viernes, 17 de octubre de 2014

Un cementerio romano en Aguilar de Anguita

PÉREZ RODRÍGUEZ-ARAGÓN, Fernando y BARRIL VICENTE, Magdalena, “El cementerio tardorromano de Aguilar de Anguita y la problemática de las necrópolis con ajuares “tipo Simancas-San Miguel del Arroyo”, Sautuola, XVI-XVI (Santander, Instituto de Prehistoria y Arqueología “Sautuola”, 2010-2012), pp. 215-237 (I.S.S.N.: 1133-2166).

El presente trabajo ofrece una amplia e interesante información acerca del cementerio de inhumación tardorromano que en 1915 excavó el Marqués de Cerralbo en el lugar denominado “Los Pardales”, perteneciente al término  municipal de Aguilar de Anguita, en la actual provincia de Guadalajara.
Gracias a estos trabajos se ha podido localizar con gran precisión el antiguo yacimiento, así como el lugar de habitación al que, por lógica, debió pertenecer.
Los autores intentan reconstruir los ajuares funerarios partiendo de la brevísima descripción de los restos excavados en el pasado, además de la que puede consta en algunas etiquetas que llegaron al Museo Arqueológico Nacional acompañando numerosas piezas, las fotografías tomadas en el momento de las excavaciones y las memorias e inventarios aportados por el propio Cabré, acerca de los cuatro conjuntos excavados, cuando permanecieron expuestos en el Museo Cerralbo.
Gracias a la documentación mencionada el yacimiento arqueológico de “Los Pardales” se sitúa en el marco de las necrópolis tardorromanas de la Meseta Sur, ampliando los conocimientos a través de ciertas consideraciones sobre el significado y la cronología de las antes denominadas “necrópolis del Duero” o “ de la Meseta” y, más cercanamente (suponiéndolas más tardías), “necrópolis postimperiales”, aunque en el presente trabajo los autores prefieren referirse a este tipo de yacimientos como “cementerios tardorromanos con ajuares tipo Simancas-San Miguel del Arroyo”.
En realidad, este trabajo forma parte de la revisión de materiales arqueológicos encontrados en las excavaciones llevadas a cabo en Aguilar de Anguita, a comienzos del siglo XX, por don Enrique de Aguilera y Gamboa, Marqués de Cerralbo, que se conservan actualmente en el Museo Arqueológico Nacional.
A través del estudio de tales piezas se ha podido identificar -entre una gigantesca cantidad de materiales de la Edad del Hierro-,  una serie de elementos provenientes de ajuares de un cementerio romano bajoimperial, (parte de estos objetos ya habían sido estudiados en su momento por José Luis Argente Oliver, en su Memoria de Licenciatura), aunque tales materiales se entremezclaron, en ocasiones, con otros procedentes de tumbas celtibéricas.
Al parecer, las etiquetas que en algunos casos acompañaban a las piezas tardorromanas ofrecían su atribución “a un cementerio de inhumación que se encontraría situado en las inmediaciones de la ermita de Nuestra Señora del Robusto, y que podría enmarcarse dentro del más amplio conjunto de necrópolis romanas bajoimperiales que la historiografía arqueológica española ha venido denominando “del Duero”, o más recientemente, “de la Meseta” y de las cuales los dos cementerios situados al Norte y al Sur de la villa de “La Olmeda” constituyen manifestación y ejemplo principal”, y cuyo ámbito de distribución comprende gran parte del interior y del Norte de la Península Ibérica, cuya representación más septentrional puede encontrarse en la “Carretera de la Playa” de Castro Urdiales (Cantabria).
Para llevar a cabo el presente estudio, Pérez y Barril, han intentado reunir toda la información del cementerio citado, aunque poniendo especial interés en los datos que permitieran localizar el yacimiento e “intentar reconstruir las asociaciones originales de los objetos que conformaban los ajuares funerarios”, lo que condujo poco después de la revisión de los citados materiales y su publicación, al análisis de la correspondencia mantenida entre Cerralbo y el P. Fidel Fita, referente a una estela romana altoimperial que aquel había desenterrado en Aguilar de Anguita.
Correspondencia que proporcionaba pocos datos sobre las circunstancias del hallazgo, puesto que el epígrafe había aparecido roto, formando parte de una estructura pétrea que protegía una de las tumbas de la necrópolis que nos ocupa.
Años después, en 2008, la familia Cabré-Morán depositaba en el M(useo) A(rqueológico N(acional) (M.A.N.), la copia de un inventario -realizada por Cabré- de los objetos de la colección Cerralbo que éste expuso en su palacete, en el que se incluían algunos apuntes referentes a materiales del yacimiento que comentamos, que vienen a completar la información proporcionada por tres fotografías que se conservan junto al material arqueológico y que, probablemente fueron realizadas por el responsable de la excavación -el propio Juan Cabré-, mostrando, en forma de panoplia,  el mobiliario fúnebre de las sepulturas.
De igual modo, indican Pérez y Barril, se ha procedido a una cuidadosísima revisión del contenido de algunas etiquetas, con las que originalmente fueron embaladas algunas piezas, dado que en algunos casos proporcionaban datos sobre la composición de los ajuares y su emplazamiento dentro de las sepulturas.
Y más todavía: a modo de avance a esta tarea, los autores del trabajo han presentado, como contribución al homenaje a Javier Cortés y Álvarez de Miranda, el estudio de dos sepulturas masculinas pertenecientes a este cementerio, caracterizadas por presentar arreos de caballo; trabajo que, dicho sea de paso, resultó fallido, puesto que posteriormente se pudo comprobar que los objetos que se consideraban pertenecientes al ajuar de la tumba 13 bis, pertenecían en realidad a las tumbas 4 y 5, y que la vasija que entonces fue considerada como perteneciente a la tumba 24, corresponde a la 10, puesto que la fototeca del IPCE (Instituto del Patrimonio Cultural de España) incluyó entre sus fondos el Archivo Cabré (donado al Estado en 1991), que desde 2012 ha permitido localizar dos nuevas imágenes con las “panoplias” de tres ajuares y otra serie de fotografías que muestran algunas de las tumbas con sus ajuares durante el proceso de excavación, lo que ha permitido la reconstrucción más apropiada del mobiliario sepulcral.
El yacimiento aparece en el Inventario de Cabré como “Necrópolis de Nuestra Señora del Robusto, Aguilar de Anguita”, aunque en el inventario individualizado que realizaron Pérez-Barril de los objetos procedentes de dicha localidad, las etiquetas contenían diversas denominaciones: “Necrópolis romana del Cerrillo, detrás de la Virgen del Robusto”, “Necrópolis  de los Esqueletos... Ladera de detrás de la V. del Robusto”, “Necrópolis por inhumación con clabos (sic)”.
Dos de las etiquetas precisaban “Necrópolis romana de “Los Pardales” del Cerrillo de detrás de la Virgen del Robusto”, de ahí que los autores hayan preferido emplear el topónimo “Los Pardales”, siendo lo demás meras precisiones, encontrándose en el paraje “Pardales del Castillo”, donde se localizó y excavó en 2007 un yacimiento romano en una tierra de cultivo inmediato a la ermita.
Acerca de la estela romana allí aparecida existen algunos datos en la correspondencia mantenida entre el Marqués de Cerralbo y Fidel Fita que se conserva en la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia, conteniendo una fotografía y un dibujo de la inscripción, con una primera lectura de Cerralbo corregida posteriormente por Fita.
En la carta se mencionan algunas circunstancias del hallazgo:

“... que encontré en una / necrópolis por inhumación y que rotos / y separados formaban con bastantes más / piedras un rudo contorno en forma de / sepultura cuadrilonga en cuyo interior / hallé un esqueleto adornado con dos / pulseras de bronce y sobre todo una de lignito” (5 de febrero de 1915).

En otra misiva del 6 de febrero de dicho año se incluye un dibujo del epígrafe, precisando el lugar del encuentro:

“Aguilar de Anguita (Guadalajara) / en una necrópolis ibero-romana / en la vega de la Virgen del Robusto / en las inmediaciones de la gran necrópolis / ibérica de Aguilar de Anguita”.

La estela fue presentada por Fita ante la R.A.H. el 6 de abril de 1915, como:

“... la más antigua (inscripción) ibérica-celtibérica escrita en caracteres latinos que se conoce”. 

Continua el trabajo con una extensa descripción de los ajuares descritos por Cabré, así como la información proporcionada por las etiquetas antiguas que acompañaban a las piezas y las fotografías realizadas por dicho arqueólogo, además de un breve estudio, actual, de los materiales más significativos.
¿Cuáles fueron los resultados? ¿Qué se sabe del yacimiento de “Los Pardales” después de este “redescubrimiento”?
Pues, entre otras cosas, que estamos ante un lugar que fue ocupado hace unos mil seiscientos años por una comunidad rural tardorromana, cuya necrópolis fue excavada en 1915 por Cerralbo.
Las sepulturas pudieron ser, por lo menos, veintiocho, de las que once, corresponden a inhumaciones realizadas en el interior de ataúdes de madera ensamblados con clavos de hierro, sin cantoneras. Una era cuadrangular (sepultura 10, y en ella aparecieron las dos pulseras de bronce y la de lignito antes mencionadas). En otras once se encontraron objetos susceptibles de pertenecer al ajuar del fallecido u ofrendas de sus allegados, puesto que lo más probable es que los muertos fuesen amortajados con su vestimenta (de ahí que, al menos cinco tumbas, mostraban las tachuelas del calzado utilizado por los allí enterrados, excepto en la tumba 10, en la que los restos -femeninos- indican tratarse de un  par de botas).
En cinco enterramientos, las armas encontradas pertenecían a varones, mientras que en tres, se trataba de adornos femeninos.
Etcétera.
Tras la comparación de este tipo de enterramientos (“Los Pardales”) con otros peninsulares pertenecientes al marco de las necrópolis tardorromanas de ajuar de la Meseta, puede comprobarse que las gentes de ocuparon el yacimiento próximo a la ermita de la Virgen del Robusto, constituyeron una población rural modesta, en la que los varones tendían a enterrarse con los arreos de sus monturas y sus armas, lo que conduce a considerar dicho yacimiento como semejante a los que Pere de Palol bautizara como propios de las “necrópolis del Duero”, aunque su difusión supere zona geográfica perteneciente a la Meseta Norte.
“Los Pardales” encaja perfectamente dentro de esta serie de yacimientos.
A modo de conclusión Pérez y Barril señalan que la información por ellos recopilada conduce a considerar la necrópolis tardorromana de “Los Pardales” de Aguilar de Anguita dentro del esquema de necrópolis “tipo Simancas-San Miguel del Arroyo”, puesto que muestra a los enterrados dentro de sus ataúdes amortajados con su vestimenta (como vimos más arriba), que en ocasiones incluye el calzado con suela claveteada.
Pero, del mismo modo aparecen, en el caso de los varones, ajuares con cuchillos “tipo Simancas”, arreos de caballos, lanzas, y herramientas, y en algunas tumbas femeninas, collares y pulseras. Además, las ofrendas aparecen depositadas en vasijas de cerámica y vidrio.
Un seguimiento de las excavaciones dará lugar a saber con mayor precisión si estamos ante una comunidad enterrada en el periodo bajoimperial o acaso en el postimperial.

El trabajo se acompaña con fotografías de la época, de gran interés.

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