MARTÍNEZ GÓMEZ, Luis Antonio,
Crónica histórica de Fuentelahiguera. De Felipe II a Juan Carlos I. Siglos XVI
al XX, Almería, Ed. Círculo Rojo, 2014, 836 pp. (I.S.B.N.
978-84-9076-479-4).
Hoy, desde mi Baúl de libros, ya el 185, quisiera darles a conocer el
libro que ha escrito Luis Antonio Martínez Gómez, titulado Crónica histórica de Fuentelahiguera. De Felipe II a Juan Carlos I.
Siglos XVI al XX, que tan dignamente ha editado la Editorial Círculo Rojo.
Se trata, en efecto, de una amplia “crónica” acerca de gran parte de
los muchísimos y diferentes avatares que el pueblo de Fuentelahiguera de
Albatages ha vivido a lo largo del tiempo que indica, nada menos que los cinco
siglos, quinientos años que conforman los aspectos más importantes,
históricamente hablando, de ese pueblo que es el suyo.
Es ahí, precisamente, donde escriba el meollo de la cuestión, su autor,
Luis Antonio, buen amigo mío, manifiesta el amor que profesa a su pueblo a
través de este su primer libro, a modo de homenaje.
Y digo su primer libro, -aunque anteriormente haya participado con
algunos otros trabajos en varias ediciones de los ya tradicionales Encuentros
de Historiadores del Valle del Henares y tenga guardados en su baúl de los
misterios algún que otro manuscrito más a la espera de su publicación-, su
primer libro, decía, en el que pueden encontrarse dos aspectos que abarcan lo
que podríamos considerar como la definición de “pueblo”.
Por una parte, como la gente, el grupo de personas que habitan un lugar
determinado o en un lugar determinado y, por otra, el propio pueblo -el lugar
físico- que habitan.
El libro parte de este doble aspecto, puesto que en él se habla de las
gentes que le dieron vida y que fueron su propia vida a través del tiempo, de
las personas que más sobresalieron, especialmente en el mundo eclesiástico y
del Derecho, así como de otras personas de nombres menos sonoros y
rimbombantes, pero que también dejaron su huella en los cientos de documentos
que el autor da a conocer: albañiles y maestros de obra, artesanos de todo
tipo, simples curas de misa y olla, albeitares o veterinarios, y, más
modernamente, alcaldes y concejales, secretarios y representantes políticos,
que formaron parte de las sucesivas Corporaciones Municipales.
Es este apartado el que constituye lo que podríamos denominar el tejido
humano y/o social de Fuentelahiguera.
El otro aspecto que, como ya hemos dicho, se refiere al propio pueblo
como elemento geográfico donde vivir y del que vivir, aprovechando los recursos
que pudo ofrecer en cada momento histórico: el agua, diversos tipos de
materiales de construcción, la madera, el carbón... como queda de manifiesto a
través de las páginas que dedica al estudio y transcripción de las conocidas Relaciones Topográficas de Felipe II,
así como del Catastro del Marqués de la Ensenada, entre otros, que a la vez
sirvieron para tener idea fiscal de la villa, además de otros aspectos de vital
importancia referidos a los despoblados
entonces existentes en la zona: Albatajar, Galapaguillos, La Puebla de
Guadalajara y Fuentelfresno.
Cabría, además, hablar también de ese otro aspecto, un tanto escondido,
pero latente siempre, pero que asoma con cierta frecuencia, que es el que se
refiere al “alma” del pueblo de Fuentelahiguera, y que lo hace a través de su
toponimia, de sus fiestas, muchas de ellas ya desaparecidas y otras aún vivas y
latentes, de las historias pasadas, aunque relativamente recientes, como las
del Cristo de la Salud, historias verdaderas que van pasando oralmente de
generación en generación y que significan una parte tan importante de la forma
de ser del pueblo, de su idiosincrasia y de sus valores morales.
Sin olvidar, es necesario hacerlo así, esos periodos nefastos que fueron
las distintas guerras que dejaron su huella en Fuentelahiguera y en sus obras
de arte, especialmente aquella última del 36-39, que más vale que no se repita
para bien de todos.
Quedaría ese otro apartado en el que nuestro autor recoge, casi
minuciosamente, datos y datos acerca de la iglesia parroquial y las obras de
arte, algunas desaparecidas, que fue custodiando, como así queda de manifiesto
a lo largo de los sucesivos inventarios que transcribe, desde la obra más
destacada y grandilocuente, hasta la más mínima señal, como por ejemplo esos
ladrillos firmados que aparecen en la pared trasera del ábside...
Luis Antonio no ha querido escribir un libro de Historia en el sentido
más amplio de la palabra, sino que ha querido dejar constancia de los hechos
más importantes o interesantes que han ido acaeciendo; por eso se trata de una
sencilla, y a la vez gran “crónica”, que va dando paso, cronológicamente, a los
datos que a lo largo de varios años de búsqueda minuciosa ha ido encontrando y
ordenando, para después, generosamente, ofrecerlos aunados al pueblo del que
partieron y a cuantos quieran participar de su lectura.
Es, como dije, su primer libro, su primera
obra extensa, tan extensa como pueden comprobarse a primera vista dado el
elevado número de páginas que contiene, que supera con creces las ochocientas.
Y es que Luis Antonio no quiere dejar pasar por alto ningún dato por
aparentemente poco interesante que pudiera parecer.
Luis Antonio ha construido una “crónica” extensa y exhaustiva, cargada de
datos y de fechas que contribuirán, sin duda, a que la historia de este pueblo,
que es el suyo, sea más y mejor conocido por todos. Por eso yo siempre doy la
bienvenida a los estudios de historias locales, a veces tan denostadas por los
que apenas saben de Historia o se creen superiores a los que, buenamente, gratis et amore, ofrecen lo que tienen a
los demás sin esperar nada a cambio y, después, utilizan sus descubrimientos
sin citar procedencia.
Pero dejemos soberbias de solar aparte que, por eso su autor ha dividido
su libro en dos grandes conjuntos o apartados, cada uno de ellos con sentido
propio: la crónica propiamente dicha y la parte exclusivamente documental que
quizá, no dejará de ser de gran interés para quienes estudien historias más o
menos locales porque encontrarán en ella ciertos documentos de gran atractivo e
interés, como los relativos a la concesión del título de villazgo, con toda la
parafernalia que contienen.
Además, claro está, de una amplia colección de fotografías antiguas que
ya constituyen por sí mismas un aporte documental de primera magnitud.
Y ahora, amigo lector, déjame que le abra la puerta de entrada a este
libro y mi deseo de que disfrutes de su lectura.
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