domingo, 8 de septiembre de 2013

Memoria de la tarasca de Guadalajara

López de los Mozos, J.R.: “La tarasca de Guadalajara. Una representación del mal domesticado”. Revista “Hispania Nostra”, Junio 2013, nº 11, págs. 52-55. Ilustraciones.

En el número de junio de este año de la prestigiosa revista “Hispania Nostra” dedicado por completo al Patrimonio Inmaterial, aparece un interesante trabajo del etnólogo López de los Mozos, que nos muestra en sucinto escrito todo lo que ha recogido en textos antiguos, documentos y memorias acerca de una figura que fue muy popular en el folclore de la ciudad de Guadalajara, al menos durante los pasados siglos, y que en este brilló brevemente durante unos años, hace poco. Me refiero a la figura de la “Tarasca”, un dragón colorista y llamativo que acompañaba a fieles y apóstoles en la procesión del Corpus Christi.
El autor recoge la memoria del dragón como ser representativo del mal (especialmente el que en la “Leyenda Aurea” se menciona a propósito de la vida de Santa Marta, y sigue viajando por las memorias de las celebraciones procesionales del Corpus en toda España, y especialmente en el valle del Henares, donde salieron siempre “rocas” o “castillos” con representaciones sacras, en unos ritos magníficos que llenaban las ciudades durante todo un día. En Guadalajara, como sabemos, esta procesión añade la presencia de los miembros de la Cofradía de los Apóstoles, desde el siglo XV.
López de los Mozos aporta el testimonio de Miguel Mayoral Medina, historiador de Guadalajara en el siglo XIX, y la amplia y colorista descripción que en su novela “El Corpus Christi de Francisco Sánchez” hace de la tarasca y de la procesión el escritor Salvador García de Pruneda.
Nos da noticia López de los Mozos de la primera vez que aparece mencionada la tarasca de Guadalajara, en un documento del Archivo Municipal de 1614, aunque se sabe que ya antes existía. Allí se describe pormenorizadamente, lo que dio pie a su rescate y reproducción en las procesiones de hace unos 10 años en nuestra ciudad, cuando Josefina Martínez era concejala de festejos, y de su entusiasmo surgió la recuperación de esta figura que nuevamente ha quedado arrinconada, cuando todo lo que sean raices debería ser estimuladas y recuperadas.
Señala el autor los elementos que componían la tarasca, y que la constituían en gran dragón articulado, llevado por dentro por diversos individuos que en algunos lugares le hacía mover su gran lengua bífida, o reptar su enorme cola asustando a los niños, y llegando hasta el público con su cabezota, un poco al estilo de lo que hoy vemos en las celebraciones del Año Nuevo Chino, en las que el dragón, largo y articulado, es sin embargo símbolo del bien y la alegría. Las connotaciones mitológicas, religiosas, y etnográficas de todo tipo que la tarasca ha supuesto a lo largo de siglos, dan pie a López de los Mozos para ilustrarnos acerca de la riqueza del patrimonio inmaterial que debe mantenerse a toda costa, y aún más en esta Guadalajara que tan iconoclasta resulta, olvidando obstinadamente los elementos que mejor marcan nuestra evolución y nuestras costumbres más queridas: las botargas de febrero, y la tarasca del Corpus son dos de esos elementos que han sido postergados sin que sepamos muy bien por qué.


A.H.C.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión sobre este libro nos interesa. Escríbela aquí.