Acaba de aparecer un librito que conmemora, historiándolo, el Lavadero de Iriépal. Algo sencillo y tierno, una historia doméstica y mínima elevada a la categoría de ejemplar. Porque lo es: un edificio de utilidad pública, hecho para que lavar la ropa en el arroyo no le supusiera un enorme sacrificio a las mujeres de un pueblo de la Alcarria hace cien años, que después de cumplir su misión, y abocado como tantos otros edificios inútiles a la desaparición y la ruina, fue articulado (restaurado, limpio y peinado) por el Ayuntamiento capitalino (cuando Bris Gallego tenía la vara del municipio) y dejado como un Centro Social resplandeciente que hoy sigue usándose como tal.
Cien años después de su construcción, el Ayuntamiento ha apoyado un libro que hace historia del edificio y del personaje que con su dinero lo construyó. Un don José Santa María de Hita a quien pocos conocían hasta ahora, probo y sencillo ciudadano que dejó sus dineros para la creación de fundaciones que supusieran mejorar las condiciones de vida de sus conciudadanos. Con unos pocos de miles de pesetas (como aquel que dice, con unos cuantos cientos de euros de hoy en día) se levantó este edificio, bien trazado, útil, bonito.
Ha sido Marta Córdoba Cuadrado la investigadora que se ha encargado de darnos la memoria del personaje y del edificio. En breves páginas, acompañadas de algunos planos, de documentos y alguna foto antigua, se nos posibilita saber algo más de tan simpático y mínimo lugar: el Lavadero de Iriépal, que con todo esto (centenario, libro, simpatía) entra de lleno en el catálogo monumental de nuestra tierra. Ojalá dure así muchos cientos de años más.
Cien años después de su construcción, el Ayuntamiento ha apoyado un libro que hace historia del edificio y del personaje que con su dinero lo construyó. Un don José Santa María de Hita a quien pocos conocían hasta ahora, probo y sencillo ciudadano que dejó sus dineros para la creación de fundaciones que supusieran mejorar las condiciones de vida de sus conciudadanos. Con unos pocos de miles de pesetas (como aquel que dice, con unos cuantos cientos de euros de hoy en día) se levantó este edificio, bien trazado, útil, bonito.
Ha sido Marta Córdoba Cuadrado la investigadora que se ha encargado de darnos la memoria del personaje y del edificio. En breves páginas, acompañadas de algunos planos, de documentos y alguna foto antigua, se nos posibilita saber algo más de tan simpático y mínimo lugar: el Lavadero de Iriépal, que con todo esto (centenario, libro, simpatía) entra de lleno en el catálogo monumental de nuestra tierra. Ojalá dure así muchos cientos de años más.
Entrañable libro sobre el Lavadero de Iriépal y la Fundación de D. José Santamaría de Hita. La celebración de este centenario ha servido como homenaje a la gran labor que hizo la Fundación para mejorar la vida diaria de los vecinos de Iriépal
ResponderEliminarAcabo de echar un vistazo al libro, y pienso leerlo en breve. Me ha parecido genial dedicar una monografía a un edificio tan sencillo y entrañable. Enhorabuena al Barrio de Iriepal por sacar adelante esta iniciativa, al alcalde pedáneo de la villa, y a Marta Córdoba por su trabajo. Cosas así, pequeñas y bien hechas, honran a un pueblo.
ResponderEliminarDe acuerdo ¡excelente trabajo!, pero,
ResponderEliminar¿por qué no se dejó el lavadero como estaba?
Era el mejor lavadero de toda España.
En todos los pueblos recuperan sus lavaderos y éste que contaba con cocina,estaba techado y con cuatro enormes pilas donde se podía lavar de pie, fue derruído.
Su uso está bien, pero, ¿no podía haberse conservado algo?