he llegado el primero / por ver si podía
ver / tu pelito en ese velo // Porque he llegado el segundo / el segundo canto
yo / porque he llegado el segundo / quién más te quiere en el mundo // Salir
mocitas salir / y salir a la ventana / que los quintos de Azuqueca / van a
sortear mañana”, donde, también se trasluce cierta mezcolanza entre
canciones de ronda tradicional y canciones “de quintos”.
También se ofrece la
transcripción del “Pasodoble de
Azuqueca” cuyo autor fue el médico de la localidad don Jesús López, que
data de 1946 y solía interpretar el coro parroquial que dirigía Lola Lafont.
Finaliza este sencillo y
atractivo folleto con una tanda ingente de agradecimientos en los que mezcla la
alegría y la broma ingenua.
Folletos de este tipo son
necesarios para dejar constancia de los acontecimientos culturales que, de una
forma sencilla y no muy costosa, constituyen una huella permanente de lo que
día tras día forma la esencia de los pueblos.
José Ramón
LÓPEZ DE LOS MOZOS
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión sobre este libro nos interesa. Escríbela aquí.