Contiene siete ponencias y veintiuna comunicaciones (tres sobre
Guadalajara).
Actas de las X Jornadas de Castilla-La Mancha sobre investigación en
archivos. España en el Exterior: Historia y Archivos. Guadalajara, 9-11 de
noviembre de 2011. Archivo Histórico Provincial de Guadalajara,
Guadalajara, Asociación de Amigos del Archivo Histórico Provincial de
Guadalajara, 2013, 616 pp.
España en el
Exterior: Historia y Archivos, es el título genérico de las Actas de las X Jornadas de Castilla-La
Mancha sobre investigación en archivos, última de las celebradas en el
Palacio del Infantado de Guadalajara -sede antigua del Archivo Histórico
Provincial de Guadalajara-, entre los días 9 y 11 de noviembre de 2011, tal
como recuerda Manuel Martín Galán, Presidente de la citada Asociación y
Profesor Titular del Departamento de Historia Moderna de la Universidad
Complutense de Madrid en el primero de los prólogos con que comienza la
andadura de estas Actas. Unas Jornadas en las que participaron conjuntamente
archiveros e investigadores de reconocido prestigio, con el fin de analizar
pormenorizadamente las relaciones internacionales españolas cuyos documentos,
correspondientes al periodo comprendido entre finales del siglo XV y el momento
actual, se custodian en los Archivos Generales de Simancas, Indias y
Administración.
Han pasado más de dos años entre
aquella X Jornada y la puesta a punto de la edición que comentamos, que ha
visto la luz gracias a la colaboración de la Asociación de Amigos del Archivo
Histórico Provincial de Guadalajara y el propio Archivo, en la que se dan a
conocer siete ponencias y veintiuna comunicaciones, de entre las cuales tres
corresponden a trabajos relacionados con la historia y las gentes de la
provincia de Guadalajara.
* La primera de ellas titulada
“La política exterior de Felipe II en el reino de Nápoles según las Instrucciones
dadas al virrey Don Íñigo López de Mendoza de 1575”, fue presentada por Aurelio
García López y abarca las páginas 203 a 222.
En ella, dada la singularidad del
documento -inédito- que se estudia, el autor ofrece un breve comentario acerca
de las Instrucciones, conservadas en
la sección de Nobleza del Archivo Histórico Nacional (Toledo), de las que hasta
el momento se carecía de referencias documentales.
Parte el trabajo con la elección
del virrey, cargo que solía recaer en alguna persona experimentada en las
tareas de gobierno y que, al mismo tiempo, hubiera sido gestor militar y
diplomático en diversos lugares de la monarquía, de ahí que una de las personas
mejor preparadas fuera Don Íñigo López de Mendoza, quien, como se indica en el
preámbulo de las Instrucciones, era
un hombre ampliamente experimentado y que, como sus antepasados, había prestado
grandes servicios al rey:
“Considerando pues en vos, la casa de donde
venís, y la lealtad de vuestros pasados, que nos da firme esperança, que
siguiendo sus pisadas haréis siempre lo que conviene a nuestro servicio, y a
vuestra honra, e con la fee e vuestra seguridad que soys obligado, considerando
assimismo el cuydado y diligencia, con que vos habéis governado, en los demás
cargos que habéis tenido, y que conforme a ello, os develaréis en governar y
defender aquellos nuestros súbditos, usando del valor, y prudencia, que siempre
se ha conoscido en vuestra persona”.
García López recuerda al lector
los hechos más destacados de los antepasados del Mendoza, así como los de él
mismo, para entrar de lleno en el análisis de “Las Instrucciones al virrey de 1575”, tercero de los ocho virreyes de
Nápoles nombrados por Felipe II, que fueron firmadas en Toledo el 4 de mayo de
1575 y se componen de ciento noventa y un capítulos en los que se detalla
minuciosamente cómo debía gobernar el virrey.
Capítulos que, por otra parte,
constituyen una importante fuente de información, técnica y descriptiva, de la
vida administrativa y política a la hora de conocer la evolución y las pautas
de gobierno de la monarquía hispánica en el reino de Nápoles.
Lo cierto es que se conocen otras
Instrucciones otorgadas por Felipe
II, al duque de Alcalá (1559) y al duque de Osuna (1581) y por Felipe III, a
los VI y VII condes de Lemos, (1599) y (1603), respectivamente, en las que
puede observarse como, con el paso del tiempo, fueron documentos que desde
principios del siglo XVII se iban repitiendo, aunque con escasas variaciones en
su contenido.
Las que analiza García López, las
de 1575, se pueden dividir en dos partes: una primera, que se refiere al
gobierno y la administración de justicia (hasta el capítulo 114) y una segunda,
desde el capítulo 116 hasta el 119, donde se trata “la conservación y defensión del reino”, que constituyen la materia
de los siguientes capítulos, hasta llegar a un brevísima conclusión a modo de
pregunta: ¿Cuál fue el control que ejerció el rey sobre el virrey de Nápoles?
Según García López debió ser “grande
y considerable”, puesto que al rey parece preocuparle todo, por nimio que
parezca, especialmente todos aquellos asuntos relacionados con el mantenimiento
de la fe católica derivados de Trento, para con la implantación de la
Contrarreforma conseguir un reino confesional, donde el virrey era un
subordinado cuya misión era servir a la monarquía para lograr el buen gobierno
y la paz de sus súbditos.
* La segunda comunicación, firmada
por Amparo Donderis Guastavino, “Las relaciones exteriores en el Archivo
Municipal de Sigüenza: los expedientes de hermanamiento”, ocupa las páginas 411
a 429.
En su comunicación, Amparo
Donderis se refiere al caso concreto de Sigüenza, en cuyo archivo ha sido
posible localizar fuentes para el estudio de las relaciones internacionales y,
además, conocer a través de las mismas el complejo mundo de la diplomacia
gracias a los expedientes de hermanamiento. Para ello ofrece un seguimiento de
los acontecimientos históricos más destacables, desde la Edad Media a nuestros
días, centrado, fundamentalmente, en la historia de las relaciones exteriores
gracias a los obispos franceses que ocuparon la sede en los primeros tiempos,
hasta el surgimiento del municipalismo, siguiendo las pautas establecidas en la
Constitución Española que, en su artículo 137, establece la organización
territorial del Estado en municipios, provincias y comunidades autónomas y, en
el 140, el principio de autonomía de los municipios, por lo que su gobierno y
administración corresponde a los propios municipios.
Gracias a esa idea de
municipalismo se comenzaron a producir los primeros hermanamientos con el fin
de establecer lazos de unión y cooperación entre municipios, por encima de
idiomas y fronteras.
Donderis da a conocer la
metodología de estos hermanamientos, que han de seguir cinco pasos: la búsqueda
de un personaje emblemático con lazos comunes a ambas ciudades (por ejemplo,
Santa Librada), la visita de protocolo, la declaración formal de los municipios
como ciudades hermanas, el facultar al alcalde para que suscriba los documentos
necesarios y comunicar el acuerdo plenario al municipio con el que se quiere
establecer el hermanamiento.
Después concreta los datos
anteriormente expuestos en dos claros ejemplos: los hermanamientos con Sainte
Livrade sur Lot (Francia) y Vila Viçosa (Portugal), para terminar el trabajo
con las series documentales originadas gracias a estos hermanamientos:
especialmente en las secciones de Gobierno y de Servicios.
* Finalmente, la tercera aportación
corresponde a Sergio Sanz Pérez, que escribe acerca de “Julián de Arce y
Dorado: historia de un arriacense ejemplar en tierras de ultramar”, páginas 431
a 439.
Un trabajo que, apoyándose en la
historia de un particular, uno de aquellos desconocidos “médicos titulares”,
sirve para entrar a conocer aspectos relacionados con la historia de España y
las Islas Filipinas, una de sus últimas colonias de Ultramar, previos a su
independencia en 1898.
Pues, bien, Julián de Arce y
Dorado fue uno de estos “médicos titulares”. Nacido en Guadalajara, se graduó
como cirujano en la Universidad de Madrid, desempeñando durante la primera
parte de su vida su trabajo en Madrid y Navarra, puesto que durante la segunda
quiso cambiar su rumbo vital haciendo algo más “útil para la sociedad”, por lo
que decidió cambiar la comodidad provinciana por algo más arriesgado viajando a
la provincia de Ylocos-Sur en las Islas Filipinas.
Su trabajo social pronto se vio
truncado, ya que no tardó muchos años en enfermar y pedir su regreso a España
en busca de la curación a sus males…
Se cree que murió en su tierra
natal en los albores del siglo XX, sin que se le hubiese concedido su ingreso
en la Orden de Beneficencia.
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