Hemos encontrado un trabajo más de José
Luis García de Paz, esta vez en formato digital, que no queremos dejar en el
olvido añadiéndolo a los hasta aquí publicados con el fin de completar lo más
exhaustivamente posible su obra menor dispersa.
CORTIJO OCAÑA, Antonio (ed.), eHumanista. Journal of Iberian Studies.
Spanish and Portuguese Medieval and Early Moderns Literatures and Cultures.
Department of Spanish and Portuguese University of California. Santa Bárbara.
USA.
http://www.ehumanista.ucsb.edu/volumes/index.shtml
46.- “Notas para un soneto contra las
casas de Mendoza, Ibáñez de Segovia y Velasco”, n.º 2 (2002), pp. 259-263.
El soneto en cuestión lleva por título Al feliz consorcio de los excelentísimos
señores Condes de Tendilla y se conserva en la Biblioteca Nacional de
Lisboa, inventariado en la Bibliografía
de Poesía Áurea (BIPA) realizada por DiFranco y Labrador Herraiz gracias al
apoyo de la National Endowment for the
Humanities y las Universidades de Denver y Cleveland, y dice así:
Diósse Ibáñez un baño de Velasco
para
elevar la casa de Tendilla,
y
una condesa en su nupcial morcilla
a
su sangre le ha dado Bravo Charco.
El paño de Segovia es ya Damasco,
más
que un Tusón cada cordero brilla
gracias
al condestable de Castilla
que
es hombre que de nada hizo asco.
¡Albricias!, pues, señores rabadanes,
que
ya unidos, casados y pastores,
con
pastores alternan capitanes.
equívocos al mundo sus blasones,
para
heróicos y rústicos afanes
se
fabrican doseles de vellones.
El lector se dará cuenta de la cantidad
de insultos que contiene este poema satírico-burlesco típico del siglo XVII,
aunque posiblemente copiado en el siguiente, en el que se hace referencia a
cuernos, paños virginales, posible homosexualidad, intereses monetarios, etcétera.
Mediante el presente trabajo García de
Paz intenta explicar el porqué de tan agresivo contenido a la vista de la
historia de los condes de Tendilla y marqueses de Mondéjar.
Los condes de Tendilla, marqueses de
Mondéjar, pertenecían a la casa de los Mendoza y fueron Grandes de España desde
1556. Hasta la muerte de quien llevaba el título de marqués, era costumbre que
el hijo mayor -y heredero- tomase el título de conde de Tendilla.
La muerte, en 1604, del cuarto marqués
-Luis Hurtado de Mendoza y Mendoza- sin sucesor, fue causa de un sonado pleito
entre su hermano, el viudo Almirante de Aragón Francisco de Mendoza y Mendoza,
y su sobrino Íñigo López de Mendoza, hijo de su otro hermano, el embajador del
mismo nombre que fue catedrático de Prima de Cánones en Alcalá que había sido
privado de la legítima por su padre a causa de su matrimonio, habido con una
dama de dudoso pasado: María Rafaela Villaverchi, que tomó el nombre de María
de Mendoza.
En dicho pleito debieron salir a la luz
los “trapos sucios” de la familia, incluida la vida de soltera de la tal María
Rafaela, pero como el mencionado Almirante de Aragón no tuviera hijos, los
jueces fallaron a favor de su sobrino Íñigo López de Mendoza, que logró el
título de quinto marqués de la casa de Mondéjar.
A su vez este Íñigo, que casó con Ana de
Cabrera y Vargas, tuvo un hijo y sucesor, el sexto marqués, Íñigo López de
Mendoza y Vargas, que murió sin sucesión en 1656, por lo que la herencia pasó a
su hermana María de Mendoza y Vargas, muerta, igualmente, sin sucesión y, así,
la casa de Mondéjar pasó a la rama del segundo hijo varón del antes mencionado
catedrático y embajador (el casado con la difamada Villaverchi), que llevaba
por nombre Jorge de Mendoza, primer marqués de Agrópoli, quien tuvo una
hija-sucesora, María de Mendoza, que se casó con Nuño de Córdoba y Bocanegra,
nacido en México e hijo del marqués de Villamayor.
Las hijas de María y Nuño adoptaron
inmediatamente y en primer lugar el apellido Mendoza.
La primera de ellas, Francisca Juana, fue
la heredera de la casa de Mondéjar y Tendilla a la muerte de María de Mendoza y
Vargas, pero como los Mendoza querían que sus bienes “quedaran en familia”, no
tuvo más remedio que casarse con el conde Galve, hermano del duque de Pastrana,
que en 1677 murió sin hijos, por lo que sus bienes pasaron a su hermana menor,
María Gregoria de Mendoza y Córdoba, que heredó el título de marquesa de
Agrópoli, y estuvo casada con el erudito Gaspar Ibáñez de Segovia Peralta y
Cárdenas, caballero de Alcántara, futuro marqués de Corpa y señor de Peralta,
quien pronto añadió el Mendoza a sus apellidos, uniendo los bienes de ambos
cónyuges.
Estos hechos, indica García de Paz,
pudieron ser el motivo que sirvió para escribir el verso: “a su sangre le ha
dado un bravo charco”.
El mencionado Gaspar, huérfano a temprana
edad, fue nombrado en 1661 superintendente de la Casa de la Moneda de Segovia,
lo que unido a los intereses y cargos de los Ibáñez de Segovia en la Mesta, bien
pudieran explicar la alusión del soneto: “más que un toisón cada cordero
brilla.”
Este mismo Gaspar casó en segundas
nupcias, en 1654, con María Gregoria de Mendoza, que tras la muerte de
Francisca Juana, heredó numerosos bienes y la Grandeza de España, permitiéndole
añadir un primer título a sus cuantiosos bienes materiales.
El primogénito de Gaspar y María Gregoria
fue José de Mendoza Ibáñez de Segovia, que con el tiempo sería el duodécimo
conde Tendilla y décimo marqués de Mondéjar. Había nacido en Segovia y en 1687
casó con María Victoria de Velasco, hija de Francisco Baltasar Fernández de
Velasco, marqués de Jódar, y de María Catalina Carvajal, hija de Miguel de
Carvajal y María Enríquez de Mendoza, cuyo tío -hermano mayor del padre de
María Victoria- era el octavo Condestable de Castilla, quien murió sin descendencia
de varón, por lo que pasó a heredar los títulos su sobrino -hermano de María
Victoria- José Fernández de Velasco y Carvajal, octavo duque de Frías, conde de
Haro y, tras la muerte de su tío, noveno y último Condestable de Castilla.
Este enlace explicaría el “dióse Ibáñez
un baño de Velasco” del soneto, puesto que los Ibáñez de Segovia mejoraron
ostensiblemente su estatus social al convertirse en Grandes de España y enlazar
un hijo con la familia del Condestable, destacando posteriormente en la corte
de Carlos II.
Los precitados José y María Victoria
tuvieron varios hijos, siendo el mayor Nicolás Luis Íñigo Ibáñez de Mendoza
(1688-1742), futuro heredero de la casa de Mondéjar.
Así, apunta García de Paz, con estas
notas genealógicas considera haber explicado suficientemente las alusiones
contenidas en el soneto, indicando la importancia y la necesidad de hacer estas
rebuscas para desentrañar los numerosos poemas de circunstancias y de vena
satírico-personal que tanto abundaron en la literatura del siglo XVII y que, a
su vez, constituyen un caudal inexplorado a la hora de conocer las costumbres
de la época, los círculos literarios del momento y una gran parte de la lírica
que, el erudito Rodríguez Moñino pedía que se recogiera y catalogara para tener
un mejor conocimiento de corpus lírico completo de la época.
Esperamos, como se dijo al comienzo, que
estas reseñas hayan servido para conocer mejor la “opera minor” de este gran
amigo y compañero que fue José Luis García de Paz, indicando que tal vez en otra
ocasión procedamos al estudio de los numerosos trabajos y artículos que nuestro
divulgador dio a la prensa provincial, más dispersos.
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