ALONSO GORDO, José M.ª
(coord.), El Ocejón y sus juegos populares,
2.ª ed. corregida y aumentada, Guadalajara, Asociación Serranía de Guadalajara,
2011, 32 pp.
El presente trabajo se editó
con motivo de la celebración del IV Día de la Sierra, que tuvo lugar en
Majaelrayo, el día 15 de Octubre de 2011 y cuya organización corrió a cargo de la Asociación Serranía
de Guadalajara. La primera edición se efectuó muchos años antes, en 1985, con
motivo del Primer Día del Ocejón, que también se celebró en Majaelrayo, los
días 29 y 30 de Junio.
En la Introducción, que firma Raúl Conde Suárez como
Presidente de la Asociación mencionada, se le indica al posible lector con qué
se va a encontrar páginas adentro, es decir, cual es el esquema cultural de la
obra, que resume en los capítulos dedicados al estudio o por mejor decir, a la
descripción, de los juegos de bolos, la calva, el tiro de la barra, el chito y
la burria, así como el de la estornija, el hinque, el de la pelota (o pelota a
mano) y el borreguero, detallandose en cada uno de los apartados su reglamento,
vocabulario y variantes observadas.
Son, por lo general, juegos
claramente rurales, que solían practicar los pastores y los cazadores serranos
en sus momentos de asueto y siempre de una forma utilitaria, a modo de
entrenamiento cara al desarrollo de sus propias actividades laborales,
procurando despertar el ingenio, la destreza, la puntería, etc., amén de la
diversión.
Al parecer, muchos de estos
juegos tuvieron unos orígenes tan ancestrales y recónditos que llegaron a
perderse en la noche de los tiempos; en algunos casos se dice que ya fueron
practicados por grupos de población autóctonos, anteriores a la dominación
romana, cosa que quizá pudiera explicarse con cierta claridad a través del
análisis de las palabras que suelen usarse durante su práctica, como “birle”,
“cinque”, “micha”, “cajo”, “chito”, “burria”, etcétera; otros puede que fueran
traídos -y posteriormente incorporados o asimilados- por grupos de repoblación
provenientes de las tierras del norte peninsular; de algunos se sabe con
certeza que fueron practicados durante la Edad Media , como así se pone de manifiesto en el
Sínodo de Salamanca, de 1451.
Veamos, a continuación, los
juegos que se incluyen en la presente publicación, así como la autoría de sus
correspondientes fichas, que recogen los siguientes datos: el nombre más
utilizado (o por el que es más conocido) el juego de que se trate, sus orígenes
o procedencia y otros lugares donde se practiqua, la descripción de los
elementos que se emplean en él (bolas, bolos, tipo de la cancha, calva, calvo,
barra, chito, tejo, burria, estornija, hinque, pelota, borreguero...), las
normas o reglamento por el que se rige, a veces el vocabulario que se emplea en
su desarrollo, las posibles variantes que se han observado...
Octavio Mínguez -“posiblemente,
el serrano que más y mejor conoce los entresijos del Valle del Ocejón”, según
palabras de Raúl Conde- trata del Juego de los Bolos, cuya implantación en la
Sierra se debe, probablemente, a los pastores que la repoblaron en el siglo X y
cuyas diferencias con otros juegos de León, Asturias o Cantabria son muy
notables.
Hablando de las reglas del
juego de bolos que se practica en los pueblos del Ocejón, señala que hay cuatro
que son comunes a todos ellos: que el jugador no pueda mover el pie del sitio
exacto de la “manda” (o el “birle”), en tanto no pare la bola o pase del
“cinque”; que tampoco pueda apoyarse en
ningún sitio con el brazo libre, a la hora del lanzamiento de la bola;
que la bola debe sobrepasar -en la tirada de ida- la línea del “cinque”, y que
no podrá cruzar de carrera o calle al tirar desde la “manda”. Otras reglas
aunque no son universales están bastante generalizadas, como el que no se contabilicen
los bolos derribados por otro bolo (en la tirada de ida), o cuando la bola
tirada desde la “manda” rebote en la madera del fondo y retroceda hasta entrar
en el área de los bolos. A veces surgen también tipos especiales de “manda”, es
decir, que implican obligatoriedad en su cumplimiento y cuya infracción
constituye “micha” (falta). Sigue un escueto vocabulario donde aparecen
palabras como “birle”, que es la zona o espacio de la “cancha”, entre la raya
del “cinque” y la madera (siendo “cinque” la línea marcada en el suelo de la
“cancha”, a lo ancho, que debe sobrepasar la bola en la primera tirada), y las
variantes observadas.
José M.ª Alonso -que junto a
José Fernando Benito es uno de los dos “guardianes del extensísimo legado
cultural de Valverde” (Conde dixit)-
trata del Juego de la Calva, que -según indica- parece tener una base práctica
relacionada con las tareas del campo, puesto que los pastores ejercitaban su
fuerza y puntería lanzando piedras a un cuerno colocado en el suelo, con la
punta hacía arriba. A la descripción del mismo sigue la relación de los
elementos que lo componen: los equipos, la “calva” o “calvo” y el “barrón” o
“calvo”, la “cancha”, el “calvero” o árbitro, la “manda” y las partidas o
“cajos”, para finalizar con el desarrollo del juego y sus reglas especiales.
El mismo José M.ª Alonso Gordo
analiza el Tiro de la barra, tan extendido a lo largo de la geografía española.
José AntonioAlonso escribe acerca del Juego del Chito, quizá uno de los más
populares en la provincia de Guadalajara, donde también es conocido con los
nombres de “tanguilla”, en Palazuelos; “ahíta”, en Alustante; “galiche”, en
Miralrío; “tango”, en Rebollosa de Jadraque y Luzaga; “tejo” o “lita”, en Robledo
de Corpes, y “tanga”, en la zona de Tierzo, en el Señorio de Molina (que
Santiago Araúz de Robles recoge en su interesante y agotadísimo libro Los
desiertos de la cultura). Juego este del “chito” en el que se utilizan dos
elementos principales: el propio “chito”, en cuya parte superior se depositan
las monedas estipuladas por los jugadores, y el “tejo” (pieza más o menos
discoidal) que había que arrojarle desde una distancia convenida para intentar
derribarlo y poder ganar aquellas monedas que hubiesen caído más cerca del
mismo.
José Fernando Benito, -el otro
guardián de los valores culturales valverdeños- describe brevemente el Juego de
la Burria que, según indica, recuerda al hockey sobre hierba, aunque
sustituyendo las porterías por un único hoyo en el que los dos equipos
contendientes tratarán de meter una bola de unos siete centímetros de diámetro.
Un juego del que no se conserva regla alguna y cuyo palo recuerda claramente a
una garrota o cayado pastoril.
Un apartado final, que firman
J. M. Alonso Gordo, J. A. Alonso y J. F. Benito trata de Otros Juegos, y en él
se recogen el de la “estornija” (un palo de unos sesenta centímetros que debía
lanzarse lo más lejos posible al golpearse con otro palo más largo); el
“hinque” (que en otros lugares conocemos como el “clavo”); el “juego de pelota”
(o pelota a mano), actualmente desbancado por el frontenis, y el “borreguero”,
del que tan pocas referencias existen dada su primitiva sencillez, puesto que
consiste en colocar en el suelo una piedra alargada, pina, para desde cierta
distancia -marcada con una raya- lanzar cada jugador una piedra que, para
ganar, debe caer lo más cerca posible de aquella.
Completa el trabajo una breve
bibliografía así como la referencia a algunos sitios web en los que pueden
encontrarse datos acerca de estos juegos.
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