La
península de las brujas. Viaje por el aquelarre ibérico, Navarra, Ed. Los
libros del “Cuentamiedos”, 2009, 128 pp. (ISBN: 84-95846-51-9).
Encontré este librito en una librería de
Jaca. Buscaba libros de leyendas y tradiciones y de buenas a primeras, mi
costumbre de leer algunos capítulos antes de dormir, me condujo hasta una
sorpresa, como tal, inesperada, puesto que en las páginas 57-58 vine a
encontrarme con un breve capítulo dedicado a las brujas de El Casar de
Talamanca.
El capítulo, breve como digo, lleva por
título “Un aquelarre en el Casar de Talamanca” y en él se recoge la historia de
unas cuantas pobres e ilusas mujeres de la localidad que fueron procesadas por
la Santa Inquisición, a finales del siglo XVI, concretamente en el año 1591.
Eran las acusadas una tal Olalla Sobrino, una
Juana Izquierdo y una Catalina Mateo, las dos primeras de unos sesenta años y
la tercera, algo más joven, todas ellas acusadas de brujería e infanticidio.
Sus actividades brujeriles se recogen en el
correspondiente proceso inquisitorial, en el que los padres de uno de los niños
supuestamente asesinados, declararon “que una noche oyeron ruidos en la casa y
momentos después el pequeño había desaparecido”.
Al cabo, añade el proceso, encendieron fuego
para poder ver, y lo encontraron arrimado a la pared: “quebrados los brazos y
por los riñones, torcidos los rostros y arrancadas sus vergüenzas y hechas
otras muchas crueldades que era para quebrar el corazón”.
Por lo visto debieron cometer otro infanticidio
en otra casa, pues que estando cerradas puertas y ventanas, y mientras la
pareja dormía con su hija de corta edad “entraron por la ventana de la dicha
casa que estaba en el aposento donde estaban marido y mujer y niña, y sacaron
la dicha criatura de la cama y la ahogaron y quebraron las piernas e hicieron
otros malos tratamientos de los que quedó muerta la dicha criatura”, pero,
además, para colmo, cuenta el proceso, asaron el cadáver de la pequeña.
(La verdad es que las ventanas no debían
estar muy bien cerradas que digamos).
La tal Izquierda, bruja, acudió a su primer
aquelarre una noche en que fue propuesta por las otras dos, en “que llamaría al
demonio y se holgaría mucho”.
Y al parecer así debió ser, puesto que se
apareció el demonio en forma de cabrón (`aker´, de donde, teóricamente, resulta
la palabra `akelarre´, el `prado del macho cabrío´) (1), que “las abrazó y le
dijeron que abrazase a la dicha mujer que habían convencido para que fuese
bruja, y el dicho demonio y las dichas mujeres bailaron de contento y regocijo
del dicho concierto y acabado de bailar se fueron todos tres a la lumbre”.
Otro día, continua el relato del proceso, el
aquelarre tuvo lugar en casa de una de las acusadas, en la que “el demonio en
figura de cabrón con ellas todas tres y juntos se desnudaron en cueros y se
untaron las coyunturas de las manos y los pies, y todas juntas y el demonio con
ellas alzadas del suelo” fueron a cometer uno de los infanticidios mencionados,
volviendo después a casa de una de ellas que, tumbadas en el suelo, fueron
objeto de trato carnal por parte del macho cabrío.
A pesar de la tortura recibida, la Olalla no
reconoció su culpabilidad, pero a pesar de ello, las tres salieron en el último
auto de fe al que asistió Felipe II, que se celebró en la plaza de Zocodover de
Toledo el 9 de junio de 1591.
Las
tres mujeres abjuraron de levi y
fueron desterradas.
A pesar de todo, han pasado cerca de
cuatrocientos veinticinco años y las cosas no son muy diferentes... Mírese con
la lente grande y se podrá comprobar.
Pero hay más, otro articulillo que también
nos afecta, -quiero decir que también afecta a estas tierras de Guadalajara y
alrededores-, puesto que en la página 124, ya al final del libro, nos
encontramos con un espacio muy corto dedicado a “Las brujas de Gallocanta”.
En la laguna de dicho nombre, en la raya
fronteriza entre Zaragoza, Guadalajara y Teruel, se encuentra la laguna de
Gallocanta, más conocida popularmente como “El Lagunazo”, donde en tiempos
pasados acudían las brujas caballeras a lomos de sus escobas en las noches
estrelladas, a unos dos palmos del suelo y a la velocidad “de un ave volando”,
aunque, según comentarios del momento, “algo tontas y algo turbado el sentido”,
para bañarse desnudas en sus aguas, según declaración tomada a alguna de ellas.
Tras el correspondiente o beso a Lucifer en
el trasero y los bailes y obscenidades consiguientes, dedicaban su tiempo a
jugar, sirviéndose de los niños robados que utilizaban como pelota.
Después regresaban a sus casas como si tal
cosa (como si no hubiesen abandonado el lecho).
Era normal que acudieran a esta juerga brujas
llegadas desde Molina de Aragón, como así declaró en el siglo XVI una tal
Águeda, de la dicha ciudad de Molina, cuya abuela había sido bruja y solía
reunirse con otras compañeras en Gallocanta. Pero, curiosamente, después de
mucho insistir en lo que acabamos de consignar, los inquisidores no quisieron
tomar sus declaraciones en serio.
Esto es lo que viene sobre Guadalajara, sus
pueblos y sus gentes, en este libro ameno e interesante.
El lector se dará cuenta de cuanta fantasía
que se acumula en los relatos que recoge este libro, así como en tantos otros
libros que tratan del mismo o similares temas, de cuanta debía ser la pobreza
mental de aquellas gentes y de cuanta, debía ser también, la de quienes
apoyados en el “poder”, juzgaron con mala saña los desvaríos de estas
“enfermas”, que no debieron ser más que
pobres enfermas.
La verdad es, también, que posiblemente, en
determinadas ocasiones, se celebrasen reuniones de características similares,
pero, acaso, sus fines fueran más concretos y, a “río revuelto, ganancia de
pescadores” (y más si entre los participantes de encontraban las autoridades
locales).
La introducción al libro en que hemos
encontrado estas dos menciones a tierras de Guadalajara, El Casar de Talamanca
y Molina de Aragón, recuerda al lector que muchos de estos supuestos aquelarres
están documentados, pero que en otras ocasiones se trata de meras suposiciones,
leyendas corridas de boca de boca, cuentos o consejas, pero que no por ello
dejan de tener un componente de belleza.
(1) Una reciente teoría sostiene que `aker´,
en lugar de `macho cabrío´o `cabrón´, podría referirse a `alka´ (dactilis
hispanica), un tipo de hierba muy concreto que abunda en los alrededores del
prado y la cueva de Zugarramurdi y su vecina Urdax. Vendría a significar algo
así como `prado de la hierba alka´ y, por cierto, junto al foco brujeril de
Zugarramurdi se encuentra el barrio rural denominado Alkerdi.
Hola soy de El Casar de Talamanca y cuando tenía 15 años me dejaron un pequeño libro que hablaba de brujería, donde hablaban de estas brujas, no recuerdo el título, solo que la portada era verde y negra y lo he buscado bastantes veces hasta que ahora he visto este y me he alegrado. Gracias
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