BRIS
GALLEGO, José María, El libro de Jadraque,
Guadalajara, El Autor / Aache
Ediciones , 2010, 368 pp. (I.S.B.N. 978-84-92886-17-3).
El libro que comentamos es impresionante, su número de
páginas así lo indica. Impresionante, colosal, y tantos otros adjetivos que
podríamos añadirle, aunque posiblemente el que mejor le cuadre, desde nuestro
punto de vista, sea el de exhaustivo. Un libro “total” acerca de Jadraque.
En esta misma sección hemos visto otros trabajos
sobre la misma localidad o sus tesoros artísticos y monumentales, pero en
atención a la verdad hay que indicar que no son más que una parte, mínima, de lo
que en este volumen se contiene. Baste decir que está compuesto por treinta y
nueve capítulos, además de unos apéndices en los que figuran las listas de los
alcaldes (conocidos) que la villa ha tenido desde 1580 -fecha en la que se
contestaron las Relaciones Topográficas de Felipe II-,
de los sacerdotes llamados históricos, las fiestas tradicionales de Jadraque y
pueblos de su entorno, una ofrenda en oración al castillo del Cid, el epílogo y
una extensa bibliografía, apabullante, de más de cien títulos.
¡Y su autor dice que es una historia inacabada...!
puesto que sólo llega hasta 2009.
Es interesante el recorrido que José María Bris hace
a lo largo de la historia de Jadraque, que nunca queda aislada de la de los
pueblos de sus alrededores, puesto que siempre han caminado juntos, desde los
más remotos tiempos prehistóricos, hasta el advenimiento de la democracia en
1975.
Evidentemente no se olvida del resto de periodos,
centrándose de forma más concreta en las edades Media y Moderna, precisamente
por ser las más interesantes desde el punto de vista del historiador, puesto
que fueron aquellos en los que mayores cambios sufrió Jadraque, desde su propio
nacimiento y posterior evolución, hasta llegar a manos mendocinas y seguir su
andadura tras la abolición de los señoríos. Y otros tiempos nuevos, más
cercanos, en los que tuvo lugar la invasión francesa, el liberalismo, la
república y la guerra del 36, la posguerra y los prolegómenos del momento
actual.
Pero por encima de los grandes periodos, de los
grandes hechos, hay aspectos que son más atrayentes para Bris, y eso se nota en
una serie de ellos que han venido conformando el ser y la esencia de su Jadraque: el Cid y el castillo de su mismo
nombre; la santidad del padre
Urraca; la lección de Don José
Gutiérrez de Luna, más conocido por “El Indiano”; la sonora bofetada de Isabel
de Farnesio a la princesa de los Ursinos; los prohombres ilustrados entre los
que se cuenta aquel Don Juan Arias de Saavedra y Verdugo de Oquendo que tanto
protegió a Jovellanos y que tanto lustre “ilustrado” dieron, todos juntos, a
Jadraque; aquella asociación llamada “La Benéfica”, o la figura tenue y
delicada del poeta José Antonio Ochaíta, de verso exuberante y fluido...
Toda una larga serie de elementos, a modo de
teselas, que José María Bris, va montando en este mosaico que es la historia de
Jadraque.
Pero no se para en eso, sino que lo aumenta más con
ese otro mundo que va de la mano de la Historia y que es su toponimia mayor y
menor y sus ermitas, que forman parte del pensamiento cuasi económico y
religioso, aspectos éstos tan definidores de un pueblo; como la heráldica o los
personajes que allí vivieron o allí nacieron, algunos de nombres no tan sonoros
como aquellos que recogen los anales sin tener en cuenta que la Historia, tanto
con mayúsculas como con minúsculas, la hace el hombre con su latir cotidiano y
con su anonimato las más de las veces, es decir, de una forma que no consta en
el mundo de lo que se tiene por “oficial”, donde las fechas, los reyes de
sonoros nombres (con apodo o sin él) y las batallas son la Historia, o al menos
eso que se ha venido teniendo por tal.
Hay mucha historia en estas páginas repletas de datos,
pero también hay algo que no viene en los libros: muchas horas de vivencias, de
conversaciones con tal o con cual, de recuerdos ya casi perdidos, de nostalgias
que el autor pone casi entre líneas, como
los sueños que se soñaron y
después se hicieron realidad.
Sin embargo, a pesar de ser su autor conocido
jadraqueño en cuerpo y alma, “hasta la médula” que podríamos decir un tanto
achuladamente, no es esa una Historia de cuentos y fantasías sin sentido, no es
ese mundo ya trasnochado y edénico al uso de los viejos historiadores que
comienzan sus obras remontándose a Túbal y siguen añadiendo paja, rebuscando en
los falsos cronicones al estilo del Padre Román de Lahiguera o, si se prefiere,
Flavio Dextro. No.
Bris ha profundizado hasta en el último rincón de la
historia general y ha encontrado esa aparente miga, aparentemente sin
importancia, pero que afecta a Jadraque, y nos la devuelve de una forma
atractiva. Y además no cae en las repeticiones que suelen caer muchos libros
que tratan monográficamente la historia de un pueblo y que suelen atenerse casi
única y exclusivamente a las consabidas Relaciones
de Felipe II que copian descaradamente, al Catastro de la Ensenada, que también
copian, y a los diversos diccionarios donde aparezca la voz de que se trate en
cada caso. Cosa que no está mal en sí, si a ello se le sabe añadir la
consiguiente guarnición histórica y se sabe sazonar como es debido. Por eso su
trabajo, este libro, no se hace pesado y su lectura atractiva.
En fin, quien esto escribe se siente feliz y
contento de haber leído este libro en su momento, este excelente libro. Primero
por ser amigo de su autor y segundo, porque a través de su lectura ha pasado
unos momentos -más de uno, pues que son muchas sus páginas- agradables, a veces de ensimismamiento, que
le han hecho recordar muchas cosas y aprender muchas más.
Y si a tan interesante texto le añadimos ese
condimento apropiado de que hemos hablado más arriba, que en este caso son las
fotografías, selectas, muchas y variadas, bastantes inéditas, miel sobre
hojuelas.
Jadra = verde en arabe... Aque, palabra celta, latina? Como en Bergerac y otros pueblos del Sur de Francia?
ResponderEliminar