José Luis García de Paz, en El Decano, 18 de mayo
de 2008.
La historia moderna de la
revolución comunera en el reino de Toledo ha sido puesta al alcance de todos en
esta publicación coordinada por el profesor Gómez Vozmediano y editada por
Ediciones Almud con ayuda de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
Otros diez investigadores especialistas en el tema escriben capítulos, unos
sobre cada unidad provincial y otros sobre visiones de conjunto. Se presentó en
el ayuntamiento de Toledo el 17 de abril de 2008.
Este estudio, afortunadamente, no
se limita geográficamente a la Comunidad de Castilla-La Mancha, sino que
incluye a la provincia de Madrid y algunas comarcas limítrofes, directamente
relacionadas en los sucesos que acaecieron. Modernamente se entiende que el
levantamiento contra los modos de gobernar del recién llegado Carlos y su élite
flamenca fue, en su inicio, un movimiento de las clases bajas y de la parte de
la nobleza (que se sentía postergada), pero que la evolución del mismo llevó a
esa nobleza a separarse de las clases inferiores y unirse al emperador,
consolidando así sus privilegios y el sistema conocido como “Antiguo Régimen”.
El volumen lo prologa Fernando
Martínez Gil, autor de una excelente (y agotada) historia de la revolución
comunera en Toledo y de la única biografía moderna de María Pacheco. La heroína
toledana nació en La Alhambra, quizá en 1496, dónde residía como alcaide su
padre el segundo conde de Tendilla Iñigo López de Mendoza, Capitán General del
reino recién conquistado.
El levantamiento en Guadalajara
es estudiado por el profesor Carrasco Martínez, de la Universidad de
Valladolid, conocido especialista en los Mendoza. Quizá por ello la
participación de los Infantado y el desarrollo de la revuelta en la ciudad de
Guadalajara copa casi por completo lo que de la actual provincia de Guadalajara
nos relata. Aunque con claro matiz popular, los insurrectos quisieron por jefe
a Iñigo López de Mendoza, conde de Saldaña, hijo y heredero del ducado del
Infantado. El tercer duque Diego Hurtado de Mendoza, sorprendido por la
revuelta en su cama durante un ataque de gota, contemporizaría con sublevados
lo suficiente para, de golpe, ejecutar a los más levantiscos y mandar a su hijo
a Alcocer, alejándole del problema. Sujeta la parte revolucionaria de la
revuelta, el duque contemporizó con los insurrectos moderados, esperó
acontecimientos y logró el agradecimiento final del Emperador para su Casa.
Tres detalles indico al lector:
el duque, como Mendoza, pensaba que el mejor candidato al arzobispado vacante
de Toledo era su familiar Francisco de Mendoza, por cierto hermano de María
Pacheco. Ello le situaba frente al obispo de Zamora Antonio de Acuña, más un
violento general comunero que un prelado. En segundo lugar, hubo un acuerdo no
escrito entre este prelado y el duque por el que atravesaría los territorios
del duque (que incluían el norte de Madrid) en su paso desde Castilla La Vieja
a Toledo, sin ser hostigado pero sin llamar a levantamiento alguno y evitando
los saqueos de los lugares por donde pasara. Finalmente, el duque solicitó un
perdón general para los habitantes implicados en Guadalajara, pero además
expresamente protegió a los integrantes de su servidumbre (como Francisco de
Medina) que habían militado en las filas comuneras, logrando que no se
aplicaran las penas contra ellos, y el perdón final. Al futuro cuarto duque, ni
se le imputa en las pesquisas reales.
El profesor de la Universidad
Complutense Carretero Zamora, en su capítulo dedicado a la estructura del
espacio jurisdiccional de la antigua Castilla La Nueva, dedica parte de su
atención al territorio que ocupa la moderna Guadalajara, indicando que al
inicio del reinado de Carlos V casi el 87% de su territorio era de señorío (y
el resto de realengo), porcentaje mayor que la media del reino de Toledo (76%)
o en las provincias de Madrid (70%), Toledo (68%) o Cuenca (casi 49%). Por su
naturaleza, lógicamente, el Campo de Calatrava o la Mesa Arzobispal toledana
eran de señorío. Son interesantes los datos de población pechera en Guadalajara
que da para los dominios del conde de Cifuentes, los Carrillo de Albornoz, el
duque del Infantado o del marqués de Mondejar y conde de Tendilla, entre otros
señores. Menciona que la tierra del conjunto de las cinco villas que formaban
la Tierra de Tendilla era, entonces, “de
la mejor de dicha provincia”. Es extraño que entre los señoríos de las
Ordenes Militares, no mencione la pequeña encomienda sanjuanista formada por
Peñalver y Alhóndiga.
Cada provincia restante es
estudiada por un investigador de prestigio: Cuenca por Diago Hernández, Madrid
por García Hernán, Toledo por Magán García, Albacete por Prestel Marín y Ciudad
Real, evidentemente, por el propio Gómez Vozmediano, quien primeramente llevó a
conocimiento general la historia de la revolución comunera en los territorios
de las Ordenes Militares, la participación popular y el castigo final. Por
cierto, la encomienda de la Orden de Santiago de Socuéllamos (Ciudad Real)
perteneció a los Mendoza de Guadalajara, siendo el más famoso de ellos el
virrey de México y Perú Antonio de Mendoza, nacido en Mondejar y hermano de
María Pacheco. Dos capítulos más se dedican a la “Historiografía de las
comunidades” y a “Castilla y Carlos I”, por los profesores Sánchez González y
Martínez Ruiz, respectivamente. Gómez Vozmediano hace la extensa revisión
bibliográfica final.
Tras la derrota de Villalar el 23
de abril de 1521 y la fácil caída de Madrid el 7 de mayo, es sabido por todos
que solo resistió Toledo, gobernado por María Pacheco. Bien es verdad que esta
resistencia se vio favorecida porque parte del ejército real fue a repeler la
invasión francesa de Navarra, pero ello no resta méritos ni a ella ni a los
toledanos. Los últimos comuneros debieron huir tras los hechos de San Blas de
1522, muriendo María en Oporto en 1531.
La historia la escriben los
vencedores, siempre, y en este caso hubo la ocultación de este periodo por
muchas de las familias y localidades más significativas. Sánchez González menciona
el silencio sobre lo acaecido, la ambigüedad o la actitud anticomunera, caso
este el de fray Prudencio de Sandoval en su historia de Carlos V. Tras las
idealizaciones del siglo XIX, llegamos a la moderna historiografía, de la que
es ejemplo y resumen este libro. Aun así, ante las interpretaciones
interesadas, “es para echarse a temblar
al pensar lo que se nos puede venir encima en el año 2020”, dice.
Tras la derrota, vino la
represión. Tras un perdón general con demasiadas excepciones, hubo un goteo de
perdones individualizados que dejó fuera a los más importantes héroes populares
de la revolución comunera. La plaza de Padilla es el único espacio libre en el
casco histórico toledano pues allí estuvo la vivienda de éste hasta que fue
derribada, arado el lugar y sembrado de sal. Simboliza el castigo a los
rebeldes. Otro detalle mencionado fue que los historiadores de las dos
centurias siguientes se concentraron en lo que sucediera en las grandes
ciudades castellanas, olvidando la situación en el campo y dando una sensación
de que fue una rebeldía principalmente
urbana.
Isidoro Castañera Tordera escribe
el capítulo “Memoria, represión y olvido”, relatando el castigo que hizo
inviable otro levantamiento similar por años, así como la acusación peyorativa
de ser villanos, alborotadores y “gente
baxa” a los insurrectos. Hace mención de lo escrito en las “Relaciones
Topográficas” que se conservan, enviadas por las localidades a Felipe II más de
un lustro después de los hechos: unas eluden la información, otras indican su
oposición a las partidas comuneras con diverso éxito, como las de Tendilla,
Mondejar y Fuentelencina en Guadalajara. Coincidimos al mencionar lo que dijo
el poeta, embajador e historiador Diego Hurtado de Mendoza al final de su
epitafio a su hermana María Pacheco “España
te dirá mi cualidad/ que nunca niega España la verdad”. Pero, a veces, se
tarda en alcanzar a conocer ésta.
Les recomiendo este libro denso,
con aspectos interesantes y, algunos, desconocidos para el estudioso y que, me
parece, sobresale sobre otros volúmenes de la excelente colección especializada
que Almud Ediciones dedica a Castilla-La Mancha en su “Biblioteca Añil”.
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