VAQUERIZO MORENO, Francisco, Tres mujeres. Teatro, Guadalajara,
Aache, 2014, 152 pp. (ISBN: 978-84-15537-51-9).
Francisco Vaquerizo, que es el autor de este
libro, nos recuerda que estos tres trabajos, estas tres obras de teatro,
representaciones como se hacían en la antigüedad para recreo del pueblo
cristiano al modo de los “autos religiosos”, iban a quedar olvidadas en
cualquiera de sus muchas carpetas de trabajos originales, y pensó que lo mejor
que podía hacer era darlas a la imprenta, en un solo volumen, para regocijo de
los lectores. De modo que de esta forma pudieran ser leídos y no olvidados,
-también representados- por quienes puedan y quieran, especialmente por
aquellas asociaciones de carácter cultural que realizan todo tipo de
actividades a lo largo de los meses del verano, puesto que durante el invierno
no hay nadie en los pueblos.
Francisco Vaquerizo da noticia en su libro de
tres mujeres, para él muy apreciadas y queridas: dos santas y una mártir o,
como dice, víctima de esa agresividad, mal llamada “de género” (¿masculino,
femenino o neutro?) en los tiempos que corren: Santa Bertila Boscardín, Santa
Ángela de Mérici y Doña Blanca de Borbón, tan distanciadas cronológicamente
pero tan unidas en muchos otros aspectos humanos.
Tres mujeres, que sirvieron como ejemplo de
humanidad, y con las que nuestro autor, Francisco Vaquerizo, ese “clérigo de
buenas letras”, como dijera de él nuestro Nobel Camilo José Cela, quiere
homenajear a las Hermanas Doroteas, a las Ursulinas y a Sigüenza, la bellísima
ciudad episcopal cuyo castillo sirvió de prisión a Doña Blanca de Castilla,
repudiada por Pedro I “el Cruel” o, más bien, “el Justiciero”, además de a la
Iglesia y a la Historia, pues que “Tal ha sido mi intención”, según hace
constar en el preámbulo.
El primer “auto”, por así decir, lleva por
título “Palabra de amor” y es un drama histórico en tres actos sobre la figura
de Santa Bertila Boscardín, de las Maestras de Santa Dorotea, Hijas de los Sagrados
Corazones de Vicenza. Una santa que vivió en Bréndola donde nació en 1888 y
murió en Treviso en 1922, cuya beatificación tuvo lugar en 1952, y su posterior
beatificación en 1961. Su dramatis
personae consta nada menos que de 22 figurantes.
Durante el primer acto, cuadro I, los actores
se van levantando poco a poco, presentándose al público. La luz es escasa y una
música suave suena de fondo. Inés Coriano, amiga de la Santa, recuerda que
Anita no era muy amiga de bailes y zarandajas, así como otras amigas hablan
recordando la juventud de la santa; el segundo cuadro, en su escena primera, se
desarrolla en la casa rectoral de Bréndola, donde aparecen es escena Teresa,
María (maestra), Antonio (sacristán) y Amelia (criada del párroco), que
discuten acerca de la reprimenda que don Emidio había echado a Anita y de lo
que le ocurrió al decir misa, cuando oyó una voz que le decía que “los
conventos no están solo para las eminencias; en los conventos, como en la Casa
de Dios Padre, hay muchas mansiones”.
La escena II es una irrupción del sacristán
en la que, alocadamente, dice que “tenemos una criatura dotada de un espíritu
capaz de convertir en gracia de Dios toda contrariedad, todo sufrimiento”. Las
monjas lo toman por loco, pero en la tercera escena, departe con otras monjas
compañeras que piensan que en verdad merece la pena escuchar a Anita, quien les
recuerda un sueño que ha tenido:
- “Y les he contado que apenas he dormido esta noche tratando de
encontrar una razón”.
- ¿Y la has encontrado?
- No y sí. He encontrado que no hay por qué
encontrar lo que se busca si la voluntad de Dios es que no lo encontremos.
El acto segundo comienza con la profesión de
Ana -ya no se trata de la niña Anita- y continua en el segundo con una acción
que se desarrolla en el tren que conduce a Brianza a los heridos y enfermos del
hospital de Treviso, que por razón de seguridad está detenido en Piacenza,
entre Parma y Milán. El capitán Palotti va al frente de la comitiva. Las
hermanas duermen sobre unas mantas son sacos de hierba por cabecera. En el
vagón de Bertila hay sólo otra hermana -Justina Marotti- y la Superiora, Mónica
del Monte, que lleva alimentos.
El cuadro tercero se sitúa en un rellano de
las escaleras del hospital de Treviso, avanzada la noche, cuando sor Bertila
sube apresuradamente para atender a un enfermo y cae súbitamente desmayada y su
Ángel de la Guarda le dice:
- No te rindas, muchacha, no te rindas, que ya estás
alcanzando las alturas.
Se remueve, se queja, vuelve a derrumbarse.
El acto tercero también discurre en el
hospital de Treviso, aunque en la tercera planta. El doctor Rubinato y la Madre
Superiora, Luisa Coppettino aparecen es escena. El doctor habla de la beatitud
y también de la enfermedad de Bertila: el cáncer, por lo que dice a la
Superiora que debería bajarla a su planta para que deje de trabajar tanto, pero
de todas formas “Pasa las noches velando a sus enfermos graves y luego se
duerme en la oración. No pone interés alguno en cuidar su salud, lo que
significa inutilizarse para sí y para los demás. Cuando se le pregunta algo,
responde con monosílabos, de manera que una no termina de saber nada a ciencia
cierta. Reza como dejándose llevar de un dulce sopor, que enciende en su rostro
una sonrisa misteriosa, de origen y naturaleza desconocidos. Le encanta separar
la ropa de los enfermos infectados, a la que nadie era obligado y menos ella,
tan propensa a arcadas y vómitos. Estando como está, no para de subir y bajar
escaleras para complacer a sus enfermos”. ¿Qué le parece?
El acto tercero recoge su muerte, en cuya
escena cuarta llega al final.
El segundo “auto” está basado en la peripecia
vital de Santa Ángela de Mérici, que fue la fundadora de las Madres Ursulinas
(nacida en Desenzano, Italia, en 1470 y fallecida en Brescia, en 1540), y cuya
representación corre a cargo de un presentador, diez actores y la momentánea
presencia de otras diez muchachas. No vamos a describirlo con tanta precisión
como el anterior, pero sí diremos que el Presentador comienza con una especie
de romance indicando la procedencia y hechos más importantes de la Santa, que
se teatralizan en los tres cuadros siguientes, a los que sigue un epílogo,
situado cronológicamente en el año 1540, amaneciendo en Brescia, cuando agoniza
la Santa, hecho que recuerda el presentador:
El veintisiete de
enero
de mil quinientos
cuarenta
La Madre Ángela de
Mérici
muere en la ciudad
de Brescia.
En el templo de
Santa Afra,
piadosamente la
entierran
y allí sigue su
cadáver,
incorrupto por más
señas,
visitado por los
fieles
que, piadosos, la
veneran
y sienten, al
venerarla,
un alivio en su
conciencia.
... ...
... ... ...
... ...
Pero además, tras finalizar la obra, nuestro
autor, Francisco Vaquerizo, incluye un “Romancero de las MM. Ursulinas”: 1. A
la muerte de Venicia; 2. Desenzano; 3. Brescia (Ante el sepulcro de santa
Ángela de Merici); 4. Las Ursulinas en Molina; 5. Las Ursulinas en Sigüenza, y
6. Memoria del Colegio (Poema de la alumna que volvió a visitar el Colegio
después de muchos años).
El tercer y último “auto” lleva por título
“Prisión y muerte de Doña Blanca de Borbón. Drama en prosa y verso”, en el que
aparecen en escena seis personajes (la propia doña Blanca de Borbón, reina de
Castilla; don Pedro, rey de Castilla; don Diego García de Padilla; doña Leonor
de Aragón; doña Beatriz, camarera de la reina, y un juglar-ballestero, además
de una voz en off), cuya acción transcurre en Valladolid (1353), Toledo (1353),
Toro (1354), Sigüenza (1355) y Medinasidonia (1361).
El juglar va introduciendo el tema de que se
trata en cada caso: las bodas; el traslado a Toledo, prisionera; la entrevista
de Toro; la conquista de Toledo con leales de Burgos y Segovia; el movimiento
de la causa de su prisión en la curia de Aviñón, etcétera:
Después de varios
años prisionera,
después de tanto
encono y tanto olvido,
ya no tiene la
mínima esperanza
de que se haga luz
en su camino.
Cierto que en Aviñón
mueven su causa,
pero el momento no
es nada propicio
porque las tropas de
su dulce Francia
acaban de sufrir un
buen castigo
en Poitiers, y no
están en condiciones
de acometer hazañas
de este tipo.
¡Qué mal le sale
todo a doña Blanca!
¡Qué fatal y qué
adverso es su destino!
El cuadro sexto finaliza en Medinasidonia, en
1361, con la muerte de doña Blanca, encargada por el rey a un ballestero.
Ella se prepara para recibir a Dios y
expirar.
Un libro que se echaba en falta, puesto que
el futuro lo agradecerá como actualmente agradecemos aquellos papeles
volanderos, aquellos cuadernos en que el “fiel de fechos” o el “registro” de
muchas cofradías y grupos de danzantes recogían las piezas teatrales que
representaban cada año.
Un libro de fácil y amena lectura,
emocionante en ocasiones, bien escrito y que nos viene a recordar y en algunos
casos a dar a conocer de nuevas aquellas vidas honorables de las tres mujeres
retratadas en estos sencillos esquemas teatrales.
José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS
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