viernes, 29 de junio de 2012

Tórtola en sus palabras


UN PALABRARIO QUE SALVAGUARDA EL PASADO MIRANDO HACIA EL FUTURO.

SALINAS MECO, Andrés, Palabras utilizadas en corrillos, solanas y tertulias de Tórtola de Henares, Tórtola de Henares (Guadalajara), Ayuntamiento de Tórtola de Henares (Concejalía de Cultura), 2008, sin paginar.

Comentamos este librito, de no demasiadas páginas, por el interés que tiene en la actualidad, precisamente ahora que la globalización somete a todos los países a un rapidísimo proceso de aculturación que contribuye a que, tanto la palabra hablada como la escrita, se pierdan (aunque surjan otras distintas basadas en ellas) -buena prueba de son las formas de comunicación surgidas con las nuevas tecnologías: ordenadores, teléfonos móviles, etcétera- y que, a pesar de todos los avances en lo que a comunicación se refieren, han logrado que el hombre se encuentre cada vez más solo.
Por ello es bueno que ayuntamientos, asociaciones y personas concretas, con su nombre y apellidos, en este caso Andrés Salinas como recopilador y el Ayuntamiento de Tórtola de Henares y la Asociación Cultural “Torela” (nombre de Tórtola en el siglo XII), como editor y colaborador, respectivamente, se den la mano para conservar todo aquello que el tiempo va dejando de lado, va olvidando paulatina e imperceptiblemente, hasta que de buenas a primeras, sin que apenas nos demos cuenta, hayan desaparecido definitivamente.
Buena parte de estas manifestaciones culturales, quizás la más importante, la constituyen los leguajes, las formas de hablar de cada país, las hablas o fablas de cada comunidad, provincia, zona, pueblo, barrio, calle…

Por eso, este librito, que no es más que una especie de vocabulario ordenado de la A a la Z, es importante desde el punto de vista del filológico, porque recoge palabras que, en muchos casos ya casi no se usan, han desaparecido o, incluso, han perdido su significado primigenio. El por entonces alcalde de la localidad señala oportunamente que “Todavía hoy, estas palabras se oyen por las plazas, esquinas y solanas de nuestro pueblo”, lo cual ya es un mérito que suceda en un pueblo como Tórtola de Henares, tan bien comunicado, porque a mejor comunicación mayor y más rápida aculturación, ya que, por lo general, los pueblos más aislados geográficamente y, por tanto, peor comunicados, han mantenido mejor su forma de hablar.
Soledad Herrero, entonces Consejera de Cultura, Turismo y Artesanía de Castilla-La Mancha, indicaba que “Recuperar palabras antiguas, voces que usaron nuestros abuelos, quizá nuestros padres, pero que a nuestros hijos ya empiezan a sonarles como antiguas, arcaicas, es una labor muy necesaria, y muy positiva…”.
Este es un libro que se ha ido construyendo gracias al interés de su autor que, lentamente, poco a poco, ha ido recogiendo todas aquellas palabras que escuchaba a sus padres y abuelos a lo largo de sus conversaciones cotidianas, precisamente esas a las que menos interés se les suele prestar, pero que definen a un pueblo.
También es posible que muchas de las palabras recogidas en este “palabrario” no se utilicen exclusivamente en Tórtola, y que algunas hallan llegado del exterior por vías pecuarias o caminos comerciales, otras quizás falten; pero ello no empece la tarea porque en muchos casos los vocablos cambian su significado y se adaptan (o son adaptadas) a las necesidades del lugar que habitan.
Este libro merece la pena por lo que significa, por el empeño en conservar un puñado largo de palabras que de otra forma se hubieran olvidado y que, de esta forma, se han recogido como piezas de museo que pueden ser analizadas por los especialistas, pero que en la mayoría de los casos aún pueden usarse con total tranquilidad, porque quien las emplee (en Tórtola) será entendido y contestado.
Dice Andrés Salinas: “Siempre he creído en el poder y en el encanto de las palabras, porque, éstas, no viven fuera de nosotros, sino que nosotros somos su mundo y ellas el nuestro”. Y añade: “En los tiempos que mi domicilio y mi vida se desarrollaban en Madrid, observaba como algunas palabras utilizadas con naturalidad en mi entorno familiar, sorprendían a la mayoría de amigos, compañeros y vecinos. Comentándolo con mis amigos de Tórtola, estaban de acuerdo y pensaban que había que hacer algo al respecto… y de este modo empecé, con tranquilidad y paciencia, a recopilar estas palabras, escuchando conversaciones con gente mayor -y no tan mayor- (e) incluso interrumpirles para saber qué significado o qué sentido le daban a una expresión de esas palabras tortoleñas”.
Viene al caso señalar aquí y ahora que, todavía no hace tanto, los habitantes de cada uno de los pueblos de Guadalajara, e incluso de cada barrio de la capital, por poner el caso más cercano, mantenían viva su forma de hablar. Una forma clara y concisa que, sin llegar a constituir una jerga, todos entendían. En algunos casos, esas formas de hablar (y de escribir) llegaron a conservarse a través de raras ediciones, como aquellas Costumbres y Rebuznos Alcarreños en renglones cortos y largos (escritos) por el “Celipe” y el “Polito” (Madrid, 1907), que en 1993 dimos a conocer en edición facsimilar Francisco Viana y yo; libro, por cierto, al que Pepe Aguado hizo una Réplica y comentarios a…, diez años más tarde.
Y junto a estos Rebuznos Alcarreños también han surgido algunos trabajos acerca del habla particular de diversos pueblos de nuestra provincia que en muchos casos hemos visto publicados en la revista Cuadernos de Etnología de Guadalajara, por ejemplo, los llevados a cabo por Antonio Berlanga Santamaría, “El habla de Corduente y sus gentes” (2008); Mariano Marco Yagüe, “Vocabulario de palabras típicas” (2009); Doroteo Sánchez Mínguez, “Palabrario, decires, dichos, dicharachos, refranes y adivinanzas de Peñalver” (2005); Tomás Sanz Casarrubios, “Diccionario del Alto Jarama”, además de otros dedicados al conocimiento de ciertas jergas, como “La Mingaña de Milmarcos: Vocabulario y Textos” (1991), en la que Blanca Gotor publicó dos cuentos: El San Doque con Morrascosas (El Gato con Botas) y La Cachorra del Casimiro (La Caperucita Roja). De “la migaña” de Maranchón -otra jerga similar a la anterior, con la que no se debe confundir, que en lugar de ser utilizada por los esquiladores lo era por los muleteros- hay noticia en el boletín de la Asociación Cultural de su mismo nombre (El Boletín de la Migaña).
La verdad es que desde hace muchos años se vienen recogiendo estas palabras, a veces en breves notas, como aquel trabajo que José de la Fuente Caminals, “Algunas palabras de Renera (Guadalajara)”, publicara en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares (1951), que no abarca más de cinco páginas y todavía no ha llegado el momento de cesar en la recogida de palabras aún vivas, en trance de desaparecer o recientemente desaparecidas, aunque todavía latentes en el sentir popular, como lo demuestran dos nuevos trabajos a la espera de publicación acerca de las palabras empleadas por los habitantes de Arbeteta y de Bustares.

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