domingo, 1 de abril de 2012

Testimonios foráneos sobre la francesada en Castilla-La Mancha


José Luis García de Paz. El Decano, 26 de enero de 2009.

Entre los diversos libros publicados en 2008 con motivo del bicentenario de su comienzo, llama agradablemente la atención el titulado “La guerra de la Independencia en Castilla-La Mancha. Testigos extranjeros”, de Jesús y Ängel Villar Garrido, donde se presenta fragmentos de las memorias de soldados extranjeros que lucharon en esta Comunidad Autónoma. Estos testimonios, unos descriptivos, otros justificativos de lo que hicieran sus protagonistas, dan un punto de vista parcial (como toda memoria de acontecimientos pasados) sobre lo que ocurrió entre 1808 y 1814.
Este libro continúa la labor señera de José García Mercadal (Zaragoza, 1883 - Madrid, 1976) con su “Viajes de extranjeros por España y Portugal” (cuya última edición en seis tomos, ampliada y póstuma, fue publicada por la Junta de Castilla y León en 1999). En plan más general, pueden consultarse los textos de otros viajeros extranjeros por España en los siglos XV y XVI gracias a http://www.cervantesvirtual.com/historia/viajeros/viajeros1.shtml , en un trabajo realizado por  de Emilio Soler Pascual.

Los autores, Jesús y Ángel Villar Garrido son investigadores naturales de Leganiel (Cuenca) y tienen una web sobre sus obras dedicadas a los Viajeros extranjeros por Castilla-La Mancha, que titulan “Cuando un libro era un viaje”, en http://www.jccm.es/leganiel/viajerosextranjeros/ . Su primera publicación al respecto tuvo lugar en 1997 y piensan publicar un tomo dedicado a cada provincia, editados gracias al Servicio de Publicaciones de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, que puede consultar el lector interesado en otros periodos de la historia en Castilla-La Mancha, desde la antigüedad al inicio del siglo XX. Quedan aun los tomos específicos de Toledo y Ciudad Real.
Los autores han realizado una ardua labor de búsqueda de publicaciones, traducción, selección de textos y comentario de los mismos. Es fácilmente comprensible el trabajo que llevan los dos últimos puntos, por lo que debemos hacer especial mención a los dos primeros, que implican traducciones correctas del inglés, francés, alemán y polaco. En cuanto a la búsqueda de publicaciones, en estos tiempos en que desde hace muy poco se pueden consultar directamente originales completos publicados en el siglo XIX en Google (http://books.google.com ) y que existe la cada vez mayor colección de la Biblioteca Virtual del Centro de Estudios de Castilla-La Mancha (http://www.uclm.es/ceclm/virtual.htm ), hay que indicar que los autores de este libro no tenían en su momento tantas facilidades, teniendo que buscar los originales en diferentes Bibliotecas de España y del extranjero.

Tras una introducción histórica, la obra está dividida por años en los que primeramente se describe lo sucedido en cada una de las cinco provincias de la comunidad, seguido por una corta biografía de los autores de las memorias y los textos seleccionados. El libro acaba con una cronología y una amplia bibliografía. No sin pesar hemos de indicar alguna errata de imprenta en algunas notas de pie de página o la repetida mención como “Sebastini” del general francés Sebastiani. Los autores han prestado más atención, lógicamente, a aquellas memorias descriptivas, bien de las campañas militares o de las gentes y poblaciones por las que pasaba su autor, dejando de lado la mera enumeración como en las memorias de Suchet o de Roguet. Es una lástima que los generales italianos al servicio de Napoleón como Palombini o Mazzuchelli no escribieran sus memorias.
Castilla-La Mancha fue lugar de tránsito de tropas imperiales en 1808 y sólo fue escenario de importantes derrotas españolas en 1809. Desde 1810 a la retirada final de 1813 estuvo en poder de las tropas imperiales y josefinas, salvo el breve interludio entre la batalla de Arapiles y la recuperación francesa tres meses después. En cuanto a Guadalajara, fue lugar de paso de tropas imperiales y sólo hubo una batalla (derrota) española en sus inmediaciones, el 13 de enero de 1809 en Uclés, perdida por Francisco Javier Venegas y su jefe el XIII duque del Infantado. Guadalajara, y sus cierras y serranías, fue lugar de refugio y cuartel general de las guerrillas, como las de Juan Martín Díez “el Empecinado” y Pedro Villacampa Mata de Lizana.
Las tropas y el intendente josefino tuvieron sus bases en Guadalajara y Brihuega, desde donde sus columnas volantes intentaron limpiar las vías de comunicación y ejercer un cierto control del territorio. Las tropas imperiales entraron en Guadalajara persiguiendo a la guerrilla desde Soria hacia Atienza y Sigüenza, desde Zaragoza hacia el señorío de Molina y Cuenca y desde Cuenca hacia la Hoya del Infantado, La Alcarria y el señorío. Tuvieron guarniciones durante algunos periodos en Sigüenza y en Molina. Contra ellos se aunaron los esfuerzos, con dispar éxito, de la Junta Superior Provincial de Guadalajara y la Junta Superior Política del Señorío de Molina.
Las memorias que prestan más atención a Guadalajara con las del general Joseph Leopold Sigisbert Hugo (1773-1828), padre del genial literato Victor Hugo, que llegó a esta provincia en mayo de 1810 debido al daño que realizaba el Empecinado y su guerrilla. Por su labor, José I le nombró conde en el lugar de Guadalajara que eligiera, entre aquellos que había ganado para él, sin llegar finalmente a elegir ninguno. Escribió unas Memorias muy interesantes, aunque el historiador francés Louis Guimbaud dice que “no puede garantizar la veracidad” de éstas. Hugo recoge el sentir general de la oficialidad francesa acerca de que si no hubiera sido por la desastrosa Campaña de Rusia, seguida de la de Alemania, no hubieran tenido que retirarse de España. Muestra siempre respeto por El Empecinado, del que dice “ese oficial unía, a su mucho valor y actividad, el ser un verdadero genio de la guerra irregular” pero también que “en lo referente a la táctica militar, el Empecinado siempre se mostró débil”. Menciona que las localidades pagaban los impuestos que les exigían las autoridades josefinas, pero al mismo tiempo pagaban aquellos que les solicitaban las tropas españolas y la Junta de Guadalajara, obedeciendo en lo posible las órdenes de ésta con “sublime abnegación”.

Hugo cuenta en sus Memorias detalles interesantes sobre Guadalajara, como la calidad del pan de Brihuega y de las localidades de la Vega del Henares, el uso de los mulos para todo tipo de transporte de mercancías y la labranza (“el mulo trabaja más rápido, es más vigoroso y vive mucho más tiempo” que el buey), así como el uso del trillo tras la siega, cuyo uso describe detalladamente en un largo párrafo que los autores del libro eligieron para mostrar en su web dedicada a un libro suyo anterior, publicado en 2006, Viajeros por la Historia. Extranjeros en Castilla-La Mancha. Guadalajara. Dice: “Las gavillas, después de haber sido desatadas y colocadas circularmente sobre un área compactada, siempre situada en el exterior y cerca de las aldeas, son pisadas por los mulos cuyo trote separa el grano de su envoltura. Más a menudo estos mulos son enganchados a una pieza de madera llana y larga de alrededor de cinco pies por dos de ancho, cuyo espesor varía de cuatro a seis pulgadas. Los pequeños fragmentos de sílex o de chinas, incrustadas sólidamente en los bajos de esta pesada masa, despedazan la paja separando igualmente el grano. Un hombre o una mujer montada sobre este piso de madera, sostiene las riendas de los mulos y hace trotar circularmente estos animales cuyos ojos están cubiertos con una venda".  También describe Guadalajara y su fábrica de paños.
El general Hugo menciona las largas reatas de mulos que marchan atados cada uno al siguiente, guiados por las canciones del arriero, que eran usadas para el transporte de mercancías debido a la accidentada orografía de sierras y altas montañas. Recuerda el “mercado célebre” que conoció en Torija, donde le contó el párroco que llegó a haber “veinte mil mulos” y de que el precio de un buen mulo de carroza “se eleva a menudo a 10.000 reales (2.500 francos)”. Una buena mula valía 1500 reales en la feria de Tendilla de 1808. Para cortar el pelo a las caballerías, estaban los trasquiladores, que “cumplen con esta operación con mucha destreza, y saben adornar con flores o de figuras recortadas los costados afeitados del animal. Sus tijeras se extienden, a la vez, hasta la frente del arriero mismo, que se deja cortar el pelo en el mismo momento que sus mulos”.
Otro testimonio interesante es el del militar alemán Franz Xaver Rigel (1783-1852) que a su llegada a Guadalajara en 1809 buscando víveres para las tropas imperiales indica que “no debería haber una pavimentación tan mala, irregular e incómoda en una ciudad tan rica en alimentos, que es, después de Segovia, la más importante de las dos Castillas en las grandes manufacturas reales de paño y sarga”.
Finalmente, no dejen de leer los terribles testimonios del hambre sufrida por la población española durante la primera mitad del infausto año de 1812.

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