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Javier Solano: “Juan Guas, arquitecto”. Edición de la
Consejería de Educación, Cultura y Deportes de la Junta de Comunidades de
Castilla-La Mancha. Toledo, 2018. 360 páginas. 22 x 22 cms. ISBN: 978-84-7788-676-1
Me llega a las manos, con una cordial dedicatoria del autor,
este libro que es capital para el conocimiento del patrimonio monumental de
Castilla, nuestra tierra. Una obra concienzuda, amplia, muy trabajada. Una obra
muy bien ilustrada (porque todo lo que se refiere al arte debe serlo) y muy
bien editada, por maestros del tema. En definitiva, un bello libro que promete
ser útil.
El libro se constituye en seis grandes capítulos, precedido
de unos cuantos prólogos y rematado por una bibliografía amplia, notas al texto
y agradecimientos. El primero de los capítulos trata de la forma en que llega
el arte europeo a la Castilla de finales del siglo XV, manejado por los grandes
aristócratas, y la corte real, contratando a figuras de relieve de Borgoña y a
muchos aprendices y ayudantes. El segundo tramo explica la actuación de Guas,
todavía joven, en diversos monumentos de Segovia, al amparo de cabildos,
Villenas y Trastamaras. Es el tercero y más grande de los capítulos de este
libro en el que Solano entra con amplitud a tratar el arte arquitectónico
propiciado por el linaje de Mendoza en tierras del centro de España (lo que
entonces era “Reino de Toledo” y provincia de Guadalajara, incluyendo sobre
Cogolludo, Guadalajara y Pioz, las alturas de Manzanares el Real. Esta parte,
fundamental, del libro es la que a los alcarreños nos supone un mayor interés y
caudal de datos bajo una perspectiva muy homogénea.
En el cuarto, también sustancial, de los capítulos que
componen el libro, estudia Solano las obras que para los Reyes Católicos
levanta Juan Guas, convertido ya en arquitecto aplaudido por todos,
especialmente por la Corte. El quinto capítulo nos habla de epílogos vitales,
con noticias curiosas y análisis de la estela que deja el maestro borgoñón:
Lorenzo Vázquez especialmente, y al fin un sexto capítulo en que el autor
destaca los elementos -atribuibles a Guas- que han quedado dispersos por
Castilla, y que sin tener la documentación apropiada que le digan autor de
ellos, sí que proclaman por su estilo la mano cercana del gran arquitecto (Belmonte,
Turégano, Mombeltrán, Alba de Tormes…)
Decía al principio que el libro promete ser útil, y al final,
tras recorrer su índice, se entrevé que sí lo es ¿Y cuando un libro es útil?
Pues hay muchos tipos de utilidades: la principal, creo yo, -y perdón por la
aventura literaria que conlleva la definición-, cuando a través de sus páginas
te evades de ti, y te introduces en otro mundo, en otra sociedad, en otro ser
que actúa de protagonista. Pero los libros son útiles cuando son herramientas
para alcanzar otros objetivos vitales. Uno de esos objetivos es saber más de
algún tema. Y en concreto de arquitectura, de arquitectos, de caminos
creativos, de propuestas simbólicas…
Este libro que ha escrito el arquitecto Javier Solano le
consagra como un gran investigador, aunque aún más como un gran divulgador del
arte y la historia. Llevo tiempo pensando en que, tal como están los tiempos,
tiene más mérito divulgar, dar a conocer a los demás lo que tú sabes y has
aprendido, que el mero y simple hecho de adquirir conocimientos. La erudición
se consume a sí misma: hay que elaborar los saberes, darles forma y color,
ponerlos en una bandeja, y pasarlos ante las manos, los ojos, los oídos y los
corazones de quienes esperan aprender. En ese sentido, y sin entrar detalles,
-que es lo que deberá hacer el lector de este libro, y cuanto antes- debo decir
que es este un libro modélico, porque afronta el estudio de un personaje que
hizo cosas, construyó edificios, inventó ornamentos y fraguó destinos. Los
edificios que surgieron tras el diseño y bajo la dirección metódica de Juan Guas,
son hoy esencia del arte y la cultura de Castilla, de esta nación firme y
segura (que existe, que tiene vida incluso aunque ella casi ni lo sepa) que
supo proyectarse sobre la faz incierta del planeta. En esos capítulos que he reseñado,
ilustrados, anotados, comentados en todos sus detalles, Javier Solano alza un
monumental estudio biográfico y analista de la realidad que aún puede contemplarse
(complementada con ese otro rastro de edificios desaparecidos o modificados) y
al fin llega, con emoción y respeto, hasta el lugar ínfimo de la ciudad de
Toledo donde reposan, desde hace más de quinientos años, los restos mortales de
un verdadero genio de la Arquitectura.
Antonio Herrera
Casado
Cronista Provincial de
Guadalajara
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