YBARRA, Carmen de, Añoranzas, Guadalajara, Intermedio Ediciones / La Autora, 2014, 82
pp.
Carmen de Ybarra ha sacado un nuevo libro que
ha titulado Añoranzas, puesto que,
ciertamente, se trata de una sencilla y más bien breve recopilación de
artículos, -poco más de treinta artículos y trabajos-, colaboraciones en
general, publicadas con antelación en distintos medios, desde la acreditada Agenda Agromán, hasta los más
prestigiosos periódicos nacionales, como ABC,
pasando por otros provinciales y locales como Nueva Alcarria, de Guadalajara, ciudad en la que vive, y en la que
ha venido colaborando hasta no hace mucho tiempo con su singular e inigualable
manera de escribir.
Un estilo sencillo y cercano al hombre de la
calle, al lector no acostumbrado a la lectura, con el que va calando en los
temas humanos y sociales más llamativos o atractivos en determinados momentos,
constituyendo eso que podríamos denominar “moda”.
A través de ese medio, la pensa, Carmen de
Ybarra reflexiona y después devuelve a la calle, donde nacieron, sus más
llamativos comentarios, transmitiéndolos y dándolos a conocer a través de sus
sentimientos personales, de impresiones propias, surgidas del corazón y de la
pluma, mediante un lenguaje cercano, asequible y fácilmente comprensible por la
mayoría lectora.
Carmen de Ybarra es autora de numerosos
libros: Cuentos infantiles (El pájaro
azul, Nicolás en Marte, Saskia y otros cuentos...), leyendas (Mujeres de la Biblia. Antiguo Testamento, Leyendas vascas...) y alguna que otra crónica periodística; alguno
de sus cuentos ha sido incluido en obras colectivas y antologías , como el
titulado Juanillo, que lo fue en la Antología de Cuentos y versos de Castilla-La
Mancha.
Hay en este libro, casi estoy seguro de ello,
cierta añoranza por parte de la autora hacia su familia como queda de
manifiesto en la dedicatoria que de él hace: “A mi sobrino Juan”, y a esa
especie de prólogo, que no lo es en realidad, que lleva por nombre: “A mi
hermano muerto” (Perico), en el que Carmen saca a relucir su semblante más
profundamente lírico, sensible y, hasta, si se me apura, yo diría que rebelde:
“No me importa ir contra la corriente;
yo siento un gran alivio hablando de mis muertos. Mi imaginación goza con su
recuerdo y sus espíritus está conmigo”.
Y tras citar a Santa Teresa de Jesús, sigue
hablando de su hermano:
“Mi hermano Perico hablaba de la muerte con
frecuencia [...]. Mi hermano Perico había llegado con los hielos y las nieves
del invierno. Casi le trajeron al mundo los Reyes Magos en su caravana, porque
él llegó a nuestra casa un cuatro de enero. Y partió en la estación del año más
cantada por los poetas, en la primavera, cuando la savia en las plantas y la
sangre en las venas hierve”.
Y, por si el lector no se ha dado cuenta de
esto tan trascendente, insiste más:
“Cuando los pájaros cantan”.
¿Acaso no es esta una muy bella
manifestación, la más sencilla, de la Poesía, sentida a flor de piel?
En Carmen de Ybarra hay una gran poetisa, una
sensibilidad profundamente amorosa, un sentimiento latente que de vez en vez se
escapa y surge por los aires del pensamiento y se deposita sobre la rama verde
de un árbol, el pétalo de una flor, o la solapa de un traje de caballero, a
modo de emblema de nobleza: pues que dar es señorío y recibir servidumbre, al
estilo mendocino.
A Carmen aún le queda esa huella muy
alejadamente mendocina, pero sí de nobleza heredada de familia que le permite
hablar como habla y decir como dice.
Y escribir como escribe. Suavemente por
encima de todo, aparentemente sin darse cuenta de nada, pero sabiéndolo todo,
dejando constancia de otras formas de ver las cosas, sin la trascendencia que
se le suele dar a lo que nada vale.
Pasa por quienes recuerdan a los afligidos y
rezan una oración el día de Navidad; por el recuerdo del padre justo Pérez
Borragán, dominico, superior y encargado de la editorial OPE, que desapareció
en las aguas del pantano de Entrepeñas.
Los cafés y la literatura, recuerda las
tertulias viejas de Ramón y sus gentes, los cuadros de Solana y el café de La
Montaña, aquellos cafés que frecuentaban Pío Baroja:
“...con su boina de vasco siempre sobre la
cabeza; de cutis muy blanco y una barba de panocha; de expresión inteligente,
cuya risa casi levantaba su bigote caído”.
Reconozco que esta descripción que Carmen de
Ybarra hace de don Pío me gusta, e incluso me gusta también esa otra
descripción que sigue poco más adelante sobre Azorín:
“Azorín, rubio, con una media melena y un
monóculo colgando de una ancha cinta de moaré negro”.
En realidad los recuerdos de Carmencita son
literarios pues que ella no llegó a vivir las tertulias que menciona, que son
solo un recuerdo deseado.
La verdad es que los artículos de Carmen de
Ybarra, entresacados de un amplio maremagnum de papel aprisionado entre las
hojas de varios álbumes conservados enrtre sábanas perfumadas, representan una
forma de ser un de ver el mundo de aquellos años, por lo que se han convertido,
como por arte de gracia, en un catálogo de ciertas formas de pensar y sentir.
Es muy posible que a pocas personas le
interese el fallecimiento de Rodolfo Valentino, pero Carmen de Ybarra se empeña
en dejar rastro del hecho y escribe un trabajo, un artículo breve, acompañado
de una fotografía en blanco y negro, en el que recuerda el momento: “Hace 50
años murió Rodolfo Valentino”.
Y es que es cierto, en la mente juvenil de la
ya menos juvenil Carmen hay, existe, late, se desarrolla y sale a la luz, una
forma nueva de ver las cosas, por caducas que éstas sean.
Son sus relatos, formas amables de ver la
vida, formas, que a veces duelen y a veces no, y dejan su huella...
Algunos dibujos ayudan a la prosa siempre
bella de Carmen de Ybarra, que no discute nunca con quien le lleve la
contraria, porque, llevar la contraria a Carmencita es perder el tiempo. Ella
llevará siempre razón y si no la lleva, da igual, que para eso es “nobla”.
Añoranzas, recorre un camino
antaño andado, un camino serio y amable, definitivo, que Carmen de Ybarra ha
querido acercarnos.
La palabra de Carmen, su palabra, es amiga y
amable, y la siento como si fuese de terciopelo azul.
Allí su palabra.
Aquí el silencio que escucha y late y
reconoce labores sencillísimas que deben ser reconocidas.
Hoy, hemos traído a este Baúl de libros un libro que podría haberse perdido en el tiempo. Yo
me alegro de que no haya sido así, y de que esta hoja se lea y el libro de
Carmen de Ybarra -Añoranzas- sea
leído a modo de descanso de la mente y como recuerdo de tantas vivencias
pasadas.
Lástima que el editor de la presente edición
se haya olvidado de algo tan importante como señalar en cada trabajo la fecha y
el lugar de su anterior publicación.
José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS
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