viernes, 20 de abril de 2012

El castillo de Torija renovado


CONDADO AYUSO, José Luis (Arquitecto), Rehabilitación del Castillo de Torija para Centro de Interpretación Turística de la Provincia de Guadalajara, Guadalajara, Diputación de Guadalajara, 2011, 64 pp. (ISBN: 978-84-92502-23-3).

Cinco capítulos o apartados componen este libro que, por cierto, carece de índice y que, más que a la historia del edificio, contribuye al conocimiento del proceso que se ha seguido hasta su total rehabilitación.
El primer apartado -“El edificio en el punto de partida”- ofrece al lector una breve reseña histórica del castillo, que nace de su privilegiada situación geoestratégica en uno de los pasos naturales que comunican desde antiguo la submeseta con Aragón, cuando, según cuenta la tradición, los caballeros templarios mantenían un torreón defensivo cercano al castillo actual, así como un convento. Aunque quizás las noticias verdaderamente “históricas” sean más tardías y se sitúen a mediados del siglo XIV, cuando en 1447 el navarro Juan de Puelles defendió el castillo de los constantes asedios del arzobispo de Toledo Alfonso Carrillo y del no menos belicoso marqués de Santillana y que tras varios años de asedio y la rendición del navarro pasó a manos mendocinas, ya bajo el reinado de Enrique IV, de lo que la crónica ofrece los siguientes datos: “(…) por ver aquel tan renombrado lugar y adonde tan famosos hechos de Armas se ejecutaron por los capitanes y gente del rei de Navarra, que según justificaba el Justicia de Aragón hicieron más que hombres en haver resistido tanto tiempo, y el marqués de Santillana estava mui arrepentido por haver derribado aquella fortaleza”.

Lo que nos habla de su posible cambio de ubicación, ahora asomado al valle para atender mejor a su vigilancia y defensa del camino, que entonces discurría por el alto.
Una vez conquistado el castillo, el rey Enrique hizo entrega del mismo al arzobispo de Toledo que, junto con Torija, trocó al marqués por su villa de Alcobendas. Fueron, pues, los Mendoza, los que dieron al castillo el aspecto que hasta hace poco ha venido manteniendo y a cuyo amparo se asentó la nueva población de Torija.
Según recoge el Catastro del Marqués de la Ensenada, a finales del siglo XVIII -fecha de dicho documento- el castillo permanecía medio en ruinas: “Un Castillo Deborado en la Población de Torija, junto a la Plaza Mayor; tiene doscientos y un pies de frente y ciento y cincuenta de fondo; no se le regulo alquiler alguno por su ynutilidad; confronta a Lebante, Poniente y Sur con el camino Real y Norte dicha Plaza”.
Durante la Guerra de la Independencia fue volado por “El Empecinado” con el fin de evitar su utilización por las tropas invasoras y, en ruinas, siguió su existencia hasta su inclusión en la declaración masiva de Monumentos Nacionales de 1931 efectuada por la República, lo que vino a significar el comienzo de su recuperación, que José Luis Condado -atendiendo tanto a la cronología de las intervenciones efectuadas, como al carácter de las mismas- divide en dos grupos: siendo las primeras de consolidación de las ruinas (1950), mientras que las segundas, de reconstrucción, comenzaron en los sesenta del siglo XX, concluyendo con la instalación del Museo del “Viaje a la Alcarria” de Camilo José Cela, conforme a los proyectos de 1993 y 1997.
Sigue la descripción general del estado previo a la intervención, que se describe con total sencillez: “(…) las fábricas del monumento presentaban un buen estado de conservación. En cuanto al uso, solamente estaba ocupada la Torre del Homenaje con el “Museo del Viaje a la Alcarria” al que se accedía por una escalera de acero, madera y vidrio diseñada ex profeso desde el rincón Este del Patio de Armas. El resto estaba pavimentado con una cuadrícula de piedra caliza y canto rodado pero sin ninguna edificación”.
En el apartado segundo -El proyecto de rehabilitación- se establecen los criterios básicos que se han seguido en la intervención arquitectónica con el fin de no afectar tanto al propio castillo como al conjunto de la villa, de la que también sobresale la torre de la iglesia, como elementos principales que contribuyen a conformar su fisonomía.
Las ideas que se siguieron fueron las siguientes: el respeto al edificio original, sin modificar su imagen exterior; el mantenimiento del patio de armas; la incorporación en su interior de una expresión arquitectónica actual; la utilización, por lo tanto, de materiales modernos, combinados sin estridencias con otros tradicionales; su concepción como museo, por lo que se pretende el uso de la luz cenital; la búsqueda del fenómeno “sorpresa” una vez se traspasen las murallas, en base a determinadas secuencias espaciales; el seguimiento de cierto “ritual de acceso”, que se aparte del directo; la utilización de espacios transparentes que interrelacionen el castillo y su contenido con el espacio exterior, especialmente con el paisaje, haciendo que éste penetre en el edificio y, finalmente, que el espacio interior se articule como un “laberinto” cuyas partes haya que ir “descubriendo” paulatinamente.
Es decir, atendiendo de esta manera a unos criterios estéticos y a otros funcionales -a lo largo de sus cinco plantas- que cumplen el exigente programa de necesidades establecido.
“La obra”, constituye el tercer apartado del libro que, en este caso, utiliza preferentemente la fotografía, mediante la que pueden verse diversos estadios del proceso de rehabilitación, ya que se trata de una obra que “desde el punto de vista constructivo plantea la problemática propia del hormigón armado blanco con una fachada con huecos, todos distintos que crecen en tamaño conforme se eleva”.
El cuarto apartado, en total consonancia con el precedente, lleva por título “El edificio terminado”. Consta de 44 fotografías y un boceto a través de los que se pueden ver hasta los últimos detalles del edificio, tanto interiores como exteriores, en los que se han puesto en práctica los criterios e ideas que se especificaron en el capítulo segundo.
Finaliza el libro con un quinto capítulo -Las personas- como sencillo homenaje a cuantas han colaborado en la rehabilitación del castillo, así como con una relación de instituciones, empresas y personas que han intervenido.
Por lo demás, un libro bello en cuanto a su formato y composición, interesante por su contenido y con fotografías atractivas que, sin duda contribuirán a que el lector interesado se ponga manos al volante de su automóvil y eche un vistazo a esta obra en todo su esplendor. En este caso, “vino nuevo en odres viejos”.

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