PÉREZ RODRÍGUEZ-ARAGÓN, Fernando y BARRIL
VICENTE, Magdalena, “El cementerio tardorromano de Aguilar de Anguita y la
problemática de las necrópolis con ajuares “tipo Simancas-San Miguel del
Arroyo”, Sautuola, XVI-XVI
(Santander, Instituto de Prehistoria y Arqueología “Sautuola”, 2010-2012), pp.
215-237 (I.S.S.N.: 1133-2166).
El presente trabajo ofrece una amplia e
interesante información acerca del cementerio de inhumación tardorromano que en
1915 excavó el Marqués de Cerralbo en el lugar denominado “Los Pardales”,
perteneciente al término municipal de
Aguilar de Anguita, en la actual provincia de Guadalajara.
Gracias a estos trabajos se ha podido
localizar con gran precisión el antiguo yacimiento, así como el lugar de
habitación al que, por lógica, debió pertenecer.
Los autores intentan reconstruir los ajuares
funerarios partiendo de la brevísima descripción de los restos excavados en el
pasado, además de la que puede consta en algunas etiquetas que llegaron al
Museo Arqueológico Nacional acompañando numerosas piezas, las fotografías
tomadas en el momento de las excavaciones y las memorias e inventarios
aportados por el propio Cabré, acerca de los cuatro conjuntos excavados, cuando
permanecieron expuestos en el Museo Cerralbo.
Gracias a la documentación mencionada el
yacimiento arqueológico de “Los Pardales” se sitúa en el marco de las
necrópolis tardorromanas de la Meseta Sur, ampliando los conocimientos a través
de ciertas consideraciones sobre el significado y la cronología de las antes
denominadas “necrópolis del Duero” o “ de la Meseta” y, más cercanamente
(suponiéndolas más tardías), “necrópolis postimperiales”, aunque en el presente
trabajo los autores prefieren referirse a este tipo de yacimientos como
“cementerios tardorromanos con ajuares tipo Simancas-San Miguel del Arroyo”.
En realidad, este trabajo forma parte de la
revisión de materiales arqueológicos encontrados en las excavaciones llevadas a
cabo en Aguilar de Anguita, a comienzos del siglo XX, por don Enrique de
Aguilera y Gamboa, Marqués de Cerralbo, que se conservan actualmente en el
Museo Arqueológico Nacional.
A través del estudio de tales piezas se ha
podido identificar -entre una gigantesca cantidad de materiales de la Edad del
Hierro-, una serie de elementos
provenientes de ajuares de un cementerio romano bajoimperial, (parte de estos
objetos ya habían sido estudiados en su momento por José Luis Argente Oliver,
en su Memoria de Licenciatura), aunque tales materiales se entremezclaron, en
ocasiones, con otros procedentes de tumbas celtibéricas.
Al parecer, las etiquetas que en algunos
casos acompañaban a las piezas tardorromanas ofrecían su atribución “a un
cementerio de inhumación que se encontraría situado en las inmediaciones de la
ermita de Nuestra Señora del Robusto, y que podría enmarcarse dentro del más
amplio conjunto de necrópolis romanas bajoimperiales que la historiografía
arqueológica española ha venido denominando “del Duero”, o más recientemente,
“de la Meseta” y de las cuales los dos cementerios situados al Norte y al Sur de
la villa de “La Olmeda” constituyen manifestación y ejemplo principal”, y cuyo
ámbito de distribución comprende gran parte del interior y del Norte de la
Península Ibérica, cuya representación más septentrional puede encontrarse en
la “Carretera de la Playa” de Castro Urdiales (Cantabria).
Para llevar a cabo el presente estudio, Pérez
y Barril, han intentado reunir toda la información del cementerio citado,
aunque poniendo especial interés en los datos que permitieran localizar el
yacimiento e “intentar reconstruir las asociaciones originales de los objetos
que conformaban los ajuares funerarios”, lo que condujo poco después de la
revisión de los citados materiales y su publicación, al análisis de la
correspondencia mantenida entre Cerralbo y el P. Fidel Fita, referente a una
estela romana altoimperial que aquel había desenterrado en Aguilar de Anguita.
Correspondencia que proporcionaba pocos datos
sobre las circunstancias del hallazgo, puesto que el epígrafe había aparecido
roto, formando parte de una estructura pétrea que protegía una de las tumbas de
la necrópolis que nos ocupa.
Años después, en 2008, la familia Cabré-Morán
depositaba en el M(useo) A(rqueológico N(acional) (M.A.N.), la copia de un
inventario -realizada por Cabré- de los objetos de la colección Cerralbo que
éste expuso en su palacete, en el que se incluían algunos apuntes referentes a
materiales del yacimiento que comentamos, que vienen a completar la información
proporcionada por tres fotografías que se conservan junto al material arqueológico
y que, probablemente fueron realizadas por el responsable de la excavación -el
propio Juan Cabré-, mostrando, en forma de panoplia, el mobiliario fúnebre de las sepulturas.
De igual modo, indican Pérez y Barril, se ha
procedido a una cuidadosísima revisión del contenido de algunas etiquetas, con
las que originalmente fueron embaladas algunas piezas, dado que en algunos
casos proporcionaban datos sobre la composición de los ajuares y su
emplazamiento dentro de las sepulturas.
Y más todavía: a modo de avance a esta
tarea, los autores del trabajo han presentado, como contribución al homenaje a
Javier Cortés y Álvarez de Miranda, el estudio de dos sepulturas masculinas
pertenecientes a este cementerio, caracterizadas por presentar arreos de
caballo; trabajo que, dicho sea de paso, resultó fallido, puesto que
posteriormente se pudo comprobar que los objetos que se consideraban
pertenecientes al ajuar de la tumba 13 bis, pertenecían en realidad a las
tumbas 4 y 5, y que la vasija que entonces fue considerada como perteneciente a
la tumba 24, corresponde a la 10, puesto que la fototeca del IPCE (Instituto
del Patrimonio Cultural de España) incluyó entre sus fondos el Archivo Cabré
(donado al Estado en 1991), que desde 2012 ha permitido localizar dos nuevas imágenes
con las “panoplias” de tres ajuares y otra serie de fotografías que muestran
algunas de las tumbas con sus ajuares durante el proceso de excavación, lo que
ha permitido la reconstrucción más apropiada del mobiliario sepulcral.
El yacimiento aparece en el Inventario de Cabré como “Necrópolis de Nuestra Señora del
Robusto, Aguilar de Anguita”, aunque en el inventario individualizado que
realizaron Pérez-Barril de los objetos procedentes de dicha localidad, las
etiquetas contenían diversas denominaciones: “Necrópolis romana del Cerrillo,
detrás de la Virgen del Robusto”, “Necrópolis
de los Esqueletos... Ladera de detrás de la V. del Robusto”, “Necrópolis
por inhumación con clabos (sic)”.
Dos de las etiquetas precisaban “Necrópolis
romana de “Los Pardales” del Cerrillo de detrás de la Virgen del Robusto”, de
ahí que los autores hayan preferido emplear el topónimo “Los Pardales”, siendo
lo demás meras precisiones, encontrándose en el paraje “Pardales del Castillo”,
donde se localizó y excavó en 2007 un yacimiento romano en una tierra de
cultivo inmediato a la ermita.
Acerca de la estela romana allí aparecida
existen algunos datos en la correspondencia mantenida entre el Marqués de
Cerralbo y Fidel Fita que se conserva en la Comisión de Antigüedades de la Real
Academia de la Historia, conteniendo una fotografía y un dibujo de la
inscripción, con una primera lectura de Cerralbo corregida posteriormente por
Fita.
En la carta se mencionan algunas
circunstancias del hallazgo:
“... que encontré
en una / necrópolis por inhumación y que rotos / y separados formaban con
bastantes más / piedras un rudo contorno en forma de / sepultura cuadrilonga en
cuyo interior / hallé un esqueleto adornado con dos / pulseras de bronce y
sobre todo una de lignito” (5 de febrero de 1915).
En otra misiva del 6 de febrero de dicho año
se incluye un dibujo del epígrafe, precisando el lugar del encuentro:
“Aguilar de
Anguita (Guadalajara) / en una necrópolis ibero-romana / en la vega de la
Virgen del Robusto / en las inmediaciones de la gran necrópolis / ibérica de
Aguilar de Anguita”.
La estela fue presentada por Fita ante la
R.A.H. el 6 de abril de 1915, como:
“... la más
antigua (inscripción) ibérica-celtibérica escrita en caracteres latinos que se
conoce”.
Continua el trabajo con una extensa
descripción de los ajuares descritos por Cabré, así como la información
proporcionada por las etiquetas antiguas que acompañaban a las piezas y las
fotografías realizadas por dicho arqueólogo, además de un breve estudio,
actual, de los materiales más significativos.
¿Cuáles fueron los resultados? ¿Qué se sabe
del yacimiento de “Los Pardales” después de este “redescubrimiento”?
Pues, entre otras cosas, que estamos ante un
lugar que fue ocupado hace unos mil seiscientos años por una comunidad rural
tardorromana, cuya necrópolis fue excavada en 1915 por Cerralbo.
Las sepulturas pudieron ser, por lo menos,
veintiocho, de las que once, corresponden a inhumaciones realizadas en el
interior de ataúdes de madera ensamblados con clavos de hierro, sin cantoneras.
Una era cuadrangular (sepultura 10, y en ella aparecieron las dos pulseras de
bronce y la de lignito antes mencionadas). En otras once se encontraron objetos
susceptibles de pertenecer al ajuar del fallecido u ofrendas de sus allegados,
puesto que lo más probable es que los muertos fuesen amortajados con su
vestimenta (de ahí que, al menos cinco tumbas, mostraban las tachuelas del
calzado utilizado por los allí enterrados, excepto en la tumba 10, en la que
los restos -femeninos- indican tratarse de un
par de botas).
En cinco enterramientos, las armas
encontradas pertenecían a varones, mientras que en tres, se trataba de adornos
femeninos.
Etcétera.
Tras la comparación de este tipo de
enterramientos (“Los Pardales”) con otros peninsulares pertenecientes al marco
de las necrópolis tardorromanas de ajuar de la Meseta, puede comprobarse que
las gentes de ocuparon el yacimiento próximo a la ermita de la Virgen del
Robusto, constituyeron una población rural modesta, en la que los varones
tendían a enterrarse con los arreos de sus monturas y sus armas, lo que conduce
a considerar dicho yacimiento como semejante a los que Pere de Palol bautizara
como propios de las “necrópolis del Duero”, aunque su difusión supere zona
geográfica perteneciente a la Meseta Norte.
“Los Pardales” encaja perfectamente dentro de
esta serie de yacimientos.
A modo de conclusión Pérez y Barril señalan
que la información por ellos recopilada conduce a considerar la necrópolis
tardorromana de “Los Pardales” de Aguilar de Anguita dentro del esquema de
necrópolis “tipo Simancas-San Miguel del Arroyo”, puesto que muestra a los
enterrados dentro de sus ataúdes amortajados con su vestimenta (como vimos más
arriba), que en ocasiones incluye el calzado con suela claveteada.
Pero, del mismo modo aparecen, en el caso de
los varones, ajuares con cuchillos “tipo Simancas”, arreos de caballos, lanzas,
y herramientas, y en algunas tumbas femeninas, collares y pulseras. Además, las
ofrendas aparecen depositadas en vasijas de cerámica y vidrio.
Un seguimiento de las excavaciones dará lugar
a saber con mayor precisión si estamos ante una comunidad enterrada en el
periodo bajoimperial o acaso en el postimperial.
El trabajo se acompaña con fotografías de la
época, de gran interés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión sobre este libro nos interesa. Escríbela aquí.