sábado, 7 de agosto de 2010

Vida y obra de un clásico seguntino





Memorias de un seguntino



Javier Sanz es uno de los valores científicos con que cuenta hoy la provincia de Guadalajara, y ello gracias a su constante dedicación a su profesión (médico-dentista, profesor de Historia de esa especialidad en la universidad Complutense de Madrid) y al estudio de los médicos de la antigüedad, relacionados con el enfermo dental, o con la ciudad de donde él es natural: Sigüenza.


Acaba de entregarnos un nuevo estudio sobre un personaje seguntino, de esos que poco a poco va perfilando con nitidez y arrancando sus secretos, que estaban guardados en las profundas cavernas de los archivos. La obra recién publicada, por AACHE, de Javier Sanz lleva por título “El doctor Antonio Pérez de Escobar. Su vida y su obra” y es un nuevo y total discurso por la biografía y los libros escritos por este antiguo galeno, del que Sanz da los datos irrefutables, documentales, de su origen seguntino.


Pérez de Escobar estudió su carrera médica en la Universidad del Alto Henares, donde se doctoró en enero de 1758. Alcanzó a ser entre otras cosas “médico de familia” del Rey de España, por entonces Carlos III, y examinador del Real Tribunal del Protomedicato hispano. También ocupó el entonces importantísimo cargo de primer médico del Real Convento de la encarnación de Madrid. Terminó siendo “Médico de Cámara” real. Ese prestigio profesional, que le sitúa en la nómina de los mejores médicos españoles del siglo XVIII, se vio respaldado con el nombramiento de Pérez de Escobar como académico de número de la Real Academia Española de Medicina.


El doctor Sanz analiza en su obra la que nos legó escrita Pérez de Escobar. En esencia, son dos libros de gran consistencia, utilidad y éxito en aquellos tiempos: los “Avisos Médicos” y la “Medicina Patria”, esta última realmente trascendente por cuanto sentó las bases, en su época, de lo que en siglo XIX serían las “Topografías Médicas”, estudiando en una primer aparte la Geografía Española y sus disposiciones a la salud y la enfermedad; en una segunda, las enfermedades propias de los españoles, que empiezan por la melancolía y acaban por las hemorroides, como de todos es sabido, pasando por la calentura catarral reumática y algunas otras curiosidades; en la tercera se dedica a revisar los medicamentos que a la sazón se usan y parecen efectivos: salen allí a relucir la sangría y el purgante, el agua y el mercurio pasando por el alcanfor y el agua blanca. Una revisión de las virtudes de las aguas medicinales, que para Pérez de Escobar las de Trillo y Sacedón son las mejores, le sirve para concluir su interesante obra.


El seguntino Javier Sanz corona su libro con la bibliografía pertinente y nos deja un estudio perfecto, por lo medido y certero, rescatando del olvido a un personaje del que todos deberíamos hoy hacer memoria y homenaje ¿Será posible que el nuevo Centro de Salud de Sigüenza lleve el título de “Doctor Pérez de Escobar”? Sería una decisión, cuando menos, justa. Y desde luego, prestigiosa para la propia ciudad.

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