Un trabajo concienzudo es la basamenta de esta obra, que viene con intención de utilidad, de herramienta,
para conocer mejor una región, y una parcela de la historia que estaba hasta
ahora un tanto abandonada: la de conocer, estudiar, pormenorizar a las figuras
que se dedicaron a investigar, estudiar y hacer ciencia.
El diccionario de
Ciencia y Técnica en Castilla La Mancha es una obra de apoyo a cualquier
investigación histórica o sociológica. El grueso de la obra lo constituye un
numeroso grupo de personajes que destacaron en diversas ramas de la Ciencia a lo
largo de los siglos, ligados a la Región de Castilla-La Mancha, por nacimiento,
o residencia. Y que dejaron de un modo más o menos señalado, aquí su huella.
Encontramos personas dedicadas a muy distintos menesteres, como por ejemplo:
Astrónomos como Azarquiel o Jiménez Coronado; inventores como Blasco de Garay,
Mónico Sánchez, Imedio o Juanelo Turriano; naturalistas como Hernández, Gómez
Menor, Gómez Ortega, Laguna o Sánchez Labrador; médicos como Chirino, Creus,
Hernando, Mena, Muñoz Urra, Segovia Arana; farmacéuticos como Palacios y Bayá,
agrónomos como Alonso de Herrera o Álvarez Ugena; veterinarios como García
Izcara, o Morcillo; matemáticos como Balanzat, Sixto Ríos o Martínez Sancho;
químicos como Del Campo Cerdán o Mascareña; o ingenieros como Díaz Marta, Ortiz
Echagüe, y muchos otros.
Todos ellos y muchos más, hasta un total de 320 entradas, nos ofrecen una cierta
aproximación a una realidad hasta ahora no suficientemente conocida: la
creatividad científica y técnica desarrollada, desde el siglo XI hasta mediados
del siglo XX por personas nacidas o muy vinculadas a estas tierras que hoy
conforman Castilla-La Mancha.
Además de los nombres y obras de personajes, este
diccionario nos presenta numerosas entradas relativas a temas diversos, y un
tanto dispersos: centros de estudio, fábricas, instituciones de investigación,
leyes, normas, aniversarios, etc. De esta manera se manifiestan las iniciativas
científicas y técnicas que ha habido en esta tierra: por ejemplo la Minería
(Almadén Hellín), las Reales Fábricas impulsadas en el XVIII (Riópar-Alcaraz,
Toledo, Alcázar, por ejemplo), los molinos de papel (sobre todo los de Cuenca);
la automovilística La Hispano Suiza (Guadalajara) o la industria petroquímica de
Puertollano, ya en la segunda mitad del s XX, que también encuentran su espacio
en este Diccionario.
Sí que parece, en la contemplación general de la obra, un
tanto forzado el aporte de personajes e instituciones. Quizás se podrían haber
hecho dos tomos, uno para autores, y otro para instituciones. En todo caso,
cumple su misión de Diccionario, de aporte general de datos, para otras
investigaciones.
Las colaboraciones al Diccionario se deben a las firmas de
Alonso Verde, Domingo Blanco y Mª Dolores Moreno, en Albacete; Ángel Romera en
Ciudad Real; Hilario Priego y José Antonio Silva en Cuenca; Antonio Herrera y
Javier Sanz en Guadalajara; y Enrique García Gómez en Toledo. Además de ellos,
otras muchas personas han colaborado con algún personaje suelto, con alguna
institución. La obra es, pues, coral, con los problemas inherentes a este tipo
de iniciativas, en las que es muy difícil conseguir que todos adopten una
estructura única de trabajo. Es lo que se manifiesta en este libro, que no ha
habido una estructura única, un modelo de ficha. Pero son estos pequeños
problemas que no desmerecen en absoluto la iniciativa.
Por ello aplaudimos al
libro, a la idea, a los autores y, –como siempre, los más valientes en esta
tierra que apenas apoya a la Cultura– a los editores.
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