GONZÁLEZ-CALERO GARCÍA,
Alfonso, Ida y vuelta (Poemas 1985-2015), Toledo, Almud, Ediciones de
Castilla-La Mancha (Biblioteca Añil Literaria, 33), 2017, 93 pp. [ISBN:
978-84-946676-2-6].
Nuestro querido amigo Alfonso
González-Calero, avezado en el mundo de la crítica poética, es ahora autor de
una gavilla de poemas que podría muy bien formar parte de una especie de diario
íntimo. Poemas rápidos, como si el sentimiento de la muerte cercana acosara a
su autor y tuviera prisa por dejar todo debidamente concluido, y al mismo
tiempo poemas deshojados de todo barroquismo, que apartaría de ellos su
verdadero sentido y significado. Son poemas pensados de antemano que vienen a
transformar aspectos semejantes reflejados en la poética de otros creadores.
Formas de ver la existencia más o menos efímera de las cosas, los amores que
pasan, las soledades que permanecen y entristecen en algunos momentos la vida y
la convierten en existencia vulgar sin aparente sentido, aunque, en realidad,
todo lo tenga.
Y eso es lo que trata de
explicar y lo logra Alfonso González-Calero.
Sus poemas, puede apreciarse
claramente, han ido sufriendo una evolución más o menos rápida, así es que
poemas de la primera época, por así decir (1985), van pasando por las hojas del
libro, dejando su huella en el lector, como los árboles de junto a la carretera
cuando el coche va adquiriendo más y más velocidad la dejan en la retina, hasta
llegar al momento final, que en el libro concluye en 2015.
Y sí, como señala Corredor
Matheos en su introducción Versos de un diario, parece que existe cierto dolor
en la búsqueda de la palabra oportuna, la palabra que defina sin apenas decir,
escuetamente, lo que se siente, lo que se late y se palpita. La dificultad de
la palabra para dar a conocer el pensamiento, siempre mucho más rápido. Por eso
la vida duele y, precisamente ese dolor es el que hace que el poema adquiera
más valor intimista y alegra a su autor cuando, como con una cámara
fotográfica, atrapa en una instantánea aquello que pensaba y tanto le costaba
decir.
Son esos poemas los que
reflejan más que los otros, los que sirven de espejo en el que el autor se vea,
puesto que todo aquello que se escribe, con tendencia a la perdurabilidad,
viene a ser una forma de manifestación de su forma de ser y de pensar, de su
mundo interior y de aquello que no quiere decir y al fin dice aunque,
aparentemente, sin darse cuenta, como cuando se escribe de una forma casi
automática. Por eso el poeta y lo que escribe están tan íntimamente unidos.
Deben estarlo.
Pero, volvamos al tema. La
poesía desnuda de Alfonso González-Calero viene a ser como una especie de golpe
agresivo y doloroso que ubica a su autor en el lugar donde debe estar, a la
espera de nuevas tristezas, pero también de esperanzas nuevas, de luchas internas
en busca de sí mismo a través de la palabra sola, de las palabras -cuantas
menos, mejor- para que el poema resultante sea escueto, sencillo, entrañable y
capaz de ser amado, como si fuese un ser vivo, un hijo acaso, cuyo parto tanto
dolió a la madre, tantos gritos y sudores produjo, pero a tanto amor ha dado la
vida, que no es poco.
Quisiéramos felicitar a
Alfonso por esta entrega, este libro tan fina y delicadamente editado, cuyo
resultado final no ha podido ser más feliz, al tiempo que deseamos, también,
que siga manteniendo vida la antorcha de su creatividad.
José Ramón López de los Mozos
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