jueves, 4 de agosto de 2011

Misterio, humor e intriga en una novela que se desarrolla en el siglo XII




VAQUERIZO MORENO, Francisco, Vísperas de siempre. Novela histórica protagonizada por Bernardo de Agén, el primer obispo de Sigüenza después de la ocupación árabe. (1124-1152), Guadalajara, Aache Ediciones, 2011, 192 pp.



I



Quizá sea nuestro autor, el sacerdote Francisco Vaquerizo Moreno, el escritor más prolífico de cuantos actualmente pueblan la tierra de Guadalajara, pues muchas son sus obras, tanto en prosa y en verso, como teatrales. Valgan de muestra los siguientes títulos que, seguramente, interesarán al lector. En verso, Un puñado de pena, Memoria de los sueños y Versos de andar por casa, se dejan llevar por cierto carácter intimista, mientras que otros parecen más abiertos a circunstancias y aspectos más locales, como Sigüenza y otros versos, Loas a la Virgen del Madroñal o el Romancero de Alhóndiga, entre otros muchos; en prosa, al igual que hemos visto que sucedía con el verso, su obra está dividida en temas intimistas, muchas veces autobiográficos, como puede comprobarse tras la lectura de Memoria de mi formación sacerdotal, En libertad bajo sospecha o de Jirueque: Memoria de mi infancia, quizá sus obras más conocidas y comentadas y que, posiblemente, constituyen el trío primordial de sus escritos, sin dejar de lado algunas otras de tendencia más biográfica, más puntual, como las dos que escribió acerca de María Bertila, Santa y Santa Bertila, modelo de enfermera, a las que habría que añadir Las tres mártires de Guadalajara y unas Glosas al Himno del Madroñal.


Otras veces, Vaquerizo mezcla la prosa y el verso, con resultados excelentes como pude apreciarse en Historias, Romances y Leyendas del Madroñal, de la que al menos, que sepamos, ya se han hecho dos ediciones, o Leyendas y Romances del Saz, obras sencillas, sin pretensiones eruditas, en las que se amalgama el relato, la poesía y la rancia tradición local, generalmente mariológica y hagiográfica, que tanto interés pueden llegar a tener para los estudiosos de temas etnográficos provinciales.


Finalmente, cabe señalar en Vaquerizo una tercera pasión como escritor, en este caso centrada en el teatro, especialmente constituido por lo que podríamos considerar como autos religiosos en verso, de los que, últimamente, dos han visto la luz, siendo posteriormente representados: La Fundación de Don Alonso, realizado ex profeso para celebrar la conmemoración del Quinto Centenario de la muerte de D. Alonso Fernández de la Cuesta, “El Dorado” de Jirueque, y otro acerca de la Santa Faz de Sacedón que, según algo más que rumores, quizá se publique en breve para gozo general.



II



Pues bien, ahora le toca el turno a una novela que se quiere o que se ha venido tildando de histórica, cuando, en realidad, no lo es, puesto que para que una novela sea considerada como tal, debe basarse en hechos comprobadamente históricos, cosa que en la obra que comentamos no sucede, ya que lo hace en base a unos cuantos, pocos, datos, muy localizados y muy puntuales, en los que predomina lo puramente novelesco sobre lo histórico.


Podríamos decir, en todo caso, que estamos o que nos encontramos, ante una reinterpretación, muy libre, eso sí, de determinados aspectos históricos.


Señala Vaquerizo que hace años escribió para sus alumnos una obrita teatral sobre el obispo D. Bernardo de Agén, por el que desde siempre sintió profunda simpatía, aunque lamentándose de que, a pesar de su importancia histórica, fuese un gran desconocido. Aquella obrita ha servido para construir la presente novela que pretende “hacer al insigne aquitano, más próximo y más asequible”.


Pues bien, en resumen, la obra gira en torno a la parafernalia que suscita la preparación de la gran batalla que se va a entablar contra los musulmanes con el fin de arrebatarles la antigua ciudad de Sigüenza, a la sazón en su poder, es decir, su reconquista. En la novela, que abarca un periodo de unos cuarenta años, aparece un Bernardo aquitano más dado a los rezos y al estudio que a las artes marciales y que, por diversos motivos, llega a ostentar la mitra seguntina.


Por orden expresa del rey Alfonso VII debe tomar Sigüenza con el fin de asegurar los límites de la tierra ya reconquistada, cosa que hace de buena gana, aunque no sin esfuerzo, de manera airosa. Tras este hecho bélico y una vez restablecida la paz, aunque todavía titubeante, nuestro obispo dedica su vida y sus caudales a la construcción de numerosas iglesias y castillos, y completando la labor reconquistadora con repoblaciones, hasta que fallece junto al Tajo, ese Tajo cuyas tierras pudo haber conquistado, al decir del mismo Vaquerizo en el “Proemio” de su novela: “Porque cuando tomó la sede, tenía un ejército que, sin ser una cosa del otro mundo, superaba con mucho al de la morisma y, en un par de semanas, hubiese alcanzado las orillas del río Tajo.”


Y todo ello escrito con buena letra, con esa buena letra que los autores saben utilizar cuando intuyen que una obra va bien encaminada, por ello utiliza en todo momento un lenguaje ágil, muy castellano, que hace que la novela se lea fluidamente, con interés, al que habría que añadir unos cuantos elementos de fino humor que también contribuyen a hacerla entretenida, llegando además, a momentos concretos en que la intriga y el misterio forman parte principal del entramado, que viene a ser producto o consecuencia de la intersección de otras “novelas menores”, por así decir, que el autor ha querido incluir en el texto principal, para arroparlo al modo cervantino.


José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión sobre este libro nos interesa. Escríbela aquí.