Ya su cuarto libro de poemas en la calle, Pablo Emilio Llorente avanza un puesto en las filas de los poetas alcarreños. Ese mundo, casi submundo –por escaso y comedido- cultural de la ciudad alcarreña, está poblado de escritores intromisos, de pintores cautos, de fotógrafos respetuosos, de poetas temblando: un mundo intelectual que no hace ruido, que escribe, pinta, y se expresa calladamente, sin importarle que su derredor vibre de conciertos, encierros y kedadas.
En ese grupo de espléndidos escritores y escritoras, va abriéndose camino Pablo Emilio Llorente (el de Guadalajara, porque hay otros con el mismo nombre y apellido en otros lugares de España). Llorente no ceja. Como tantos otros viaja primero, vive, se enfrenta, lee, piensa, sufre y al final se expresa, en sus poemas. Que son breves, libres, pero muy meditados y sentidos. Escribe de amor y soledades, de querencias difíciles y de muchachas. Ha caído en el embrujo de una ciudad –Tánger- y se ha visto envuelto y maniatado por un viento, el de levante en esa punta africana. El resultado es un libro encantador, sonoro, vivo. Un libro que parece estar hecho de acuarelas, y en ellas plasmada la luz, las mujeres, las charlas bajo los olivos, bajo el castillo, por las callejas… Damos la enhorabuena a Pablo Emilio Llorente por este nuevo, libro, ¡el cuarto ya! de poemas que nos entrega, con sabor a sangre lejana y a sal de mar y lágrima. Vendaval y marea es una mezcla difícil, pero vibrante. Un gran autor, que merece ser leído, y conocido.
En ese grupo de espléndidos escritores y escritoras, va abriéndose camino Pablo Emilio Llorente (el de Guadalajara, porque hay otros con el mismo nombre y apellido en otros lugares de España). Llorente no ceja. Como tantos otros viaja primero, vive, se enfrenta, lee, piensa, sufre y al final se expresa, en sus poemas. Que son breves, libres, pero muy meditados y sentidos. Escribe de amor y soledades, de querencias difíciles y de muchachas. Ha caído en el embrujo de una ciudad –Tánger- y se ha visto envuelto y maniatado por un viento, el de levante en esa punta africana. El resultado es un libro encantador, sonoro, vivo. Un libro que parece estar hecho de acuarelas, y en ellas plasmada la luz, las mujeres, las charlas bajo los olivos, bajo el castillo, por las callejas… Damos la enhorabuena a Pablo Emilio Llorente por este nuevo, libro, ¡el cuarto ya! de poemas que nos entrega, con sabor a sangre lejana y a sal de mar y lágrima. Vendaval y marea es una mezcla difícil, pero vibrante. Un gran autor, que merece ser leído, y conocido.
El libro va ilustrado por Sandra Gobet Herrera, una joven artista también originaria de Guadalajara, que está abriendo caminos en la ilustración de libros con visiones muy personales de la realidad basada en los textos que se muestran.
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