sábado, 25 de febrero de 2012

La silenciada revuelta comunera al sur de Castilla


José Luis García de Paz, en El Decano, 18 de mayo de 2008. 
La historia moderna de la revolución comunera en el reino de Toledo ha sido puesta al alcance de todos en esta publicación coordinada por el profesor Gómez Vozmediano y editada por Ediciones Almud con ayuda de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Otros diez investigadores especialistas en el tema escriben capítulos, unos sobre cada unidad provincial y otros sobre visiones de conjunto. Se presentó en el ayuntamiento de Toledo el 17 de abril de 2008.

Este estudio, afortunadamente, no se limita geográficamente a la Comunidad de Castilla-La Mancha, sino que incluye a la provincia de Madrid y algunas comarcas limítrofes, directamente relacionadas en los sucesos que acaecieron. Modernamente se entiende que el levantamiento contra los modos de gobernar del recién llegado Carlos y su élite flamenca fue, en su inicio, un movimiento de las clases bajas y de la parte de la nobleza (que se sentía postergada), pero que la evolución del mismo llevó a esa nobleza a separarse de las clases inferiores y unirse al emperador, consolidando así sus privilegios y el sistema conocido como “Antiguo Régimen”.

El volumen lo prologa Fernando Martínez Gil, autor de una excelente (y agotada) historia de la revolución comunera en Toledo y de la única biografía moderna de María Pacheco. La heroína toledana nació en La Alhambra, quizá en 1496, dónde residía como alcaide su padre el segundo conde de Tendilla Iñigo López de Mendoza, Capitán General del reino recién conquistado.

El levantamiento en Guadalajara es estudiado por el profesor Carrasco Martínez, de la Universidad de Valladolid, conocido especialista en los Mendoza. Quizá por ello la participación de los Infantado y el desarrollo de la revuelta en la ciudad de Guadalajara copa casi por completo lo que de la actual provincia de Guadalajara nos relata. Aunque con claro matiz popular, los insurrectos quisieron por jefe a Iñigo López de Mendoza, conde de Saldaña, hijo y heredero del ducado del Infantado. El tercer duque Diego Hurtado de Mendoza, sorprendido por la revuelta en su cama durante un ataque de gota, contemporizaría con sublevados lo suficiente para, de golpe, ejecutar a los más levantiscos y mandar a su hijo a Alcocer, alejándole del problema. Sujeta la parte revolucionaria de la revuelta, el duque contemporizó con los insurrectos moderados, esperó acontecimientos y logró el agradecimiento final del Emperador para su Casa.

Tres detalles indico al lector: el duque, como Mendoza, pensaba que el mejor candidato al arzobispado vacante de Toledo era su familiar Francisco de Mendoza, por cierto hermano de María Pacheco. Ello le situaba frente al obispo de Zamora Antonio de Acuña, más un violento general comunero que un prelado. En segundo lugar, hubo un acuerdo no escrito entre este prelado y el duque por el que atravesaría los territorios del duque (que incluían el norte de Madrid) en su paso desde Castilla La Vieja a Toledo, sin ser hostigado pero sin llamar a levantamiento alguno y evitando los saqueos de los lugares por donde pasara. Finalmente, el duque solicitó un perdón general para los habitantes implicados en Guadalajara, pero además expresamente protegió a los integrantes de su servidumbre (como Francisco de Medina) que habían militado en las filas comuneras, logrando que no se aplicaran las penas contra ellos, y el perdón final. Al futuro cuarto duque, ni se le imputa en las pesquisas reales.

El profesor de la Universidad Complutense Carretero Zamora, en su capítulo dedicado a la estructura del espacio jurisdiccional de la antigua Castilla La Nueva, dedica parte de su atención al territorio que ocupa la moderna Guadalajara, indicando que al inicio del reinado de Carlos V casi el 87% de su territorio era de señorío (y el resto de realengo), porcentaje mayor que la media del reino de Toledo (76%) o en las provincias de Madrid (70%), Toledo (68%) o Cuenca (casi 49%). Por su naturaleza, lógicamente, el Campo de Calatrava o la Mesa Arzobispal toledana eran de señorío. Son interesantes los datos de población pechera en Guadalajara que da para los dominios del conde de Cifuentes, los Carrillo de Albornoz, el duque del Infantado o del marqués de Mondejar y conde de Tendilla, entre otros señores. Menciona que la tierra del conjunto de las cinco villas que formaban la Tierra de Tendilla era, entonces, “de la mejor de dicha provincia”. Es extraño que entre los señoríos de las Ordenes Militares, no mencione la pequeña encomienda sanjuanista formada por Peñalver y Alhóndiga.

Cada provincia restante es estudiada por un investigador de prestigio: Cuenca por Diago Hernández, Madrid por García Hernán, Toledo por Magán García, Albacete por Prestel Marín y Ciudad Real, evidentemente, por el propio Gómez Vozmediano, quien primeramente llevó a conocimiento general la historia de la revolución comunera en los territorios de las Ordenes Militares, la participación popular y el castigo final. Por cierto, la encomienda de la Orden de Santiago de Socuéllamos (Ciudad Real) perteneció a los Mendoza de Guadalajara, siendo el más famoso de ellos el virrey de México y Perú Antonio de Mendoza, nacido en Mondejar y hermano de María Pacheco. Dos capítulos más se dedican a la “Historiografía de las comunidades” y a “Castilla y Carlos I”, por los profesores Sánchez González y Martínez Ruiz, respectivamente. Gómez Vozmediano hace la extensa revisión bibliográfica final.

Tras la derrota de Villalar el 23 de abril de 1521 y la fácil caída de Madrid el 7 de mayo, es sabido por todos que solo resistió Toledo, gobernado por María Pacheco. Bien es verdad que esta resistencia se vio favorecida porque parte del ejército real fue a repeler la invasión francesa de Navarra, pero ello no resta méritos ni a ella ni a los toledanos. Los últimos comuneros debieron huir tras los hechos de San Blas de 1522, muriendo María en Oporto en 1531.

La historia la escriben los vencedores, siempre, y en este caso hubo la ocultación de este periodo por muchas de las familias y localidades más significativas. Sánchez González menciona el silencio sobre lo acaecido, la ambigüedad o la actitud anticomunera, caso este el de fray Prudencio de Sandoval en su historia de Carlos V. Tras las idealizaciones del siglo XIX, llegamos a la moderna historiografía, de la que es ejemplo y resumen este libro. Aun así, ante las interpretaciones interesadas, “es para echarse a temblar al pensar lo que se nos puede venir encima en el año 2020”, dice.

Tras la derrota, vino la represión. Tras un perdón general con demasiadas excepciones, hubo un goteo de perdones individualizados que dejó fuera a los más importantes héroes populares de la revolución comunera. La plaza de Padilla es el único espacio libre en el casco histórico toledano pues allí estuvo la vivienda de éste hasta que fue derribada, arado el lugar y sembrado de sal. Simboliza el castigo a los rebeldes. Otro detalle mencionado fue que los historiadores de las dos centurias siguientes se concentraron en lo que sucediera en las grandes ciudades castellanas, olvidando la situación en el campo y dando una sensación de que fue una  rebeldía principalmente urbana.

Isidoro Castañera Tordera escribe el capítulo “Memoria, represión y olvido”, relatando el castigo que hizo inviable otro levantamiento similar por años, así como la acusación peyorativa de ser villanos, alborotadores y “gente baxa” a los insurrectos. Hace mención de lo escrito en las “Relaciones Topográficas” que se conservan, enviadas por las localidades a Felipe II más de un lustro después de los hechos: unas eluden la información, otras indican su oposición a las partidas comuneras con diverso éxito, como las de Tendilla, Mondejar y Fuentelencina en Guadalajara. Coincidimos al mencionar lo que dijo el poeta, embajador e historiador Diego Hurtado de Mendoza al final de su epitafio a su hermana María Pacheco “España te dirá mi cualidad/ que nunca niega España la verdad”. Pero, a veces, se tarda en alcanzar a conocer ésta.

Les recomiendo este libro denso, con aspectos interesantes y, algunos, desconocidos para el estudioso y que, me parece, sobresale sobre otros volúmenes de la excelente colección especializada que Almud Ediciones dedica a Castilla-La Mancha en su “Biblioteca Añil”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión sobre este libro nos interesa. Escríbela aquí.