Tesoros artísticos de la Diputación
Provincial de Guadalajara, Guadalajara, Servicio de Cultura. Diputación
Provincial de Guadalajara, 2013, 32 pp.
Con motivo de la celebración del 200
Aniversario de la fundación de la Diputación de Guadalajara (1813-2013), su
Servicio de Cultura se ha encargado de organizar y coordinar la exposición
titulada Tesoros artísticos de la
Diputación Provincial de Guadalajara, que abrió sus puertas al público en
el Espacio de Arte “Antonio Pérez” del Centro San José, los días 5 de
Septiembre a 13 de Octubre, coincidiendo con la celebración de las Ferias y
Fiestas de la capital alcarreña.
Para ilustrar y ampliar algunos datos acerca de dicha
exposición conmemorativa se editó el catálogo de ahora comentamos, consistente
en un sencillo folleto de mano, de 32 páginas (21 x 12 cm.), cuya realización
corrió a cargo de Paloma Rodríguez Panizo, Plácido Ballesteros San José y César
Gil Senovilla, comisarios, a su vez, de la citada muestra, y fotografías en color
de Alfonso Romo.
Evidentemente, en tan corto espacio no
pueden ser muchos los datos que se han podido incluir, pero aún así son lo
suficientemente amplios como para dar una idea de las obras expuestas en la
exposición, así como de su origen.
Contribuye a dicho fin la Presidenta de
la Diputación, Ana Guarinos López, que dedica las primeras páginas del folleto,
como pórtico y bienvenida al lector, a explicar lo que representan en la
actualidad esos doscientos años que la Diputación lleva protegiendo y promoviendo
las Bellas Artes, entre otros muchos cometidos.
Surgió todo, como indica, del espíritu
emanado de las Cortes de Cádiz, uno de cuyos mandatos fue, precisamente, el de
encauzar el Régimen Liberal a través de las Diputaciones provinciales y
promover de forma primordial la instrucción pública. Siguiendo aquel principio
nació el primer Museo Provincial (1838) gracias al interés del entonces Jefe
Político de la provincia -cargo equivalente al de los actuales Subdelegados del
Gobierno- Pedro Gómez de la Serna, personaje de gran importancia para
Guadalajara, puesto que a él se debe el impulso para la creación de la
Biblioteca Pública Provincial (1837), el Instituto de Segunda Enseñanza (1838)
y la Escuela Normal de Maestros (1841), sin los que se sería poco menos que
imposible hacerse una idea del desarrollo cultural de Guadalajara durante la
Edad Contemporánea.
Aquel primer Museo fue el que acogió
entre sus paredes gran parte de las pinturas y otros objetos de valor artístico
e histórico, procedentes de los conventos de la provincia suprimidos por el
afán desamortizador, que de ese modo se pudieron salvar.
En los años finales del siglo XIX pasó a
depender directamente del Estado, aunque la Diputación siguió siendo su
principal sostén económico, puesto que se hizo cargo de la mayor parte de los
gastos necesarios para su mantenimiento a través de las distintas sedes que fue
ocupando hasta el año 1900, en que fue instalado en las propias salas de la
Diputación.
Posteriormente, en tiempos más cercanos a
nosotros, la restauración del Palacio del Infantado dio paso a su actual
ubicación, aunque algunas obras procedentes de la Desamortización siguieron
permaneciendo en la Casa-Palacio de la Diputación Provincial.
Pero si el papel desempañado por la
Diputación como defensora del Patrimonio Artístico fue primordial, no menos lo
fue su mecenazgo a lo largo de los dos siglos de existencia, puesto que, entre
los años 70 del siglo XIX y los 40 del siguiente, dicho mecenazgo quedó de
manifiesto a través de la figura de los “pensionados”, o sea, estudiantes, casi
siempre de Bellas Artes, becados por la Diputación para su perfeccionamiento,
lo que les permitió asistir a los mejores centros educativos tanto nacionales
-Academia de Bellas Artes de San Fernando- como internacionales (Roma), con la
condición, como contraprestación a la ayuda recibida, de donar una obra a la
institución patrocinadora, que en realidad fue una buena forma de allegar
fondos para lo que hoy constituye su Colección Artística, que también cuenta
con otras obras de singular relevancia, adquiridas a artistas de reconocido
prestigio, especialmente en lo que a retratos se refiere: de los reyes, de los
distintos presidentes de la Corporación Provincial, de diversos certámenes,
además de una gran cantidad de obras donadas por los incontables artistas que
han expuesto en las distintas Salas de Arte de la Diputación: galería superior
de la Casa, Sala de Arte de la Institución Provincial de Cultura “Marqués de
Santillana”, Sala Multiusos y Espacio de Arte “Antonio Pérez”.
Una parte de ese amplio fondo artístico
es el que se ofreció al público en la fecha arriba indicada y es, al tiempo, el
que se recoge en las páginas del presente catálogo.
Son, como así se indica en el apartado
“La Diputación al rescate del Arte de la provincia”, cerca de una treintena,
casi todas anónimas, generalmente de temática religiosa y encuadradas entre los
siglos XVII y XVIII (muy pocas, del XVI), algunas de las cuales pueden
contemplarse normalmente en la muestra permanente de la Casa-Palacio.
Entre las piezas seleccionados puede
verse un “Arcángel San Miguel”, una “Virgen entronizada con el Niño”, la
“Expulsión de Adán y Eva del Paraíso”, “La Virgen con San Joaquín y Santa Ana”
-de gran belleza y perfección-, una “Santa Teresa” y una “Inmaculada”, casi
todas fechadas en el siglo XVII.
El apartado de “Los artistas pensionados
por la Diputación” recoge una pequeña reseña de los más destacados, de cuya
obra hay algún ejemplo en su Colección Artística: Genaro Leal Conde
(Fuencemillán, 1865-1904), representante del naturalismo clasicista e
historicista, figura con dos de sus mejores obras: “El Príncipe de Viana en su
biblioteca” (1884), copia de la de Moreno Carbonero, merecedora de la primera
medalla de la Exposición Nacional, y “Triunfo del Gladiador”, que envió desde
Roma (1889) y fue mostrada en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1890;
Leandro Merino Sánchez (Congostrina, 1857-Guadalajara, 1885), autor de una
copia de la “Rendición de Breda” de Velázquez (1884); Alejandro Hernando y Rodrigo
(Hiendelaencina, 1861-¿?), pensionado en 1882 para estudiar en Madrid, y autor
de “La muerte de Séneca” (1885), copia de la de Manuel Domínguez Sánchez, y los
más cercanos en el tiempo Fermín Santos Alcalde (Gualda, 1909-Sigüenza, 1997),
becario de la Diputación entre 1941 y 1946, alumno de Vázquez Díaz, cuyos óleos
“Recital en la Catedral de Sigüenza” (1963) y “Paisaje de mi tierra”, forman
parte de la Colección Artística de la Diputación, así como Regino Pradillo y
Lozano (Guadalajara, 1925-1991), que tantas obras pintó para la Diputación:
“Paisaje de Guadalajara”, “La Virgen de la Ventana” (1957), las pinturas de la
iglesia de la finca de Solanillos y entre 1957 y 1959, trece retratos de
antiguos presidentes que forman parte de su amplia Galería.
Cabría añadir otros nombres más como los
de Alejo Vera, Pablo Hombrados, Gaspar de la Cruz Martín, Nicolás López
Morales, Jesús Jaques Mesón, Pedro Toledano Bonilla, Alberto Régulo Tomaida,
Rafael Gordo Alcorlo, Alfredo Bueno Palacios y Restituto Maín Rojo.
Finalmente, el apartado “Mecenazgo
artístico de la Diputación” alude a los retratos realizados por un grupo de
artistas suficientemente conocidos en su época: José Balaca, “Isabel II”
(1864); Félix Badillo, “Alfonso XII” (1877), y S. R. Bermudo, “Alfonso XIII”
(1903), junto a los cuales se sitúa el retrato de Luis María Pastor Copo,
Ministro de Hacienda en 1853 y Diputado por Guadalajara, realizado por Pablo
Pardo, natural de Budia, donado por sus herederos a la Diputación, y el de
María Victoria García Baxter, realizado por Fernando Álvarez de Sotomayor.
El catálogo recoge obras de otros
artistas como Raúl y Antonio Santos Viana, José María Ortiz, Carlos Iznaola,
Joaquín Yela, Jesús Horche Calvo, Antonio Fernández Molina, Antonio González
Lamata, José María Cid Rodrigo, Ángel Rodríguez León, Luis Santiago Madrigal,
Madrazo, Juan Antonio Morales y Francisco Revelles.
Lástima que una exposición como esta,
perteneciente a una colección tan rica y numerosa, no haya podido contar con un
catálogo más amplio en paginación y tamaño, y más considerando que no todos los
años se cumplen doscientos.
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