lunes, 30 de abril de 2012

Juegos antiguos en la comarca del Ocejón


ALONSO GORDO, José M.ª (coord.), El Ocejón y sus juegos populares, 2.ª ed. corregida y aumentada, Guadalajara, Asociación Serranía de Guadalajara, 2011, 32 pp.

El presente trabajo se editó con motivo de la celebración del IV Día de la Sierra, que tuvo lugar en Majaelrayo, el día 15 de Octubre de 2011 y cuya organización corrió a cargo de la Asociación Serranía de Guadalajara. La primera edición se efectuó muchos años antes, en 1985, con motivo del Primer Día del Ocejón, que también se celebró en Majaelrayo, los días 29 y 30 de Junio.
En la Introducción, que firma Raúl Conde Suárez como Presidente de la Asociación mencionada, se le indica al posible lector con qué se va a encontrar páginas adentro, es decir, cual es el esquema cultural de la obra, que resume en los capítulos dedicados al estudio o por mejor decir, a la descripción, de los juegos de bolos, la calva, el tiro de la barra, el chito y la burria, así como el de la estornija, el hinque, el de la pelota (o pelota a mano) y el borreguero, detallandose en cada uno de los apartados su reglamento, vocabulario y variantes observadas.
Son, por lo general, juegos claramente rurales, que solían practicar los pastores y los cazadores serranos en sus momentos de asueto y siempre de una forma utilitaria, a modo de entrenamiento cara al desarrollo de sus propias actividades laborales, procurando despertar el ingenio, la destreza, la puntería, etc., amén de la diversión.

Al parecer, muchos de estos juegos tuvieron unos orígenes tan ancestrales y recónditos que llegaron a perderse en la noche de los tiempos; en algunos casos se dice que ya fueron practicados por grupos de población autóctonos, anteriores a la dominación romana, cosa que quizá pudiera explicarse con cierta claridad a través del análisis de las palabras que suelen usarse durante su práctica, como “birle”, “cinque”, “micha”, “cajo”, “chito”, “burria”, etcétera; otros puede que fueran traídos -y posteriormente incorporados o asimilados- por grupos de repoblación provenientes de las tierras del norte peninsular; de algunos se sabe con certeza que fueron practicados durante la Edad Media, como así se pone de manifiesto en el Sínodo de Salamanca, de 1451.
Veamos, a continuación, los juegos que se incluyen en la presente publicación, así como la autoría de sus correspondientes fichas, que recogen los siguientes datos: el nombre más utilizado (o por el que es más conocido) el juego de que se trate, sus orígenes o procedencia y otros lugares donde se practiqua, la descripción de los elementos que se emplean en él (bolas, bolos, tipo de la cancha, calva, calvo, barra, chito, tejo, burria, estornija, hinque, pelota, borreguero...), las normas o reglamento por el que se rige, a veces el vocabulario que se emplea en su desarrollo, las posibles variantes que se han observado...
Octavio Mínguez -“posiblemente, el serrano que más y mejor conoce los entresijos del Valle del Ocejón”, según palabras de Raúl Conde- trata del Juego de los Bolos, cuya implantación en la Sierra se debe, probablemente, a los pastores que la repoblaron en el siglo X y cuyas diferencias con otros juegos de León, Asturias o Cantabria son muy notables.
Hablando de las reglas del juego de bolos que se practica en los pueblos del Ocejón, señala que hay cuatro que son comunes a todos ellos: que el jugador no pueda mover el pie del sitio exacto de la “manda” (o el “birle”), en tanto no pare la bola o pase del “cinque”; que tampoco pueda apoyarse en  ningún sitio con el brazo libre, a la hora del lanzamiento de la bola; que la bola debe sobrepasar -en la tirada de ida- la línea del “cinque”, y que no podrá cruzar de carrera o calle al tirar desde la “manda”. Otras reglas aunque no son universales están bastante generalizadas, como el que no se contabilicen los bolos derribados por otro bolo (en la tirada de ida), o cuando la bola tirada desde la “manda” rebote en la madera del fondo y retroceda hasta entrar en el área de los bolos. A veces surgen también tipos especiales de “manda”, es decir, que implican obligatoriedad en su cumplimiento y cuya infracción constituye “micha” (falta). Sigue un escueto vocabulario donde aparecen palabras como “birle”, que es la zona o espacio de la “cancha”, entre la raya del “cinque” y la madera (siendo “cinque” la línea marcada en el suelo de la “cancha”, a lo ancho, que debe sobrepasar la bola en la primera tirada), y las variantes observadas.
José M.ª Alonso -que junto a José Fernando Benito es uno de los dos “guardianes del extensísimo legado cultural de Valverde” (Conde dixit)- trata del Juego de la Calva, que -según indica- parece tener una base práctica relacionada con las tareas del campo, puesto que los pastores ejercitaban su fuerza y puntería lanzando piedras a un cuerno colocado en el suelo, con la punta hacía arriba. A la descripción del mismo sigue la relación de los elementos que lo componen: los equipos, la “calva” o “calvo” y el “barrón” o “calvo”, la “cancha”, el “calvero” o árbitro, la “manda” y las partidas o “cajos”, para finalizar con el desarrollo del juego y sus reglas especiales.
El mismo José M.ª Alonso Gordo analiza el Tiro de la barra, tan extendido a lo largo de la geografía española.
José AntonioAlonso escribe acerca del Juego del Chito, quizá uno de los más populares en la provincia de Guadalajara, donde también es conocido con los nombres de “tanguilla”, en Palazuelos; “ahíta”, en Alustante; “galiche”, en Miralrío; “tango”, en Rebollosa de Jadraque y Luzaga; “tejo” o “lita”, en Robledo de Corpes, y “tanga”, en la zona de Tierzo, en el Señorio de Molina (que Santiago Araúz de Robles recoge en su interesante y agotadísimo libro Los desiertos de la cultura). Juego este del “chito” en el que se utilizan dos elementos principales: el propio “chito”, en cuya parte superior se depositan las monedas estipuladas por los jugadores, y el “tejo” (pieza más o menos discoidal) que había que arrojarle desde una distancia convenida para intentar derribarlo y poder ganar aquellas monedas que hubiesen caído más cerca del mismo.
José Fernando Benito, -el otro guardián de los valores culturales valverdeños- describe brevemente el Juego de la Burria que, según indica, recuerda al hockey sobre hierba, aunque sustituyendo las porterías por un único hoyo en el que los dos equipos contendientes tratarán de meter una bola de unos siete centímetros de diámetro. Un juego del que no se conserva regla alguna y cuyo palo recuerda claramente a una garrota o cayado pastoril.
Un apartado final, que firman J. M. Alonso Gordo, J. A. Alonso y J. F. Benito trata de Otros Juegos, y en él se recogen el de la “estornija” (un palo de unos sesenta centímetros que debía lanzarse lo más lejos posible al golpearse con otro palo más largo); el “hinque” (que en otros lugares conocemos como el “clavo”); el “juego de pelota” (o pelota a mano), actualmente desbancado por el frontenis, y el “borreguero”, del que tan pocas referencias existen dada su primitiva sencillez, puesto que consiste en colocar en el suelo una piedra alargada, pina, para desde cierta distancia -marcada con una raya- lanzar cada jugador una piedra que, para ganar, debe caer lo más cerca posible de aquella.
Completa el trabajo una breve bibliografía así como la referencia a algunos sitios web en los que pueden encontrarse datos acerca de estos juegos.

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS 

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