Memorias de Horche
Hace unos meses que ha aparecido publicada la “Historia de Horche”, un libro que consta de 416 páginas, en cómodo tamaño de lectura, con multitud de fotografías, muchas de ellas en color. Añade de valor los dibujos iniciales de cada capítulo, y aún la ilustración de la portada, que las ha hecho especialmente para la ocasión el pintor Rafael Pedrós Lancha. La obra ha sido editada por AACHE como número 71 de la colección “Tierra de Guadalajara”, y se divide en 5 grandes capítulos, que vienen a tratar de la Geografía, la Historia, el Patrimonio, los Personajes, y el Costumbrismo y fiestas de la villa, con numerosos apéndices que transcriben documentos, algunos tan curiosos como las epidemias que a lo largo de los siglos asolaron al pueblo, las guerras que por él pasaron, o los pleitos que en siglos pasados mantuvo Horche con la capital Guadalajara.
Esta “Historia de Horche” fue escrita por su cronista Juan Luis Francos a lo largo de los años, tras haber pasado largas horas en archivos, sacristías y chancillerías, buscando los documentos precisos que pudieran darle cuerpo al entero vivir de la villa. Lo dejó completamente acabado pocos días antes de morir, en 2008. Es sin duda una obra monumental y concienzuda que da gusto tener entre las manos, abrir pausadamente, leer a pocos.
Paseando por Horche
Todo en Horche tiene su interés. A quienes buscan arte, poco les dirá la iglesia parroquial, aunque ha quedado muy dignamente restaurada, limpia y luciendo lo poco que quedó tras la Guerra Civil, en que fue destruido el retablo mayor que era una joya de la escultura renacentista. Se ve un bonito artesonado sobre el presbiterio y en el atrio exterior lucen perfectos los capiteles que rematan sus columnas. ¿Traídos quizás de Lupiana? ¿Trazados o aún esculpidos personalmente por Alonso de Covarrubias? Lo de menos es el detalle, lo importante es captar la belleza de cada pieza, la armonía del conjunto, la felicidad que emana de cada instante.
Horche y sus metáforas
Se vaya en día de diario, o se vaya en plena fiesta, el aire de Horche siempre está limpio y dispuesto a recibir al viajero. Solo con pasear y mirar, esquinas y aleros, o cuestas y jardines escondidos, ya disfruta el paseante. Pero si además llega con “los deberes hechos” y la historia del enclave sabida, o al menos oída, ganará en mucho el viaje.
Para conocer Horche en profundidad hay que pasar un rato en medio de la cómoda sonrisa de su plaza grande, oyendo el sano sonar del agua en su fuente del lavadero, o viendo la imagen ancha del campo y las vegas que se divisa desde la puerta de la vieja ermita de San Sebastián, donde dicen que estuvo, siglos ha, el castillo. Todo en Horche está “allí arriba”. Eso es lo que dicen algunos que significa su nombre en vascuence antiguo: Or = arriba o en lo alto, y che (de etxea) la casa. La casa allí en lo alto… aunque también podría derivar de “huertos….hortes… y luego …horche”. Cualquier sabe. Esto de la toponimia es ciencia abstrusa que debe cogerse de la punta y mirarse de lejos, sin acercar demasiado la lupa.
El autor
De la incansable actividad de Juan Luis Francos como valedor de la cultura y la historia de la Alcarria, donde más saben es en Horche. De ahí era su Cronista, lo cual supone el mérito de dedicarse a estudiar, a propagar, a defender y a divulgar todo lo relativo a su esencia (que es como debe resumirse el conjunto de cosas que brotan de su historia, su patrimonio, su costumbrismo y su naturaleza). Y tanto sabía de Horche que había iniciado, años atrás, la redacción de una “Historia de Horche” que fuera actual y definitiva, que diera evidencia de lo que fray Juan de Talamanco en el siglo XVIII había escrito, y de lo que desde entonces, hasta hoy mismo, ha ocurrido en esa villa de nuestro entorno. La familia y los amigos se han ocupado de que esa historia no se quedara (como ya pasó con la que escribiera el cura Calvo) guardada para siempre en un cajón (o en un CD corrompible, que es peor).
Antes se había ocupado Francos de otras parcelas de Horche. Desde su puesto de corresponsal, desde hace muchos años, del diario “Nueva Alcarria”, nada de lo que ocurría en Horche dejaba de tener reflejo en sus páginas. Muchas veces añadido de evocaciones, fiestas, anécdotas, siluetas de personajes y proyectos. Él fue uno de los que animó a Juan Francisco Ruiz Martínez para realizar la nueva versión de la picota, que seguramente pronto tendrá silueta en alguna plaza horchana. Él fue quien ha presidido la Asociación Cultural Padre Talamanco en los últimos años, homenajeando a todo y a todos cuantos han tenido que ver con Horche. Él ha sido, y esta me parece batalla difícil de ganar, y más con su ausencia, quien ha defendido la caligrafía de Horche sin hache, en base a que así se escribía en documentos antiguos. La hache muda, y con el solo objeto de adornar las palabras, es bandera del idioma castellano que a va a ser difícil de arriar, a no ser que se empeñen en ello los más encendidos enemigos de nuestras cosas, que los hay y cada vez más numerosos.
Memorias varias de gente horchana
El autor de esta magna “Historia de Horche”, Juan Luis Francos, debiera ser considerado como horchano de pro. Porque aunque nacido en Galicia, uno es de donde deja su corazón y sus amores. De donde la tierra y su memoria le hace vibrar. De la Alcarria toda era, sin duda, cuando ha ocupado (hasta el día de su muerte) el cargo de vocal de Cultura de la Casa de Guadalajara en Madrid. En 1997, fue nombrado Académico correspondiente de la Historia, y algo antes había recibido el título, honorífico, de Cronista oficial de la villa. Durante años fue, además, presidente y factotum de la Asociación Cultural “Padre Talamanco” dinamizando de forma contundente la vida cultural de Horche.
De la memoria de otras gentes horchanas hizo Francos su empeño. A los vivos dio homenajes, y a los muertos les construyó biografías a base de rebuscar en los viejos papeles. De cuantos sujetos trató, fue el primero el análisis biográfico de Ignacio Calvo, un alcarreño que dejó escritas páginas singulares sobre muchos aspectos de Horche, que también inició, y dejó escrita gran parte de la historia de esta villa, habiéndose perdido finalmente su manuscrito. Y que puso traducido al latín [macarrónico] el Quijote bajo ese título que se ha hecho finalmente tan conocido, “Historia Domini Quijoti Manchegui”, cuya última edición fue también prologada por Juan Luis.
De otras figuras horchanas se ocupó en varios libros: del fraile Tomás Moral y su Diario, del soldadito Víctor Muñoz que luchó en Filipinas defendiendo en Asia la bandera española, de la “Lega” una empresaria de espectáculos que siempre llevó –aunque se fuera a Cuba y rodara por España toda luciendo figura- muy alto el pabellón horchano. En el libro ahora nacido, son docenas las memorias de gente horchana que Francos reivindica. Con toda razón.
Hace unos meses que ha aparecido publicada la “Historia de Horche”, un libro que consta de 416 páginas, en cómodo tamaño de lectura, con multitud de fotografías, muchas de ellas en color. Añade de valor los dibujos iniciales de cada capítulo, y aún la ilustración de la portada, que las ha hecho especialmente para la ocasión el pintor Rafael Pedrós Lancha. La obra ha sido editada por AACHE como número 71 de la colección “Tierra de Guadalajara”, y se divide en 5 grandes capítulos, que vienen a tratar de la Geografía, la Historia, el Patrimonio, los Personajes, y el Costumbrismo y fiestas de la villa, con numerosos apéndices que transcriben documentos, algunos tan curiosos como las epidemias que a lo largo de los siglos asolaron al pueblo, las guerras que por él pasaron, o los pleitos que en siglos pasados mantuvo Horche con la capital Guadalajara.
Esta “Historia de Horche” fue escrita por su cronista Juan Luis Francos a lo largo de los años, tras haber pasado largas horas en archivos, sacristías y chancillerías, buscando los documentos precisos que pudieran darle cuerpo al entero vivir de la villa. Lo dejó completamente acabado pocos días antes de morir, en 2008. Es sin duda una obra monumental y concienzuda que da gusto tener entre las manos, abrir pausadamente, leer a pocos.
Paseando por Horche
Todo en Horche tiene su interés. A quienes buscan arte, poco les dirá la iglesia parroquial, aunque ha quedado muy dignamente restaurada, limpia y luciendo lo poco que quedó tras la Guerra Civil, en que fue destruido el retablo mayor que era una joya de la escultura renacentista. Se ve un bonito artesonado sobre el presbiterio y en el atrio exterior lucen perfectos los capiteles que rematan sus columnas. ¿Traídos quizás de Lupiana? ¿Trazados o aún esculpidos personalmente por Alonso de Covarrubias? Lo de menos es el detalle, lo importante es captar la belleza de cada pieza, la armonía del conjunto, la felicidad que emana de cada instante.
Horche y sus metáforas
Se vaya en día de diario, o se vaya en plena fiesta, el aire de Horche siempre está limpio y dispuesto a recibir al viajero. Solo con pasear y mirar, esquinas y aleros, o cuestas y jardines escondidos, ya disfruta el paseante. Pero si además llega con “los deberes hechos” y la historia del enclave sabida, o al menos oída, ganará en mucho el viaje.
Para conocer Horche en profundidad hay que pasar un rato en medio de la cómoda sonrisa de su plaza grande, oyendo el sano sonar del agua en su fuente del lavadero, o viendo la imagen ancha del campo y las vegas que se divisa desde la puerta de la vieja ermita de San Sebastián, donde dicen que estuvo, siglos ha, el castillo. Todo en Horche está “allí arriba”. Eso es lo que dicen algunos que significa su nombre en vascuence antiguo: Or = arriba o en lo alto, y che (de etxea) la casa. La casa allí en lo alto… aunque también podría derivar de “huertos….hortes… y luego …horche”. Cualquier sabe. Esto de la toponimia es ciencia abstrusa que debe cogerse de la punta y mirarse de lejos, sin acercar demasiado la lupa.
El autor
De la incansable actividad de Juan Luis Francos como valedor de la cultura y la historia de la Alcarria, donde más saben es en Horche. De ahí era su Cronista, lo cual supone el mérito de dedicarse a estudiar, a propagar, a defender y a divulgar todo lo relativo a su esencia (que es como debe resumirse el conjunto de cosas que brotan de su historia, su patrimonio, su costumbrismo y su naturaleza). Y tanto sabía de Horche que había iniciado, años atrás, la redacción de una “Historia de Horche” que fuera actual y definitiva, que diera evidencia de lo que fray Juan de Talamanco en el siglo XVIII había escrito, y de lo que desde entonces, hasta hoy mismo, ha ocurrido en esa villa de nuestro entorno. La familia y los amigos se han ocupado de que esa historia no se quedara (como ya pasó con la que escribiera el cura Calvo) guardada para siempre en un cajón (o en un CD corrompible, que es peor).
Antes se había ocupado Francos de otras parcelas de Horche. Desde su puesto de corresponsal, desde hace muchos años, del diario “Nueva Alcarria”, nada de lo que ocurría en Horche dejaba de tener reflejo en sus páginas. Muchas veces añadido de evocaciones, fiestas, anécdotas, siluetas de personajes y proyectos. Él fue uno de los que animó a Juan Francisco Ruiz Martínez para realizar la nueva versión de la picota, que seguramente pronto tendrá silueta en alguna plaza horchana. Él fue quien ha presidido la Asociación Cultural Padre Talamanco en los últimos años, homenajeando a todo y a todos cuantos han tenido que ver con Horche. Él ha sido, y esta me parece batalla difícil de ganar, y más con su ausencia, quien ha defendido la caligrafía de Horche sin hache, en base a que así se escribía en documentos antiguos. La hache muda, y con el solo objeto de adornar las palabras, es bandera del idioma castellano que a va a ser difícil de arriar, a no ser que se empeñen en ello los más encendidos enemigos de nuestras cosas, que los hay y cada vez más numerosos.
Memorias varias de gente horchana
El autor de esta magna “Historia de Horche”, Juan Luis Francos, debiera ser considerado como horchano de pro. Porque aunque nacido en Galicia, uno es de donde deja su corazón y sus amores. De donde la tierra y su memoria le hace vibrar. De la Alcarria toda era, sin duda, cuando ha ocupado (hasta el día de su muerte) el cargo de vocal de Cultura de la Casa de Guadalajara en Madrid. En 1997, fue nombrado Académico correspondiente de la Historia, y algo antes había recibido el título, honorífico, de Cronista oficial de la villa. Durante años fue, además, presidente y factotum de la Asociación Cultural “Padre Talamanco” dinamizando de forma contundente la vida cultural de Horche.
De la memoria de otras gentes horchanas hizo Francos su empeño. A los vivos dio homenajes, y a los muertos les construyó biografías a base de rebuscar en los viejos papeles. De cuantos sujetos trató, fue el primero el análisis biográfico de Ignacio Calvo, un alcarreño que dejó escritas páginas singulares sobre muchos aspectos de Horche, que también inició, y dejó escrita gran parte de la historia de esta villa, habiéndose perdido finalmente su manuscrito. Y que puso traducido al latín [macarrónico] el Quijote bajo ese título que se ha hecho finalmente tan conocido, “Historia Domini Quijoti Manchegui”, cuya última edición fue también prologada por Juan Luis.
De otras figuras horchanas se ocupó en varios libros: del fraile Tomás Moral y su Diario, del soldadito Víctor Muñoz que luchó en Filipinas defendiendo en Asia la bandera española, de la “Lega” una empresaria de espectáculos que siempre llevó –aunque se fuera a Cuba y rodara por España toda luciendo figura- muy alto el pabellón horchano. En el libro ahora nacido, son docenas las memorias de gente horchana que Francos reivindica. Con toda razón.
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