viernes, 18 de abril de 2014

Nuevo estudio sobre la Loa de Molina

CRESPO VICENTE, Pascual, “Loa y Danzas de Molina de Aragón a la Virgen de la Hoz: Una tradición centenaria”, en Cuadernos de Etnología del Baile de San Roque, n.º 26 (Calamocha, Centro de Estudios del Jiloca, 2013), pp. 93-114. (I.S.S.N. 1136-8029).


No es la primera vez que Pascual Crespo Vicente escribe sobre las danzas de la Virgen de la Hoz, de Molina de Aragón. La verdad es que se trata de un tema interesante y apasionante.
En esta ocasión refleja las celebraciones que tienen lugar en el santuario, que en un tiempo pasado -hasta 1925- fueron coetáneas al “dance” de Odón -que junto a Bello acudían en procesión al santuario de la Hoz, al menos desde comienzos del siglo XVI- y que, todavía hoy, los vecinos de Molina de Aragón siguen conservando en toda su pureza originaria.
Parte para ello desde los orígenes de este locum sacrum o lugar sagrado, la cueva en que, según la tradición, la Virgen se apareció a un pastor, allá por el siglo XII. Desde entonces es donde se venera, a pesar de que los de Molina quisieron la imagen para sí, suscitando la lógica y natural rivalidad, que recoge don Antonio Moreno en su Nimpha más celestial en las márgenes del Gallo (1762).
Por su parte, Don Claro Abánades documenta la existencia del santuario desde el último cuarto del siglo XII, cuando Don Joscelmo, obispo de Sigüenza, recibe de manos del conde Don Pedro Manrique de Lara, el Monasterium Sanctae Mariae de Molina, a cambio de la mitad de Beteta. Desde entonces el santuario comenzó a engrandecerse, hasta su declive tras la desamortización, en que perdió su capellanía. En la actualidad depende de un patronato y es atendido por el párroco de Ventosa-Corduente.
Tras estas notas introductorias, Crespo Vicente alude también a algunas de las celebraciones más importantes que se celebraban, y en algunos casos aún se celebran, en honor a la Virgen de la Hoz, entre ellas la romería de los “capirotes” de Tierzo, recientemente recuperada o la que anualmente, el día Pentecostés, realizaban los vecinos de Odón, quizá en cumplimiento de algún voto, según puede verse en una pintura votiva fechada en 1768, que se conserva en el pequeño museo del camarín de la Virgen.
Sin embargo, la fiesta más atractiva popularmente hablando es la de la Loa.
Los vecinos de Molina van en romería y celebran los actos religiosos propios de ese día, que se complementan con otros, de corte más profano, como son la propia Loa y las Danzas, que, en su origen se celebraban, al parecer, el día 8 de septiembre, pasando después al domingo de Pentecostés y desde hace poco al domingo siguiente al de Pentecostés.
La celebración de este tipo de teatro popular viene de atrás, al menos de 1864, según puede constatarse en uno de los numerosos exvotos pictóricos conservados titulado “La Danza Molinesa 1864”.
Tras ofrecer algunos datos acerca del teatro popular en España y, más concretamente, de los orígenes del teatro popular religioso, pasa a analizar pormenorizadamente la Loa de Molina, que debe contemplarse en el contexto de las manifestaciones teatrales populares que todavía subsisten en España, considerando especialmente la proximidad del “dance” aragonés.
La Loa es un espectáculo complejo donde se pueden encontrar elementos de diverso origen, sin embargo, la de Molina, a través de los textos conservados y de su observación directa, responde a otro esquema más convencional, que también se puede detectar en los “dances” aragoneses: la pieza teatral (o loa) consiste fundamentalmente en un diálogo entre pastores y otro diálogo, más dialéctico, entre el Bien y el Mal, a los que siguen las danzas, de palos y espadas -en este caso- y el castillo del Ángel, elementos que aparecen salpicados de loas, canciones, casos jocosos, satíricos o de crítica social, dirigidos sobre todo a las mujeres y que suelen acomodarse al siguiente esquema:
Procesión y bienvenida a los peregrinos. Marcha procesional.
Celebración religiosa.
Rifa
Loa:
Diálogo de pastores.
Diálogo o lucha del Bien y el Mal.  
Despedida de los actores.
Danzas:
Obsequios de los danzantes.
Cuartetas.
Danzas: de palos por alto, de palos mixta, castillo del Ángel.
Despedida del Ángel.
Procesión. Marcha procesional.
Comida de hermandad.
Después se va describiendo cada uno de los puntos o apartados anteriores.
La procesión, generalmente a pie, sale desde Molina a primeras horas de mañana. A la llegada al santuario los peregrinos son recibidos por el párroco, los piostres y hermanos de la Hermandad de la Virgen de la Hoz con estandarte, bandera, música y danzantes. Cerca de la explanada, a unos doscientos metros, en “las Casillas”, se forma la procesión, encabezada por los danzantes, quienes ejecutan una danza de espadas y broqueles al son de la solemne marcha. Se trata de una danza ambulatoria de gran atractivo y seriedad.
En la plaza, frente al estrado se sientan jerárquicamente el hermano mayor y los piostres de la Hermandad, con sus varas de mando.
Después tiene lugar la misa y las ofrendas de los pueblos circunvecinos y, una vez que termina la función religiosa se da comienzo al desarrollo de la Loa que principia con el rezo de la salve y con unos cánticos que resaltan al Diablo que, enfadado, querrá interrumpir la fiesta.
En el caso de la “Loa del Gallego” -que es una de las catorce que conserva la Hermandad- son los pastores, mayoral y zagal, o sea, el pueblo, los encargados de sacar adelante el argumento. Los pastores honrando a la Virgen, otros personajes tratarán de ilustrar a los asistentes acerca de las verdades de la fe católica, otros  hacen crítica de las costumbres, mientras el Diablo, como siempre, tratará de impedir la celebración amenazando con enviar plagas, enfermedades y guerras, aterrorizando a los pastores, ante lo que intervendrá oportunamente el Ángel para protegerlos y hacer que el acto pueda continuar, quedando vencido el Diablo, por lo que el pueblo puede seguir con su fiesta.
Finalizada la representación los actores se presentan uno a uno, de rodillas, sin máscara, para terminar todos juntos, saludando al público.
Siguen los obsequios de los danzantes y las cuartetas. Para lo primero, colocados en dos hileras, cara a la imagen y bajo la dirección del Capitán de Danza, cada uno de los danzantes da un paso al frente, se arrodilla y ofrece unos versos a la Virgen, por ejemplo:

Soy un danzante Señora
de Molina de Aragón
aunque mi boca jurase
nunca juró mi corazón.
Tengo los ojos puestos en ti,
Virgen Santa de la Hoz.
¡Viva la Virgen de la Hoz! (1989, danzante 1.º).

Una vez acabados los obsequios, en idéntica formación, son los pastores los que lanzan sus cuartetas a los danzantes. El primer par de versos de la cuarteta lo dice el mayoral y el otro par, el zagal.
Continúa la fiesta con las tradicionales danzas, que corren a cargo de ocho danzantes y que constituyen un único grupo. Las primeras mudanzas son de palos por alto, las segundas también de palos, pero por lo bajo, y las últimas, de espadas.
Y llega el momento de hacer el castillo del Ángel, para lo que concurren todos: capitán, danzantes, pastores, e incluso el Diablo al ritmo del “pollo” o “villano”. Forman un entramado con las espadas -equivalente al techo del castillo- sobre el que se coloca el Ángel -aupado por el Capitán de Danza y ayudado por el Diablo- que gira un cuarto y se sitúa frente a la imagen de la Virgen, declamando su oración o “despedida” y con el mismo ritual desciende del castillete.
Los actos concluyen con una nueva procesión para llevar la imagen a su ermita a cuya puerta se sitúan los danzantes formando un arco triunfal con sus espadas, tras lo cual, invitados por la Hermandad, comen fraternalmente.
Un gran trabajo el de Crespo Vicente que, como hemos visto, va describiendo paso a paso, con todo detalle, el desarrollo de esta interesante Loa, merecidamente declarada Fiesta de Interés Turístico Provincial.

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

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