Así comienza el autor a escribir su libro. Con
estas palabras que revelan la dirección en que camina el libro. Por él surgen
sorpresas, meditaciones y aventuras, con mucho de poesía revelada, y en el
fondo un enorme homenaje a la figura del papa
Francisco, que, aún hoy, rige la Iglesia:
Sabrán
quienes hayan leído el primer volumen de este relato, “La Ciudad de Dios”, que
mi nombre es Pablo Abad Santacruz y
que fui asistente personal del cardenal Jorge
Mario Bergoglio en el cónclave de marzo de 2013, en donde resultó elegido
papa de la Iglesia católica, con el nombre de Francisco.
Ahora que
el siervo de los siervos de Dios, S.S. el papa Francisco, ha fallecido, deseo
hacer públicas algunas revelaciones que
él mismo me confió durante el cónclave de aquel año, para que fueran desveladas
después de su fallecimiento. Y no antes.
Lo hago
precisamente en este escrito, en el informe particular que me ha pedido la
“Congregación para la Causa de los Santos”, dentro del procedimiento que se ha
abierto para la beatificación del papa Francisco… Este es el testimonio que
remito a los relatores de su causa.
Durante
años, he guardado estas confidencias, como lo que fueron, secretos de amistad y
de camaradería y algunos secretos de confesión de un cardenal inquieto, nervioso
y agobiado, el cual se iba a enfrentar a un destino que no deseaba.
Pero en esta oferta de misterios que surgirán
tras la muerte del actual papa, y que pudieran en su día llegar a elevarle a
los altares, subyace el interés del autor por alzar un consumado edificio
poético en el que –mezclados autores, intenciones y estilos- se trata de
ensalzar lo mejor del ser humano, sus virtudes y esfuerzos, sus anhelos hondos
y su segura salvación.
Esta obra de Juan Pablo Mañueco, que bajo el
título de “La conversión del papa Francisco” completa una trilogía, se abrió en
2015 con la obra “La ciudad de Dios”, en la que Jorge Bergoglio llegaba a Roma
desde Buenos Aires a participar en un cónclave del que saldría Pontífice sumo.
Siguió con el libro “Los versos del Cardenal”,
incluido como volumen IX en la gran colección de poesías en estrofas inéditas “Cantil de Cantos”, y acaba ahora con este “San Francisco, papa”. La genialidad
(y el alcarreñismo) de la obra consiste en la intervención de un sacerdote de
Guadalajara, Pablo Abad, que va recogiendo los poemas que el cardenal escribe,
y aportando él otros nuevos. En esa catarata de poesía va entremezclándose el
fragor de una intensa visión interior, que transforma a un hombre, honrado y
sencillo, en Cardenal primero, en elector después, en Papa a continuación, y en
santo finalmente.
Me ha gustado mucho, porque tiene poesía, y una intensa emoción, que vivifica.
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